En esta última novela de Peridis, El cantar de Liébana, se entrelaza la historia y vicisitudes de Beato en aquellos remotos y oscuros albores de la Edad Media, cuando toda la Península estaba por reconquistar, con la peripecia, en nuestros días, de Eulalia, una sexagenaria, viuda reciente y de posibles, que para rellenar el vacío de sus días se apunta a un seminario sobre los beatos en la Universidad de Valladolid. Allí conocerá a la simpática Tiqui, una joven alternativa que será su maestra en los códigos del mundo contemporáneo (tan abstrusos para ella como los códices medievales) y al excéntrico Don Crisógono, un profesor que reta a sus alumnos a que hagan un descubrimiento sensacional. “Creo que los lectores pasarán un buen rato, porque el libro es divertido, tiene mucho humor, y además se puede aprender un poco sobre cómo era la Edad Media. También doy unas pinceladas de lo que es Liébana. Tiene unos cuantos atractivos. Además, está muy bien editado, la editorial, Espasa, ha hecho un esfuerzo increíble en la portada y en el interior. Estoy muy contento del producto, independientemente de que se pueda vender más o menos, estoy muy satisfecho porque es lo mejor que yo he sabido hacer a estas alturas de la vida”, afirma sonriente el polifacético Peridis. 

PERSONAL

Trayectoria: José María Pérez González, más conocido como Peridis, es arquitecto, dibujante, divulgador del patrimonio cultural y escritor. Además de las viñetas que publica en El País desde la fundación de este periódico, es colaborador en el programa Aquí la Tierra de TVE y en A vivir que son dos días, de la Ser. También en TVE dirigió y presentó el documental Las claves del románico.

Reconocimientos: A sus 81 años, entre sus otras muchas distinciones, es doctor honoris causa por las universidades de Valladolid y Alcalá de Henares y recibió el Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales 2018.

Publicaciones: Es autor de diversos libros sobre humor, sátira política y divulgación de arte como La luz y el misterio de las catedrales y Hasta una ruina puede ser una esperanza. En 2014 obtuvo el Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio con Esperando al rey. En 2016 publicó La maldición de la reina Leonor y en 2018 culminó su Trilogía de la Reconquista con La reina sin reino. En 2020 recibió el Premio Primavera de novela por El corazón con que vivo.

¿Qué era un beato en la Edad Media? ¿A qué se dedicaba? 

Los monjes se dedicaban al ora et labora: rezar y trabajar. Y el trabajo que escogió Beato, que era teólogo, fue combatir una herejía, porque entonces les preocupaba mucho la religión, sobre todo a los frailes y a los que estaban por encima. El resto de la sociedad no tenían el concepto de felicidad que tenemos nosotros porque su esperanza de vida era muy corta; la mortalidad de las madres y de los niños en el parto era muy elevada, tenían mala higiene, pasaban hambre y enfermedades... La felicidad para ellos era no tener dolor, disponer de comida, sobrevivir, no enfermar y para las mujeres, que no se murieran sus hijos. Pero sobre todo anhelaban que acabara la guerra, porque siempre había una guerra por ahí.

¿Qué similitudes ve en lo que hacían los beatos y en las cosas en las que se implica su personaje Eulalia?

Eulalia se implica en conocer a los beatos. Se ha quedado viuda y le han recomendado que se entretenga en algo, porque tiene 65 años y todavía es joven. Le han dicho que se abra a la vida, que haga amigos, que salga, porque la pobre mujer cae en depresión, o por lo menos en el ensimismamiento. Entonces, a través de la universidad de Valladolid, conoce a los beatos, porque tienen uno, y le entusiasma aquello. Le piden que vaya a Liébana y que conozca el mundo del Beato, al menos el mundo físico. Ahí le empiezan a suceder muchas cosas y se engancha a la vida fuertemente.

A la hora de hablar de beatos es inevitable acordarse de El nombre de la rosa, de Umberto Eco. ¿Le apasiona su obra? ¿Le conoció?

No le conocí personalmente, pero le tuve que sustituir en un pregón del Año Santo Jubilar Lebaniego en 2006 porque no pudo venir a Liébana o no le concertaron bien la entrevista, y tenía que hacer la apertura del Año Santo. Desde la cátedra de Historia antigua de la Universidad de Cantabria me pidieron que, como era lebaniego, le sustituyera en el evento y tuve que hacer casi de Umberto Eco. Él era catedrático de Bolonia, un personaje mundialmente famoso cuyos libros y escritos sobre el Beato de Liébana me han sido muy útiles. He procurado imitarle en lo literario.

“Mi filosofía de vida es renovarse o morir”

Usted es un hombre mayor y El cantar de Liébana es un homenaje a Liébana, a su paisaje, a su personaje, ¿pero en él no quiere hacerse un pequeño homenaje a usted mismo?

Me gusta ese punto de vista y puedo decir que me he dado un homenaje haciendo el libro, porque escribir es recordar. Por algo se dice que se escriben novelas recordando recuerdos. Yo nací a cuatro kilómetros de donde ingresaba Beato, aunque nos separaban 1.300 años, pero he tenido la suerte de no nacer en la Edad Media, porque seguro que a mi edad no estaría vivo. Sí que me pongo en su lugar en unas cuantas ocasiones de la novela, pero también me pongo en la piel de las personas que han ido en busca de las huellas de beato y han encontrado un sentido en su vida, por ejemplo, la investigación. Pasan cosas que son muy de la vida. De eso va la novela, de Beato a través de los ojos de Eulalia, Tiqui y otros personajes.

