En política hay discursos facilones. Son problemáticos, porque generalmente apelan a las tripas del ciudadano y suelen caer en la demagogia barata. De ahí al populismo hay un paso y ejemplos no faltan. No hace falta recorrer muchos kilómetros. Pero no nos desviemos. Hablo del discurso político facilón porque andamos estos días en intensos debates económicos de los que joden los bolsillos de los ciudadanos y, sobre todo, de los votantes -no se engañen-. Por ejemplo: no puede decirse que el anuncio de Angela Merkel de cargarse 10.000 empleos públicos sea electoralista; sí que lo fue su anuncio pre elecciones de que no iba a subir los impuestos, más que nada porque sus estimados votantes la estaban friendo en las encuestas por el multimillonario desembolso que la locomotora europea estaba preparando para salvar a economías en naufragio como la griega. No confundamos, una medida de difícil venta no implica que sea proporcionada o idónea, como tampoco el silogismo funciona a la inversa. Esta chapa teórico-filosófica viene a cuento de la traída y llevada subida de presión fiscal a las rentas altas. No veo dónde está el problema; ignorancia, seguro, o será que no me incluyo en ese grupo, claro. Si se ha apretado el cinturón la clase trabajadora del sector privado -dos años de ERE en sus diversas modalidades- y ahora la del público -con bajada de sueldo-, si todos vamos a pagar la misma subida del IVA, si esa misma renta alta dudo que, por ejemplo, renunciara a su correspondiente cheque bebé, por qué ahora no pueden sumarse al estrechamiento de correa general rentas más que holgadas.