El acuerdo de los líderes de los dieciséis países de la zona euro para apoyar a Grecia en el desafío de sanear sus finanzas públicas traslada por primera vez a la práctica la estructura confederal de la Unión Europea y podría ser el inicio de un verdadero gobierno económico conjunto, aun cuando de momento se trata más bien de una obligación ante la amenaza de que la economía griega arrastre consigo a otras. De hecho, parte del acuerdo logrado ayer en Bruselas se debe a la preocupación de Francia y Alemania cuyas bancas tienen comprometidos respectivamente 55.300 y 31.600 millones de euros en Grecia a que la infección de la economía griega contagie a otras, incluido el Estado español, cuyos datos económicos salvo en el caso de la deuda pública, que Atenas duplica son similares o incluso peores a los del país heleno: 11,4% de déficit por el 12,8% griego, 20% de tasa de riesgo en ambos casos y mayor paro y crecimiento interanual negativo en el caso español. Pero junto a la firmeza del eje franco-alemán, instalado ya como columna vertebral de la UE, la cumbre de Bruselas ha puesto en evidencia algo más: la nula relevancia en la misma de quien es ahora su presidente de turno, José Luis Rodríguez Zapatero. Aunque su vicepresidenta económica, Elena Salgado, desde el Congreso; y su titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos desde Gasteiz protagonizó en la capital alavesa la cuarta visita de cortesía de un ministro a Patxi López en quince días trataran de cambiar la realidad, lo cierto es que Zapatero no ha tenido más papel en la cumbre que la de participar en el desayuno de los líderes de la UE. De hecho, el presidente de turno no estuvo en las conversaciones con el primer ministro griego, George Papandreou, en las que sí participaron Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, junto al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, y el presidente del Banco Central Jean Claude Trichet. Es decir, lo que el propio Barroso definió como el "mayor nivel de responsabilidad" de la UE. La ausencia de Zapatero fue tan notoria que sólo puede ser resultante de un aislamiento internacional ya intuido por las ausencias ministeriales en la cumbre de Competitividad de Donostia.