podemos decir que cada día va a más cierta cultura del seguro y las compañías dedicadas a estos menesteres proliferan sin descanso. Hoy día, junto a los tradicionales seguros de robo, incendio, vivienda, vehículos, de invalidez o muerte, etc. han surgido las más variopintas fórmulas que aseguran lo más inverosímil, incluso hasta una mascota.
Es difícil encontrar alguna persona que no sea titular de una póliza de algún tipo de seguro y son diversas formas de cómo han accedido a su titularidad. Bien motu proprio, convencido de cubrir esa posible necesidad; bien por el machaqueo de la publicidad, por tener algún pariente amigo o conocido que le ha animado a algo que ya estaba pensando; o bien porque algún agente de cualquiera del amplio abanico que operan le ha regalado el oído con el estribillo de que contratando el seguro en cuestión va a estar con enorme tranquilidad para los restos y va a disfrutar de unas ventajas que en ocasiones piensas que sería bueno pasase algo en el objeto asegurado para probar tantas cosas buenas prometidas.
Pero la realidad es en bastantes ocasiones muy distinta. Acontece cualquier circunstancia que te implica para acudir a la compañía con la que contrates la póliza y en ocasiones ocurre que da la impresión de que está todo asegurado menos lo que te ha ocurrido y las disculpas de mal pagador afloran en tropel. Se te queda la cara de tonto y si consigues que medio te hagan algo de caso, llega la segunda parte los gremios contratados por la aseguradora se demoran, llegan cuando les parece y te advierten enseguida que esto y lo otro no entran en la póliza. Terminas pagando parte de su intervención y el cabreo se generaliza.
En estas fechas he sido protagonista de uno de estos desaguisados y es que desde agosto que se produjo un escape de agua en un baño, la compañía con oficinas en la calle Prado de Gasteiz no ha dado una en el clavo. Una cosa sencilla fue vista por los operarios contratados e incapaces de saber lo que había y así mes tras mes. Se les insinuó que podía tratarse de una llave que goteaba y fue que por fin pagándolo del bolsillo propio al fontanero en cuestión se arregló. Y para más inri, la factura sin especificar ni el nombre del que la expide, ni IVA, etc.
Todo ello ha terminado en una denuncia ante consumo del Ayuntamiento y otra en Hacienda Foral. Veremos en qué queda, pero la falta de profesionalidad de la aseguradora como de los gremios que contrata son un claro exponente para huir de tan nefastas actuaciones.
Fernando Semprún Romeo
Vitoria-Gasteiz