Si la pelota de la socialización del club está en el tejado de los alavesistas -como dice la entradilla de La Pregunta a los lectores-, estamos aviados. Los alaveses, en general, estamos demasiado acostumbrados a no hacer, pero sí dejar hacer y esperar que los demás nos saquen las castañas del fuego, a ser posible las instituciones, la Caja, grandes empresarios benefactores de las grandes familias o el Gobierno Vasco, al que se apela siempre con el eterno agravio desde el complejo alavés.

Y con los alavesistas albiazules, en particular, ha pasado históricamente tres cuartos de lo mismo. Estamos a muerte con nuestro Glorioso hasta que toca apoquinar y arrimar el hombro para salvar la grave situación financiera por la que atraviesa el club. Entonces todos miramos para otro lado, o como siempre, apelamos a las instituciones de todos los colores. O, como fue el caso, nos entregamos en brazos del primer mafias que pasa por aquí una vez que el gran benefactor Gonzalo Antón da la espantada.

Ahora, Ortiz de Zárate se está frotando las manos porque sabe mejor que nadie que la masa albiazul no va a responder en la ampliación de capital, que él va a seguir manteniendo el control del Deportivo Alavés -apelando a su sacrificio por el espíritu albiazul y, con él, a la magnanimidad de las cajas que le avalen- mientras se sanea y que será el primer beneficiario de su posterior revalorización. Encima va a poder decir a la masa social albiazul "ya tuvisteis vosotros oportunidad de ir a una socialización que no se cubrió y he tenido que salir otra vez como salvador". Y con razón.