había una gran alfombra -verde, creo recordar- en el centro, con juguetes esparcidos por los rincones y niños alborotados con batines de rallas. La sala, austera y con una pequeña efigie de Mikel Gurea -asociada desde entonces a mi infancia-, estaba en el pabellón adjunto a un convento de frailes. Aquello podía aparentar un colegio normal, pero no lo era. Se trataba en realidad del periodo de adaptación de un puñado de padres y madres que a medidados de los años sesenta optó por embarcarse en una aventura casi proscrita -un camino entonces muy incierto- por una escuela propia, guiada por una forma de ver el mundo y por el amor al euskera. Y emergió gracias a la generosidad y entrega de personas como Jesús Atxa en nuestro caso o los alaveses Antonio Muro o Jesús Guerra, éste presente hoy en nuestra portada a modo de reconocimiento a toda una generación. Hoy se celebra en el centro cívico de Ibaiondo de Gasteiz algo que puede aparentar un acto académico normal, pero no lo es. Se trata en realidad de un sentido homenaje a todos aquellos padres y madres, andereños y maixus, impulsores anónimos y prohombres de la cultura que hace cuatro décadas se arriesgaron echándose al hombro el primer movimiento de las ikastolas. Sobre aquella vieja alfombra verde hoy se cimenta un centro con miles de alumnos y cooperativistas, modernas instalaciones, página web y el sólido edificio de un proyecto educativo multilingüe, plural, libre, crítico e integrador. Eta zuei esker. Izan zaretelako gara, garelako izango dira. Bihotzez, eskerrik asko.
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