Forman parte del pelotón de bandas independientes vascas que están agitando el underground musical del país. Como muchas de ellas (Tatxers, Borla, Sal del coche, Ezezez), TOC fueron creciendo a través de la red de gaztetxes y buscándose la vida por su cuenta. Después de la buena acogida de su segundo LP, Jaioak hiltea zor (2024, autoeditado), el joven cuarteto de Mungia (Mikel Bilbao, batería; Aitor Etxebarria, guitarra; Ander Goitia, bajo; Xabier Bilbao, voz) ha dado un salto adelante, fichando recientemente por la discográfica Oso Polita bajo el paraguas de la promotora Last Tour de Bilbao.
Como cuentan en esta entrevista, la decisión de abandonar la autogestión ha sido fruto de la necesidad de no quedarse atrás (o directamente morir sepultados) por el vertiginoso ritmo de un presente musical supeditado al capricho del algoritmo para catapultar hacia el estrellato la carrera de un artista. En el caso de TOC, se han tomado su tiempo para ganar adeptos y concretar su sonido: una suerte de rock del siglo XXI que no teme a las nuevas tecnologías, abrazando los sintetizadores y las infinitas posibilidades digitales. La unión del clasicismo de las guitarras eléctricas con sonoridades más modernas -que no dejan de ser herramientas al alcance de una banda con una singular capacidad para transmitir pellizcos de emoción- es una de sus principales bazas. Los de Mungia son uno de los cuatro proyectos musicales vascos (junto a Nakar, Mikel Azpiroz y Rüdiger) que este año participan en el programa Artistas en Ruta (AER), ofreciendo conciertos por toda la península durante el primer semestre del año. A finales de mes, el viernes 30 de mayo, TOC también tocarán en el macrofestival Ekinez Jaialdia de Bergara durante la gira de presentación de Jaioak hiltea zor.
¿TOC se podría definir como un grupo de contrastes? Mezclan instrumentos clásicos del rock con sintetizadores, guitarras y autotune, hablan de vida y muerte, etc.
-Se podría decir que sí. Es interesante jugar con elementos a priori contrapuestos. Nos gusta entender la música como herramienta para expresar cosas complejas y meter en la misma fórmula conceptos supuestamente contrarios entre sí.
¿Hacer música tan variada no puede despistar al oyente o es marca de la casa y, por lo tanto, es algo que no se negocia? Hilkutxa zuria o la instrumental Zor parecen canciones de dos grupos diferentes.
-Si las escuchas sin contexto y aisladas, es posible que sea así, pero ambas forman parte de una idea común y le dan sentido a lo que hemos querido transmitir con el disco. Nos sale componer de esta manera. Que despiste al oyente no me parece que esté mal, siempre y cuando sea una expresión artística y no simple marketing o publicidad. Últimamente, se tiende a explotar continuamente una fórmula que funcione para que al oyente se le haga familiar desde el principio, el algoritmo lo identifique rápidamente y sepa a quién recomendar una canción.
¿Cómo se puede salir del laberinto de los sesgos algorítmicos?
-Tampoco se trata de alejarse de la gente, pero la búsqueda de nuevos territorios se parece más a una creación genuina que a repetir una y otra vez los mismos recursos que ya dominas a la perfección.
Oso Polita: una familia bien avenida
La discográfica con sede en Bilbao se ha ido erigiendo en la punta de lanza de la música facturada en Euskal Herria. Aunque siguen contando con algunos nombres destacados del indie estatal (Nacho Vegas, Egon Soda), esta es la casa de algunos enfant terribles de la escena vasca de los últimos años como Chill Mafia, Ben Yart y Hofe, con quien en 2023 TOC firmaron su gran hit, Bi miru gu, que tanto recuerda a los himnos de la primera época de los ingleses Bloc Party.
La banda de Mungia se mueve bien con sus nuevos compañeros de sello. La sintonía es más que evidente. A finales de marzo lanzaron un tema conjunto con los guipuzcoanos Mirua, también de Oso Polita, donde unen fuerzas en un tema de pop electrónico titulado Lau begi eder. En un principio, los mundos de TOC y Mirua pueden estar un tanto alejados, pero el resultado termina encajando en el espíritu inquieto de ambas formaciones. “Nos escribieron muy muy motivadas. La canción pertenece al nuevo disco que van a sacar, nos gustó y tiramos para adelante. Es un temazo”, explican desde TOC.
