por supuesto, señora doña Ana Botella, mandamasa de Madrid y delfina aventajada de Esperanza Aguirre, y eso que ella ya es de por sí una lideresa con un par. Tiene usted toda la razón al indignarse. Fíjese si estoy solidarizado con su justísimo sofoco que estoy a punto de convocar una manifestación vía Twitter para salir en defensa de su causa, tan noble y decente como es defender el honor malherido de usía y su familia. Sería multitudinaria, seguro, aunque quizá un poco alborotadora para los tiempos que corren, que no está la marca España para agitaciones. Pero es que hay algunos límites que no se deberían sobrepasar de ninguna manera. ¿Cómo se le ocurre a la Audiencia, por muy Nacional que sea, cuestionar los pírricos 32.452,42 euros que la red Gürtel aportó al excelso enlace entre su yernísimo Alejandro Agag y su aún más hijísima Anita? Que Fernando Correa soltase la pasta y que después haya dado con sus huesos en la cárcel como cabecilla de la trama no tiene nada que ver con su amistad y con que fuera invitado de honor e incluso testigo en la boda; que usted y su nunca suficientemente venerado marido José María Aznar no podían sospechar siquiera que don Vito fuera a ser tan torcido y retorcido. Que los 32.452,42 euros eran un regalo de boda desinteresado e incluso modesto entre gente de tanta alcurnia como los reyes, Tony Blair y Silvio Berlusconi; obviamente sin contrapartida alguna, faltaría más. ¡Dónde vamos a parar, válgame Dios! La duda ofende, claro que sí.
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