CIERTAMENTE las cifras no siempre dan una medida fiable de la realidad. La frialdad de los números muchas veces no es capaz de trasladar los matices de la vida que pretenden retratar. Pero, en ocasiones, los datos pueden ser la incontestable evidencia de que el empeño por deformar los hechos para vender un estado de cosas sólo se queda en eso, en intento de malear la tozuda realidad. Es lo que sucede con las vehementes denuncias sobre la supuesta discriminación en la Educación vasca a aquellas familias que desean que sus hijos estudien íntegramente en castellano. Un movimiento que se plasmó en la creación de una plataforma por la Libertad de Elección Lingüística, erigida en lobby de presión contra la entonces nueva consejera del ramo, Isabel Celaá, a la que el Acuerdo de Bases con el PP ya le había marcado el camino por el que debía transitar en la materia. Pues bien, aquella bandera de la lengua agitada con ardor, en muchas ocasiones con intereses más políticos que puramente educativos, resulta que tiene un revés curioso. Los datos del Gobierno Vasco sobre las matriculaciones para el curso 2011-12 reflejan que en Euskadi han sido 259 las solicitudes de niños de dos años en los modelos B o D que han quedado sin respuesta, frente a los 65 que pedían entrar en el modelo A. Los datos alaveses son similares: las demandas insatisfechas en el B o D duplican de largo las de la enseñanza en castellano. Bien es cierto que en estos datos pesa otro factor: el hecho de que los modelos B y D conciten la mayor parte de las solicitudes -en el territorio, un 57% del nuevo alumnado iniciará sus estudios íntegramente en euskera, lo que supone un incremento de tres puntos sobre el curso 2010-11, y un 40% lo hará en el modelo B-, mientras que la enseñanza íntegramente en castellano sólo representa el 3% de las nuevas matrículas. No se puede negar la necesidad de garantizar la educación en una lengua oficial, en este caso el castellano, pero resulta chocante que quien enarbola la bandera de la discriminación precisamente pretenda obviar que tan oficial es el castellano como el euskera en la comunidad autónoma donde vive. Los números son siempre objeto de múltiples interpretaciones, pero ignorarlos y mirar hacia otro lado no hace que cambien.