Anegauta, un corte que pertenece al primer álbum de TOC, Zidazun (2021), fue versionado (o más bien reinventado) por sus ahora compañeros de sello Airu a finales del año pasado en su último EP, YO NO SÉ NADA! NADA!!!, demostrando así que los vasos comunicantes también llevan en su interior sorpresas agradables. Aquel desgarrador y rockero tema se convierte en un tema absorbido por una atmósfera inquietante, que añade matices de banda sonora de las películas de David Lynch al ADN indie-pop de Airu.
Ametsen batean transmite la melancolía de Family o New Order cantado en euskera, alguna otra canción remite al indie británico de los 2000… ¿Cuáles serían los grupos que han marcado a la banda?
-Belako y Lukiek, los primeros. A raíz de ellos hemos conocido música que claramente los han influido y, a su vez, han tenido un impacto en nosotros como los Strokes, The voidz, Itoiz o Hertzainak. Ahora mismo Fontaines D.C. es el grupo internacional que más nos marca y también hay un montón de grupos de aquí que nos gustan: Tatxers, Borla, J Martina, Chilla Mafia, lo nuevo de Kiliki, Ibil Bedi y muchísimos más.
Es curioso que hayan dejado los temas con más gancho (la propia Ametsen batean, Emoie, la rockera Teilapean habia) para el final. El álbum va creciendo poco a poco, como si fuera de menos a más. ¿Era una idea predeterminada?
-El orden del disco tiene que ver con lo tímbrico y sonoro, que es con lo que hemos querido jugar en este último trabajo. La idea estaba ahí y después fuimos encajando todas las piezas. Emoie nos parecía muy buena canción para terminar y Teilapean habia encajaba muy bien como canción que diera paso a la última fase del disco. En esta parte vuelven a aparecer elementos de ordenador (sintes, cortes digitales, baterías sampleadas…) después de haber venido de un tramo más orgánico (piano, cello, guitarra clásica…).
¿La generación Z, la suya, es más flexible y abierta con los estilos musicales que las generaciones anteriores?
-Esa rigidez tiene que ver con las tribus urbanas, que ya no existen. Toda identificación colectiva es rígida porque se basa en diferenciarse de otros. Creo que estaban bien, servían de espacios de resistencia. El problema es que el capitalismo lo ha absorbido todo y ha convertido en mercancía las identidades, emociones, etc. Ahora no veo más flexibilidad en los estilos; de hecho, son estilos más rígidos, más estereotipados y forzados. Y además no tienen ninguna relación con tu entorno, ni comunidad ni historia ni nada. El asunto es que como son productos que puedes consumir y producir, no hay límite, pero tampoco comunidad. Hay variedad y cantidad de estilos, pero no veo mucha propuesta de estilos nuevos o diferentes.
“En la música mantenerse es imposible: o creces o desapareces”
Vienen de la autogestión y de la filosofía del do it yourself (DIY), ¿fichar por un sello con el peso de Oso Polita significa que por fin la industria musical vasca se ha fijado en su propuesta musical?
-Llevamos tiempo haciendo música y nuestro camino ha sido lento y progresivo. Con el tiempo, hemos logrado abrirnos un hueco en el mundillo musical y ganarnos un público. En este mundo creo que mantenerse es imposible: o creces o desapareces. Y nosotros habíamos llegado a un punto en el que seguir creciendo como grupo resultaba muy complicado si seguíamos haciéndolo por nuestra cuenta (incluso con el trabajazo de Urtzi Iza). Creemos que hemos tomado una buena decisión, estamos muy contentos y con ganas de que se vengan cositas.
¿Qué pasa con la música en Mungia? Parecen remotos los tiempos en los que se asociaba una localidad a una escena, pero ahí están ustedes, Lukiek, Belako…
-También están Armosu, por ejemplo. Supongo que estas cosas se contagian. Ves a gente de tu propio pueblo haciendo música y eso te anima a lanzarte. Pero para que algo así pase es importante que existan espacios comunitarios como los gaztetxes, en los que poder tejer influencias y amistades.