Ante tan interminable debate, no puedo evitar unas cuantas de preguntas. Con ley o sin ley, algunas jóvenes abortan y seguirán abortando. Y lo hacen o harán por encontrarse, tras un embarazo imprevisible, en un callejón sin salida. Abrumadas, asustadas y solas, al no tener apoyo ni de su pareja, ni de su familia. ¿No es una actitud hipócrita el defender el nacimiento de la criatura, a toda costa, para una vez alumbrado el bebé lavarnos las manos y consolarnos con un Dios proveerá? Claro que provee, pero no con milagritos sino apoyándose, por ejemplo, en un buen legislador que ayude a resolver problemas. O en unos aitites y amamas que se dejan la piel. Lo de los pajarillos del cielo y los lirios del campo es un relato encantador, pero para que las criaturas coman, vistan y puedan sobrevivir tiene que haber alguien que se ocupe de ellos las 24 horas del día. Y habrá de hacerlo, además, aceptando la invisibilidad de su propio yo y derrochando amor si quiere que las cosas salgan medio bien.