EL ser humano es un consumado especialista en inventar competiciones absurdas. Algunas de ellas llegan a ser tan peligrosas como la que este fin de semana ha terminado con la vida de Vladimir Ladyschenski, el aspirante ruso en el campeonato mundial de sauna. Este deporte, por decir algo, consiste al parecer en aguantar el mayor tiempo posible en una sauna que se calienta a 110 grados centígrados y en la que se va añadiendo agua cada 30 segundos. A Ladyschenski le dio un colapso en la disputa final por el título ante el finlandés Timo Kaukonen, quien también tuvo que salir en camilla. En la larga historia de las competiciones necias quizás haya capítulos dramáticos como éste, pero no los conozco; eso sí, la lista deportiva es larga, y seguramente ustedes podrían añadir más: lanzamiento de hueso de aceituna, de azada, de tronco grandote, de txapela, de escupitajo... todos ellos con juez y metro para que no existan dudas; comer en cinco minutos el mayor número posible de hamburguesas con queso, salchichas, melones, sardinas, sartas de chorizo, fuet o salchichón; beber a toda velocidad agua, vino, trinaranjus, cerveza, mojitos; correr por una pronunciada pendiente campestre detrás de un queso que rueda mejor que los participantes; aguantar la respiración bajo el agua, a cuanta más profundidad mejor. Todas estas, no sé, disciplinas, demuestran sobre todo que a ninguna otra especie sobre la Tierra le gusta tanto competir como a la humana. Algunos siempre buscan ganar, otros sólo quieren divertirse. Mejor la segunda opción.