EL otro día me encontré con un conocido del barrio al que no veía desde hacía bastante tiempo. Prácticamente al instante teníamos un conocimiento actualizado de cada una de nuestras vidas, en esa capacidad social de ir a lo sustancial. Me comentó que llevaba más de un año en el paro y que la cosa estaba jodida, que no encontraba nada y que no hacía más que moverse pero que aún así... Me dijo que menos mal que la parienta sigue, pero que andan muy ahogados, y encima los críos... Llevaba una carpeta debajo del brazo llena de currículums. "No sabes la pasta que me estoy dejando en fotocopias, ya no sé ni los que he entregado". Nos despedimos, le deseé que tuviera suerte en su búsqueda, y le di ánimos ya que, según dicen, estamos a punto de salir de la crisis.
Realmente existen cosas que están fuera de nuestro control y, evidentemente, lo laboral, y por ende lo económico, en algunos momentos dirige nuestras vidas colocándonos en un delicado equilibrio que cuando las circunstancias son negativas, amenaza con apartarnos del mercado. En momentos como éstos, el Estado de Bienestar se convierte en una garantía que nos confirma como ciudadanos que tienen unos derechos adquiridos gracias a la consecución de unos deberes propios y ajenos. Y sobre todo a una responsabilidad que nos otorga ciertas garantías que, en la mayor parte de los casos, nos permite continuar mejor o peor con nuestras vidas.
En momentos como los que estamos viviendo, es totalmente demagógico el modo en el que ciertos políticos extienden la máxima de que la austeridad es necesaria en el gasto público para mantener la estabilidad del estado de bienestar. Para ellos, la austeridad, evidentemente, va acompañada de recortes, y de este modo y sigilosamente aprovechan para ir restringiendo y estrangulando ciertas actuaciones, que en muchos casos van a menoscabar los servicios que se ofrecen. Cuando plantean estas restricciones, lo primero que te preguntas es lo qué han estado haciendo los gestores en todo este tiempo.
Es evidente que se tiene que seguir mejorando día a día en la búsqueda de una eficacia y la eficiencia en el diseño de políticas adecuadas y responsables que racionalicen el gasto en todos los tiempos, tanto de bonanza como de crisis. Unas garantías de servicio adecuadas vienen definidas cuando con los recursos económicos y profesionales disponibles se ofrecen cada vez mejores prestaciones. Algo que es posible si los gestores políticos diseñan planes acordes con las realidades y las demandas.
Algo que mejor o peor se ha ido acometiendo muchas veces con grandes logros, pero que desde diversas tendencias políticas tiende a obviarse y se prefiere cargar la culpa en los excesivos costes. Los recortes, indudablemente, suponen una peor calidad de la atención que repercute en los usuarios y también en los diversos profesionales que se ven en numerosas ocasiones como cabezas de turco. Privatizaciones, calidad de trabajo precarias, eventualidad... representan sólo algunas de las medidas impuestas arbitrariamente con la excusa de que no hay dinero.
Me comentaba un profesional de lo sanitario de que en según qué casos, cuando un paciente abandone el hospital se le expenderá una factura con los gastos que ha supuesto su ingreso. Esto, en mi opinión, resulta totalmente indignante, ya que todos somos conscientes en mayor o menor medida de los gastos que podemos ocasionar si hacemos uso de los servicios a los que tenemos derecho como ciudadanos. No hay que confundir la información acerca de la racionalización y la responsabilidad en el uso de los recursos sanitarios con la presentación capciosa del importe.
Hace falta ser manipuladores para presentarnos unos gastos a los que no se olviden tenemos derecho por ser habitantes. Si jugamos a eso, planteemos por ejemplo el fracaso rotundo que han tenido a la hora de gestionar eficientemente determinados departamentos dentro de lo público. A nivel general por haber hecho frente a la crisis como una comparsa que ha obviado un intervencionismo estatal y autonómico necesario, y que con el tiempo va dando poder a la concertación y las privatizaciones. Quieren austeridad cuando no se han tomado las medidas necesarias y fundamentales anteriormente.
Si tanta es la desesperación, por qué no se hace frente de una vez por todas a la economía sumergida, al blanqueo del dinero negro. Qué ocurre con el enriquecimiento ilícito de determinados personajes y estamentos, con la corrupción. Por qué no se pone freno al poder descomunal y esclavizante de los bancos y las multinacionales. Por qué no existen unas regulaciones económicas y sociales acordes con la realidad y que otorguen derechos y deberes efectivos. Qué va a ocurrir con toda la especulación mercantil e inmobiliaria que ha hipotecado muchas de las vidas de los ciudadanos.
En definitiva, supongo que saldremos de la crisis, pagaremos de nuevo un alto precio (unos más que otros), pero las cosas volverán a estar igual o peor que antes. El fracaso del modelo económico sobre el que estábamos viviendo ha sido evidente, y teníamos la oportunidad de hacer uno nuevo en donde los estados a través de un intervencionismo podrían haber puesto los pilares para definir parte de las directrices necesarias para dar una calidad efectiva a sus políticas.