el asesinato de dos oficiales de la Guardia Civil en la base de Qala-i-Naw en Afganistán y de un intérprete iraní con nacionalidad española, tiroteados por el chófer afgano de uno de ellos, arroja más sombras sobre la cada vez más cuestionada presencia de tropas españolas en el contingente de la OTAN al servicio de EEUU. Más allá de la autoría del ataque y de que la revuelta posterior contra la base fuera alentada por talibanes en lo que pareció ser una acción coordinada en dos fases, la muestra de rechazo social que mostraron los vecinos afganos atacando al destacamento español evidencia un creciente rechazo social a la ocupación y pone en cuestión la difícil relación de convivencia, muy lejos de las idílicas imágenes que la propaganda oficial de los estados que participan en la misión en Afganistán tratan de vender a la opiniones públicas europeas. Es una realidad que tras cuatro años de guerra, las tropas de EEUU y la OTAN no han conseguido imponer su poderío militar a la resistencia talibán -el presidente Obama anunciara en diciembre de 2009 que las tropas estadounidenses comenzarían su repliegue en julio de 2011,- ni organizar un modelo de estado estructurado al margen de los poderosos señores de la guerra, de las mafias que controlan la producción y el tráfico de drogas, del fanatismo religioso, que sigue oprimiendo a las mujeres como durante el anterior régimen talibán, de la miseria económica y de la corrupción política del presidente mafioso Karzai, denunciada por todo tipo de organismos sociales y económicos independientes y grupos de defensa de derechos humanos. Al contrario, la muerte constante de civiles inocentes en operaciones militares y bombardeos indiscriminados de las tropas aliadas está abriendo una brecha cada vez mayor con la ciudadanía afgana. En realidad, en Afganistán no hay lucha por la democracia y los derechos humanos ni misión humanitaria alguna. Los soldados de la OTAN están allí en misión de guerra, como lo demuestra el ataque insurgente de ayer contra dos bases de la Alianza Atlántica. Pero una guerra que empezó siendo contra el terrorismo internacional y que por el camino no ha solucionado nada: ni se ha desmantelado Al Qaeda desmontando el régimen que supuestamente amparaba a Osama Bin Laden, ni se ha mejorado la vida de los afganos, sumidos desde hace décadas en una tragedia bélica sin fin.
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