EL legado de Telesforo Monzón a Euskal Herria es rico y plural; tal legado no se agota en un solo apartado, sino que son varios los ámbitos en los cuales las aportaciones de Telesforo Monzón han dejado su impronta.

El propio Monzón era una personalidad compleja; con diversas y muy diferentes capacidades e iniciativas. Ahí están por un lado, sus múltiples trabajos en el campo del euskara y de la cultura vasca; cabe destacar específicamente en la literatura vasca sus obras de teatro, su poesía tan profusamente musicada y su inigualable oratoria civil. Pero es sin duda, su historial y su carrera política la que mayor admiración suscita y la que mayor análisis sugiere. Telesforo Monzón era el mayor de los hijos de una familia de la burguesía local de Gipuzkoa, afincada en Bergara, y cuya casa nativa es la Torre Olaso, de arraigado abolengo desde los avatares de la Edad Media.

La familia de Monzón y él mismo constituyen un ejemplo emblemático de la evolución del pensamiento y de la política en Euskal Herria. Sus antecesores estuvieron encuadrados en el carlismo y lucharon en las guerras carlistas. Monzón contaba de dobles paredes y de tabiques falsos para esconder armas en el periodo entre las guerras carlistas. Contaba que su padre había evolucionado del carlismo al nacionalismo y él dentro del nacionalismo, desde las posturas jeltzales hasta su encuadramiento en la izquierda abertzale. Ese testimonio tan significativo de la evolución social, política y de pensamiento de Euskal Herria otorga una grado eximio de legitimidad a sus últimas posiciones políticas, que precisamente por ello, son objeto de tan evidentes como inútiles pretensiones. Su historia política empieza a tener relieve con su participación en los actos públicos de EAJ-PNV, dando mítines en euskara y castellano junto a José Antonio Agirre y otros. Fue elegido diputado e intervino como partícipe de la Minoría vasca en Madrid.

Iniciada la guerra y aprobado el Estatuto Vasco formó parte muy relevante del Gobierno Vasco presidido por Agirre, siendo la segunda persona más conocida de dicho gobierno. Después de la guerra y tras los durísimos avatares del destierro, estableció su domicilio en Donibane Lohitzune y a diferencia de otros miembros del mismo Gobierno Vasco en el exilio, entró a involucrarse en la sociedad civil de Iparralde de manera dinámica y efectiva en los campos culturales, educativos y sociales.

Cuando en la escena política vasca irrumpe la organización ETA, se origina un muy diverso cúmulo de reacciones de toda índole. Unas reacciones son éticas e ideológicas; otras reacciones son políticas y hasta sociales. En el mundo político nacionalista se origina un fuerte debate, que entronca con antiguos enfrentamientos y que tomó cuerpo y se desarrolla hasta en ámbitos familiares. Monzón siempre consideró que la guerra del 36 no había terminado y que los militantes de ETA eran una suerte de continuación de los gudaris del 36 y por ello les otorgó su comprensión y compromiso.

Llegó el post-franquismo y se esforzó al máximo en que aquel cambio político fuera una verdadera transformación y en que supusiera la paz. Para ello trató por todos los medios de conseguir una actuación conjunta y unitaria de todos los abertzales, en Txiberta, en Sokoa y en otros foros. No fue posible y ese hecho alejó a Monzón de las posturas de EAJ-PNV. Siempre se autodefinió como jeltzale, nunca llegó a definirse como una persona con ideología de izquierda, pero era pacifista, demócrata y capaz, por lo tanto, de solidarizarse con las reivindicaciones protagonizadas desde la izquierda. Por ello se puso a disposición de las iniciativas de la Izquierda Abertzale.

Cuando se fundó la Mesa de Alsasua en 1977, como coalición primero de cinco partidos y luego de cuatro, mostró gran interés. Cuando en 1978 se dio un paso más y aquel primer acuerdo evolucionó hacia la Mesa Nacional, adoptando el nombre de Herri Batasuna, fue uno de aquellos doce "apóstoles" de la primera Mesa Nacional y accedió a ser candidato y participar en las elecciones de 1979, primeras en las que participó HB como agrupación electoral, recogiendo firmas, porque no era legal, ni lo fue hasta 1986.

Monzón era una persona componedora. Hay que dar testimonio de que su opinión personal era favorable a la participación en las instituciones frente a aquella postura, ahora felizmente superada y hasta casi olvidada, de que "no hay que participar en las instituciones burguesas de la reforma". Aquella actitud antiparticipacionista tan equivocada y que tanto perjuicio político produjo, impidió por ejemplo que la constitución de las Cortes de 1979 fuera presidida por el propio Monzón.

Coincidió con nosotros contra el abandono de las instituciones en 1982 -Parlamentos y Juntas Generales- en el durísimo debate habido en Herri Batasuna y que constituyó un profundo error de largas consecuencias. Su postura era, sin embargo, la de acatar la decisión, fuese cual fuese, por encima de sus propias convicciones y a lo que algunos de nosotros no estábamos dispuestos. Los firmantes de este artículo, que formamos parte de aquella Mesa Nacional y que seguimos en política, queremos hoy dar testimonio de aquella vicisitud.

Telesforo despues del destierro rescató la Torre Olaso de Bergara ocupada por los franquistas y utilizada hasta de cuartel y recuperó algunos de los muebles y objetos, que le habían sido incautados y utilizados por el dictador y su familia en el palacio de Aiete de Donostia. Hoy día, la Torre Olaso, su archivo y la propia torre está en manos de la fundación Olaso Dorrea y constituyen sin duda, la mejor imagen del legado de una personalidad tan polifacética y tan plural, que nos pertenece a todas/os los ciudadanos de Euskal Herria.