Vaya por delante un asunto del que es mejor no hablar o, si lo hacemos, hay que seguir la corriente general y colocar al homicida de Olot en el apartado de los trastornados movidos por impulsos criminales ciegos, sin motivos plausibles.

Curiosa la cantidad de detalles del cuádruple homicidio que han aparecido. Primero se dijo que al homicida le habían despedido y pagado con un talón sin fondos, y luego que lo iban a despedir. Más tarde se añadió que el homicida iba vestido de vaquero haciéndose el chérif por el pueblo, con lo que el país puede dormir tranquilo: ¡Bah, un tío loco! Las noticias que ahora se añaden inciden en esa locura y en el capricho criminal: no iba a ser despedido, aunque le adeudaran varias pagas, y tenía problemas con la tarjeta de crédito, que se suponen oscuros, pues debía desde hace años 5.500 euros, con la tarjeta de crédito, insisto, y al quedar en el aire el origen de la deuda ésta induce a las suposiciones de reglamento.

En resumen, que las pedestres explicaciones han dado al traste con un relato de los tiempos que ejemplificaría estos: un tipo harto de la situación económica que padece -la misma que varias decenas de miles de españoles- y en un arrebato de locura, por completo obcecado, mata a cuatro vecinos. Un Puerto Hurraco sin honores dañados ni odios cainitas y ancestrales de por medio. Mejor la segunda versión y las que vengan a continuación con los sucesivos programas de investigación televisiva y tertulias de por medio. Causan menos alarma social.

A estas horas quedan unas familias rotas camino del olvido y de la tragedia privada, hundidas en el dolor de lo irremediable.

Son cosas de las que es mejor no hablar porque a fin de cuentas lo feo viene solo. Por ahí andan sueltas la tira de dolores y de decepciones. A la gente hay que venderle, a buen precio, a precio fuerte, satisfacciones y cuantas más satisfacciones, mejor. Lo decía Manolo Escobar y ese sí que sabía.

Otro si digo, que no es nada del otro mundo, porque es de éste, si en Estados Unidos ejecutan a una persona utilizando productos químicos para sedar animales. A fin de cuentas la pena de muerte es una animalada.

Pero ese es un buen titular de prensa, no para concienciar a nadie, sino para hacerle temblar un poco, lo justo, antes de seguir adelante con las perspectivas navideñas de mesa y bodega que de eso se trata, así que está de más estar en contra de la pena de muerte porque, con o sin nuestra opinión, van a seguir ejecutando reos en uno de los sistemas judiciales más salvajes que hay en el planeta. ¿A quién importa?

A nadie. Justo una historia de terror para dormir mejor. Y para historia de terror la de Kosovo. Se las trae. A una de tantas de las de Kosovo, porque el pozo de mierda de lo allí sucedido en las puertas de Europa, en la cristiana, religiosísima y laicísima Europa, tanto que amabas están en su esencia, es de tal profundidad y espesura que pasarán décadas antes de que se sepa de verdad lo que allí sucedió, aunque se sospecha porque como el autor del informe reservado del Committee on Legal Affairs and Human Rights, de la UE: "Cosas que mucha gente sabe allí, pero que nadie cuenta".

Ahora resulta, que según ese informe reservado que no lo ha sido tanto, el presidente de Kosovo, Thaci "era considerado por los informes de los servicios secretos de varios países como el más peligroso de los padrinos del hampa". Era un mafioso, un señor de la guerra, tribal, un prestigioso bandido, jefe de bandas, hasta ayer mismo, reconvertido a la bandera azul de las estrellas que ya da más risa que otra cosa.

Y no sólo eso, sino que los kosovares tenían unas granjas de engorde, digo bien, de engorde, de presos serbios con objeto de ejecutarlos para quitarles los riñones y vender éstos al mejor postor. Uno de los tratantes y matarifes sería el presidente Thaci.

Parafraseando a Albert Pla, en su La dejo o no la dejo. ¿Me lo creo o no me lo creo? Necesito tu consejo. No, mejor que nadie nos aconseje. No hay consejo que valga.

Es cuestión de fe o mejor, de incredulidad radical. Salvo en la belleza. En la belleza creo, creemos. Y si tuviéramos un buen puesto, creeríamos más.

Siempre he dicho que desnudos y amontonados en un vagón de ganado no abultamos gran cosa. Pero eso fue hace mucho, en la época de los demonios. ¿Pero ahora? Estamos en Europa, sí, pero esto sucedió anteayer, en Europa, mientras aquí el cuto de la construcción estaba engordando, engordando. Hasta que llegó San Martín.

Investigará la Unión Europea, dicen. ¿Me lo creo o no me lo creo? Me lo crea o no, la investigación quedará en nada porque hacerlo de verdad equivaldría a admitir la exacta participación del occidente europeo, vasallo de los Estados Unidos, en la guerra de Kosovo de donde recibimos, como de todos lados, las noticias que conviene.

Por eso, hay que poner en duda y dejar en humo de pajas el informe de 176 puntos y 44 notas elaborado por el Committee on Legal Affairs and Human Rights, de la UE.

¿Me lo creo no me lo creo? No, lo digo por comentar. Y porque mientras estas cosas no pasen en nuestro pueblo podemos dormir tranquilos.

Y además, ¿qué? ¿Que el nuevo mandatario kosovar Hashim Thaci "era considerado por los informes de los servicios secretos de varios países como el más peligroso de los padrinos del hampa"? Menuda novedad. Otro más. Sin contar con que no hay padrino del hampa que valga. La honestidad de los políticos, ya manden en Madrid o en nuestro gache, depende de si me encargan algo o no, si me pagan por lo fino o me halagan o me dejan participar del pastelón. Eso lo cambia todo. Me creo lo que haga falta y descreo lo mismo, lo que manden, lo que ordenen, lo que aconsejen, mientras ponemos en adobo el gorrín navideño y miramos con unción sus riñones, su capita justa de grasa suculenta, suculenta, que tantas satisfacciones va a darnos, porque de darnos satisfacciones se trata, a precio de oro.