Nuestro sistema se basa en mirar hacia delante e invertir en espera de que la actividad económica elegida genere retornos que superen la inversión. Pero hay inversiones favorables y también perjudiciales para el conjunto de los ciudadanos de un país, como podemos haber aprendido de las causas de nuestra situación actual.

La economía extractiva se basa en prerrogativas que determinados grupos sociales o elites imponen a otros colectivos sobre los resultados de su trabajo o sobre sus bienes, en formas aceptadas socialmente e incluso incorporadas en las obligaciones legales. El gravamen abusivo de ciertas operaciones, las cláusulas no equitativas de contratos, las comisiones arbitrarias o corrupciones para la gestión de trámites son formas de economía extractiva por todos conocidas. Esta economía puede basarse también en instituciones gubernamentales o económicas que imponen pagos abusivos o generan gastos innecesarios, sin la contraprestación de servicios que los justifiquen. Cuando estas situaciones se instalan en un sistema social estrangulan las capacidades de desarrollo económico, a pesar de de su riqueza o trabajo.

Le sigue la economía especulativa, que se basa en la expectativa sobre el valor futuro de las cosas que existen o no existen, a través de la compra y la venta actual o futura de ellas, según los movimientos del mercado. La previsión de la remuneración futura por encima del precio actual de un activo aumenta su valor en el presente y genera un movimiento de los inversores hacia su posesión. Pero en estas transacciones no hay creación de valor, no se crea ningún producto o servicio, ni hay aportación de recursos productivos en forma de trabajo que genere un bien de utilidad. Esta economía apenas genera puestos de trabajo de calidad y no fija conocimiento ni en la población ni en las empresas.

La economía especulativa es la generadora de burbujas cuando las reglas de los precios entran en una espiral de crecimiento desorbitado, asumido como de crecimiento seguro y que nadie quiere detener porque le supone encajar una pérdida. Para operar, necesita un capital que se ha producido en los beneficios de la economía productiva, que entra en otro circuito, con otras reglas muy diferentes. Si bien es cierto que el desarrollo productivo necesita financiación para incorporar tecnología, anticipar la producción y remunerar al trabajo antes de la venta, dista mucho de la economía especulativa que mueve grandes masas de capital cada día, en base a expectativas privadas o publicas e informaciones sutilmente manejadas por los propios inversores.

La economía productiva, por el contrario, crea riqueza social de varias formas. Se fundamenta en la transformación organizada de recursos tecnológicos, de conocimiento y trabajo hacia otros más complejos, integrándolos y dando más valor en forma de productos y servicios que la población valora y por los que paga para su uso o consumo. La agricultura, la industria que fabrica o los servicios a los ciudadanos son actividades productivas que compiten en mercados más o menos abiertos.

La capacidad de tener empresas y organizaciones competitivas -donde se ejerce la economía productiva- garantiza la viabilidad del empleo, el asentamiento en el territorio de un conocimiento y la generación de recursos con los que distribuir los ingresos, remunerando las inversiones y el trabajo. Aquí es discutible en qué forma de remunera a cada integrante de la economía productiva, pero éste es otro tema.

Y por ultimo está la economía reproductiva, la actividad que hace posible que existan los recursos adecuados que la economía productiva necesita ahora y en el futuro. Por ejemplo, si no hay una población cualificada para actuar de manera eficaz en la producción de productos o servicios con cierta tecnología, la economía productiva se marchitará y el trabajo dejará de ser bien remunerado y terminara por extinguirse. Si las familias y la sociedad no educan y preparan a sus hijos para afrontar sus responsabilidades ciudadanas con honradez, tendremos una sociedad muy cara en sistemas de control y seguridad y surgirá una economía extractiva permanente en detrimento de la economía productiva.

Si no disponemos de mecanismos que avancen el conocimiento tecnológico y lo sitúen a tiempo en las empresas para disponer de nuevos productos o servicios, la actividad productiva será de poco valor y seremos sobrepasados por otros países más preparados en un espacio mundial cada vez más abierto.

Podemos pensar que un exceso de economía especulativa empobrece un país, en términos de trabajo y de conocimiento, y que sólo una economía productiva -que sea tractora- nos da sostenibilidad al sistema. Pero ésta necesita crear tejidos nuevos por medio de la economía reproductiva, orientada a alimentar la economía productiva del futuro. La economía reproductiva está en la base de las políticas sociales, educativas y productivas del gobierno a través de los presupuestos, impuestos y sus regulaciones, que orientan la remuneración y calidad de la economía reproductiva y con ello el futuro de los jóvenes.

No es una buena práctica que la economía reproductiva base sus fuentes de financiación fundamentalmente en la economía especulativa, en la que entran los gobiernos para financiar el futuro de los ciudadanos, como ha sucedido y está sucediendo. La economía especulativa desencadena un endeudamiento endémico que desplaza y destruye la economía reproductiva.

Estamos necesitados de ordenar los mecanismos económicos sobre los que construir el próximo futuro y seguramente debemos cambiar el sentido y la prioridad que damos a estos cuatro tipos de economías. Llegó el tiempo de la economía productiva y también de potenciar la reproductiva como los dos núcleos principales de la aplicación de los recursos públicos y privados si queremos entrar cuanto antes en una senda que construya y no destruya futuro, como ha ocurrido en los últimos años.