NO hay repunte a la vista. La crisis económica llegó en 2008 para quedarse, como todas, entre cinco y diez años. Las mismas previsiones del Gobierno español respecto al crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) y la contención del desempleo en los próximos cuatro años confirman que las reformas, especialmente la del mercado laboral, y recortes que hasta ahora no han tenido efecto tampoco lo tendrán a medio plazo. Aun en el mejor de los supuestos, esto es, que la ministra de Economía acierte en su previsiones el pasado año las tuvo que corregir en septiembre y aún así previó 120.000 parados menos que los 4.700.000 con que se cerró 2010 a finales de diciembre el número de desempleados en el Estado se habrá reducido en apenas 50.000 e incluso al término de 2014 aún habrá más de cuatro millones de parados. Son datos de la propia Elena Salgado, que tiene ante sí las previsiones del Banco de España, que sitúan el paro a final de este año por encima del 20%, lo que coincide además con las propias previsiones del Gobierno en cuanto al crecimiento del PIB, que estima en un 1,3%, muy optimista en comparación con los análisis internacionales pero aun así lejos del 2-3% necesario para crear empleo, que no se alcanzaría, en todo caso, hasta 2013. Son operaciones matemáticas elementales con un nítido resultado: el principal problema para ocho de cada diez ciudadanos, según la última encuesta del CIS, no se verá paliado lo más mínimo en los próximos meses y escasamente en varios años, lo que implica una nula recuperación de la confianza y, en consecuencia, un limitadísimo o inexistente aumento del consumo que se traduce en una dependencia del sector exterior. En ese apartado, la esperanza para Euskadi es que sus exportaciones evolucionan en positivo merced al buen ritmo de recuperación de Alemania y Francia y de la creciente penetración empresarial e industrial en las economías emergentes y del Medio Oriente. Pero eso tiene una doble cara: porque la buena marcha de Alemania precisamente es la que puede ahogar más a la economía española y, por extensión a la vasca, merced a un anunciadísimo incremento de los tipos de interés que acabará incidiendo en los ya maltrechos niveles de consumo. Eso sin hablar del efecto que pueda tener el cada vez más previsible rescate de la economía portuguesa. Muchas cuentas aún por hacer.
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