Portada de su nuevo libro: 'El cantar de Liébana'.

Conociendo Liébana, el paso de la Hermida, el pasaje completo de Unquera a Potes, comprendo el embelesamiento, pero, ¿por qué las personas nos acumulamos en las ciudades?

Porque el campo no da para más y se vacía, porque hay otra forma de vida; la gente quiere tener el hospital cerca. Pasamos a la ciudad porque es el lugar de las oportunidades y la industria y los servicios. Me haces una pregunta que requiere otra novela sobre el por qué nos vamos del pueblo. Porque en el pueblo no se cabe, porque no hay trabajo, la gente tiene que vivir, somos muchos y el pueblo da para pocos.

Al volver su vista atrás para escribir sobre sus recuerdos hace un recorrido nostálgico. ¿Tendrá seguimiento con otra publicación entre personal, nostálgica, costumbrista?

No, porque es posible que yo mire con una cierta nostalgia. Lo he observado con la visión del niño que recupera a través de la novela ciertos ámbitos, pero no para decir que son los que recuerda, sino para pensar que son los de Beato y los que descubre Eulalia y los otros protagonistas. Desde mi pellejo, me he metido en mis personajes y he procurado hacerlos atractivos y elaborar una novela con humor y con los elementos que tienen las novelas: una historia y un desenlace más o menos imprevisto. Me he servido de los trucos de las novelas para dar a conocer a Beato. O de Beato para hacer una novela.

“Escribir es recordar”

El cantar de Liébana tiene a Eulalia como protagonista y manifiesta gran admiración por su actividad. ¿De dónde le viene este interés?

Eulalia surge porque necesitaba un protagonista. Me parece que hasta ahora se han hecho muchas novelas donde los protagonistas siempre han sido jóvenes, guapos y apuestos y, tal vez porque ya tengo una edad, pensé ¿por qué uno, dos o tres protagonistas no pueden ser de otra edad, aunque haya jóvenes también? Además, hoy en día, la mayoría de la población son personas mayores. Yo tengo ya 81 y me he preguntado quién me impide hacer una protagonista que rehaga su vida, que se de cuenta de que hay cosas interesantes por hacer, de que hay mucho por descubrir... Y esa es Eulalia, una mujer que resucita, que se ha quedado sola tras la muerte de su marido. Él era médico y ella enfermera, y se queda sin nada que hacer porque no tienen hijos ni nietos, y pocos amigos. Decide salir y empieza a ver el mundo casi como el que llega por primera vez. Eso es la vida: mirar hacia delante, pero mirando hacia afuera.

¿Su libro anima a las mujeres a renovarse?

Quiero que sirva de ejemplo para los hombres cuando se jubilen. Porque qué mal llevamos la jubilación, qué mala leche se nos pone y qué aburrimiento nos entra. Cuando voy al teatro, me siento y lo primero que hago es contar las mujeres y varones que hay en la fila. La relación es de un 30% de hombres y un 60% de mujeres. Pero es que voy a un museo y lo mismo, en el cine, igual, también en conferencias, exposiciones... Y me pregunto ¿dónde estamos los tíos? ¿Qué hacemos a esas horas? Todas las señoras arregladas, charlando de todo, interesándose por las cosas, con curiosidad... La cultura la sostienen las mujeres. Los tíos, una vez que han dejado el trabajo, mejor o peor trabajo, lo llevan mal; el tiempo nos come por las patas. Por eso escribo, por eso hago la tira diaria en El País, porque no me quiero echar a un lado. Lo mismo le ocurre a Eulalia, que está a un lado y se echa a la corriente para dejarse llevar por el río de la vida.

“La ciudad es el lugar de las oportunidades”

Usted es una persona muy polifacética, que no se encasilla. ¿No le hubiera gustado vivir en el Renacimiento para saber de todo de manera integral?

De algo hay que vivir y uno tiene que tener posesiones de acuerdo con sus gustos, sus talentos y sus capacidades. Cuando llegué a Madrid a trabajar del pueblo me vine en un camión de galletas, porque me tenía que ganar la vida. Tenía el bachillerato elemental, pero me coloqué en una editorial que estaba en la calle de Quevedo, esquina de Cervantes, en frente de la casa de Lope de Vega. Y Lope de Vega se asomaba por las mañanas a la ventana y me decía Peridis, escribe, estudia, no te quedes ahí. Ya me lo decía con 17 o 18 años. Le hice un poco de caso y hacía caricaturas y cosillas. Y luego me apunté al nocturno a estudiar, más tarde hice Arquitectura mientras trabajaba y no dejé de hacer caricaturas. La clave de la vida es renovarse. La gente necesita seguridad, salud y trabajo, pero también renovarse, y para mí, la renovación es empezar una actividad nueva.

A su edad, ¿qué le mueve a escribir? ¿Fuerzas como las que le animan a Eulalia?

Las mismas, en eso me he autorretratado. ¿Por qué? Porque tengo amigas que hacen lo mismo que Eulalia, cuidar al marido al que le ha dado un ictus, visitar a los nietos en Italia porque acaban de nacer, tengo amigas en un club de lectura que se mueven mucho, que están muy activas... El agua que no se mueve y que se estanca cría ranas, y yo no quiero que las ranas salten a mi lado y hagan cruá, cruá, cruá de aburrimiento. Estoy leyendo tres libros a la vez y corrigiendo el mío, mientras pienso en el siguiente. Porque la vida es el presente, pero con futuro, aunque sea un día. Y el futuro lo tiene que conquistar uno. Esa es mi filosofía de vivir: renovarse o morir.