EL otro día, paseando por los canales de la tedeté de Euskaltel, me topé con uno que ofrecía un programa dedicado a los lugareños de una zona, en este caso Andalucía, que viven alejados de su terruño. Se titulaba, creo, Andaluces en el mundo, en un alarde de originalidad. No sé si esta emisión es anterior o posterior a sus gemelas -y perdón si no se titulan así, pero vienen a ser lo mismo- Españoles en el mundo, Extremeños en el mundo, Vascos en el mundo... hasta el infinito y más allá: pongan el gentilicio que quieran. ¿Dónde están las ideas, señores programadores? ¿Se fabrican en serie? ¿Que ha sido de la originalidad? Es un ejercicio masoquista, lo sé, pero si dedican unas horas a pasear por los canales de sus tedetés, si la tienen, se darán cuenta de que hay hijos de una misma madre que ofrecen lo mismo en diferentes horarios y días; en otros casos, como el apuntado al comienzo de estas líneas, un programa se repite en unas cuantas cadenas modificando los protagonistas; y no faltan las emisiones imbéciles, que han contagiado a todos, en las que gentes supuestamente famosas se escupen, insultan y hasta desnudan entre el aplauso del público y la aquiescencia del presentador (juro que el domingo a media tarde vi a una rubia neumática que se quedó en pelotas después de que un tipo le arrancara el vestido, por cierto, más corto que mis calzoncillos: ella se pavoneó feliz por el plató). No voy a defender a estas alturas el interés de La clave o la diversión de La casa del reloj, pero la tele se puede hacer algo mejor, ¿no creen?.
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