POR más que algunos se aferren al axioma políticamente correcto de que nada ha cambiado y los nuevos planteamientos sean "más de lo mismo", a estas alturas es inútil negar la evidencia. Nunca hasta ahora, a lo largo de su historia, la izquierda abertzale que abarca a lo que fue la ilegalizada Batasuna había hecho pública una propuesta política del calado que ayer planteó en Pamplona. A la hora de interpretar los equilibrios semánticos que los representantes de esa sensibilidad política se ven obligados a emplear, hay un dato novedoso que merece la pena tener en cuenta. Se trata de un proyecto unilateral, no subordinado, soberano, en contraposición a todos los modelos anteriores, desde la Alternativa KAS a la propuesta de Anoeta, superando la tutela e incluso la complicidad de ETA. Y precisamente para subrayar esa autonomía, hablan de un proyecto que rechaza la violencia y cualquier apoyo al uso de la violencia, la amenaza o la extorsión. Unas bases similares a la de cualquier otra formación política homologada, lo que hace suponer a los promotores de este proyecto que queda respondida de manera fehaciente cualquier interpelación que se les haga sobre la violencia. Manifiestan, por ello, su convicción de que pueden ir preparando los estatutos para su legalización. No es, por tanto, cierto, que la ex Batasuna no haya hecho los deberes. Otra cosa es que se le exija un plus para dar esos deberes por buenos, y de ello no se van a librar. Es lo de siempre, que lo que a ellos les parece un enorme paso, a los demás les parece todavía insuficiente. Y ellos lo saben. Saben que no va a bastar que rechacen la violencia, todo tipo de violencia, incluidas, por supuesto, las torturas, los malos tratos, la venganza penitenciaria, la extorsión, la amenaza y la kale borroka. Saben que deben correr el riesgo de nombrar a ETA a la hora de manifestar ese rechazo absoluto a la violencia. Y no lo han hecho. No basta con que en su interpretación -objetiva y honesta- el pronunciamiento de ayer tiene más valor que una tregua, que ya no importa lo que ETA diga o deje de decir, que el nuevo proyecto deje a la organización armada huérfana de apoyo social. Tendrá que llegar un momento en el que las tensiones internas les libren de la semántica y no impidan la máxima claridad para pedir a ETA que se disuelva.