No seré yo quien juzgue ni critique la visita de Su Santidad Benedicto XVI. No es mi intención crear polémica sobre un tema que tiene las almas tan controladas. Sólo intento que cada uno piense en lo mas profundo de su ser si en esa realidad cristiana que le ofrecen encuentra consuelo, alivio y respuestas.

¿Todo el mundo cree que Dios está de acuerdo con el lujo vaticano? ¿A qué dedican su tiempo todas las legiones de cardenales y catecúmenos que habitan el Estado vaticano? ¿Es todo eso necesario? ¿No sienten cómo se revuelven los astros en el cielo cada vez que uno de nosotros pisa sin sublevarse esos suelos de mármol?

Sería bueno que esa carrera de Su Santidad por las calles de Barcelona, haciendo caso omiso a la gente que se agolpaba para verle, nos diera pie para pensar y para buscar la respuesta dentro de nosotros mismos.

Creo sinceramente que si Dios le habla al Papa, también nos habla a todos y cada uno de nosotros y de una forma más clara. ¿No debía ser más cercano y dejarse de tanto beso en la mano? ¿Por qué no recibimos mensajes de Dios a través del sucesor de Pedro en la tierra? ¿Por qué son siempre los mismos, como una letanía caduca? ¿Acaso no le dice nada? ¿Acaso nos ha dado de lado? Busquemos pues la respuesta correcta, cada uno la suya, hacia adentro y sin miedos, quizá no tenga mucho que ver con la que viene impuesta.