QUÉ mal rollo, señores. ¿Saben lo que es el bisfenol-A? Yo jamás había oído hablar de él; confieso que tampoco del B y del C, pero acabo de conocer al primero. Se lo presento: es un producto químico integrante de los plásticos de los biberones, envases alimenticios y otros objetos cotidianos como los discos compactos, que puede afectar a diferentes sistemas del cuerpo, como el nervioso, la glándula mamaria, la próstata o el páncreas; también está presente, atención, en los recibos de caja y demás resguardos o justificantes de pago, como el papelillo que escupe el cajero automático cuando le pides los últimos movimientos o el estado actual de la cuenta de ahorro, craso error en ambos supuestos. Hay cierto revuelo en Francia con esta historia, y no me extraña, a pesar de que la empresa Koehler, líder mundial en fabricación de papel térmico, asegura que la cantidad constatada es mínima, "del orden de algunos microgramos". O sea, que sí hay bisfenol-A. Imagino que no a todo el mundo le afectará de la misma manera el ataque de esta sustancia enmascarada: algunos jamás se enterarán aunque se traguen los recibos del cajero o le den un chupetón, quién sabe por qué, a un cedé de Lady Gaga; otros, sin embargo, y atendiendo a las posibles consecuencias apuntadas en las primeras líneas, quizás noten un hormigueo en sus partes, les crezcan las tetas o se despidan del páncreas, que ahí estaba y nosotros sin saberlo. Moraleja para hipocondríacos: cuidado con lo que llega a sus bocas. Moraleja general: si sabe mal, escupan.
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