NO hace mucho las autoridades financieras europeas se preguntaban con cierta regularidad dónde estaban los billetes de 500 euros que otrora se imprimieron con tanta ilusión y color. Por si lo han olvidado, les recuerdo lo que supone tener 500 euros en un solo papel: nada menos que 83.193 pesetas, más de lo que cobraron muchos de ustedes en su primer sueldo, poco menos de lo que van a cobrar otros tantos con la caída de los convenios, gracias al partido de la derecha que gobierna este infecto país y a los numerosos empresarios que le bailan el agua, tan abyectos como el país al que pertenecen. Les confieso que no he tenido nunca uno de esos billetes en la mano, pero los he visto por la tele; intuyo que les pasará algo parecido a ustedes. Ahora, sin embargo, ya sabemos dónde estaban: en los vasos comunicantes de la alta política de esta pestilente España. Según la revelaciones del señor que se va a practicar deportes de invierno en helicóptero, llevaba las cuentas del PP, aún escribe a mano y hoy está en prisión, le llegaban en ocasiones montañas de billetes de 500 euros entregados por constructores que querían que se acordasen de ellos en el partido, pero no en plegarias sino en negocios; esos billetes los ordenaba en montañitas y los repartía, al parecer, en sobres que tenía que distribuir entre sus superiores, más que nada para redondear el ridículo sueldo institucional que recibían. Así que misterio resuelto: los billetazos formaban parte de un juego de sumas y restas en el que siempre ganaban los mismos, de 500 en 500.
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