No todo es blanco, ni todo es negro. Hay quien propone la energía nuclear para todos, mientras otros formulan lo contrario. La radioactividad puede matar, pero también puede curar. Puede generar riqueza, pero también destruirla. De entrada, está visto que tenemos que convivir con la radiactividad, puesto que en todas partes cohabita la energía con la vida. Todo parece supeditarse al buen uso que se haga de las cosas, no en vano es mejor el empleo de las riquezas que la posesión de ellas. La cuestión pasa, pues, por estar vigilantes para que estos excesos no se produzcan. Este es el caso de las centrales nucleares, habrá que controlar las reacciones en cadena y la emisión de radiactividad. En todo caso, cada persona tiene derecho a vivir con las debidas garantías de seguridad y los Estados deben contribuir a ello.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las explosiones de Hiroshima y Nagashaki en Japón mostraron al mundo el efecto devastador de las grandes dosis de radiación, al igual que el accidente de la central nuclear de Chernobyl, ocurrido en 1986 en la URSS. La actual tragedia del terremoto en Japón es verdaderamente apocalíptica. A raíz de este suceso, el comisario europeo de Energía parece reconocer que no todas las centrales nucleares de la Unión Europea son seguras. Tremendo si en verdad es así. Los gobiernos de los países del mundo han de emplearse a fondo para que todas las plantas nucleares estén preparadas para condiciones meteorológicas extremas, terremotos, ataques terroristas...
Carece de sentido mantener vivo aquello que sea dañoso para el ser humano y en el momento que se detecta una central nuclear con un mínimo de inseguridad debe cerrarse o corregirse. Germina un nuevo éxodo de extranjeros, en este caso por la radiactividad de la planta nuclear Fukushima Daiichi, tras el seísmo y el tsunami de Japón. La alarma es cada vez mayor. El mundo debe volcarse en ayudar al valiente pueblo japonés ante el horror del drama nuclear que afronta el archipiélago nipón. Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino también ha de formar parte de la conciencia humana. Aunque nos parezca poco el auxilio en la necesidad, siempre ayuda mucho. Lo que se dice, un grano acrecienta el granero.
Víctor Corcoba