EL Gobierno presidido por Iñigo Urkullu cumple sus primeros cien días en medio de una de las mayores crisis económicas, con un escenario aún incierto -aunque con algunas perspectivas esperanzadoras- y con un margen de maniobra realmente corto, aunque suficiente para poner las bases que apunten a una futura recuperación y para mantener los servicios básicos y el tejido de protección para los más desfavorecidos que distinguen a Euskadi como una sociedad avanzada, moderna y solidaria. El propio Ejecutivo ya ha puesto en valor su actuación durante estos cien días, el tiempo de cortesía que tradicionalmente se concede a los nuevos gobiernos para su puesta en marcha y para que empiece a notarse su acción. Cualquiera diría, sin embargo, analizando lo dicho y escrito durante este tiempo, que es ahora cuando se cumple realmente ese periodo. Hace mucho tiempo que la oposición ha criticado duramente lo que considera "inacción" del Gobierno de Urkullu, su "soledad", su "incapacidad" para llegar a acuerdos, su "debilidad". Lo cierto es que, mirado con perspectiva y desapasionamiento, el Ejecutivo vasco ha cumplido lo fundamental que se esperaba de él en estos primeros días. Ahí están, especialmente, el proyecto de Presupuestos, el plan de empleo -del que ayer se supo un nuevo y sugerente capítulo referido a la urgente incentivación del empleo en los jóvenes, un colectivo especialmente castigado por el paro- y el plan de financiación de pymes, entre otras iniciativas. Pero si los primeros cien días retratan el arranque de un Gobierno, también son reflejo de la actitud y trabajo de la oposición, sobre todo en tiempos tan complicados como estos. En este sentido, EH Bildu, PSE y PP -la ausencia absoluta de sentido de país de UPyD le coloca en otra órbita- se han retratado ante la sociedad. No porque critiquen al Ejecutivo -que es no solo su derecho, sino incluso su obligación- sino porque más allá de las palabras y de posturas entre obstruccionistas y partidistas, no han puesto encima de la mesa ni una propuesta constructiva ni una actitud real de acuerdo. Su nula disposición ante los Presupuestos, por ejemplo, delata su objetivo. Queda aún mucha legislatura para que tanto Gobierno como oposición estén a la altura de lo que la sociedad vasca les demanda.