La historia de la moda, e incluso todos los cambios culturales y económicos, podrían seguirse por la forma, diseño, largura y materiales de las faldas de las mujeres en las diferentes épocas. Lo cierto es que eso daría para un artículo entero (o casi para una enciclopedia) pero en estas páginas nos vamos a limitar a hablar de un momento de la historia en el que la largura de la falda fue especialmente importante: los años 60. Fue entonces cuando aparecía en escena la minifalda. ¿Por qué vuelve hoy otra vez a primer plano? Pues porque hace unos días fallecía a los 93 años Mary Quant, la diseñadora que se atrevió a quitarle centímetros de largura a la falda.
Vivía retirada de la moda desde el año 2000 y residía en su amado Londres, la ciudad donde desarrolló toda su carrera. La relevancia de su trabajo podría medirse por los más de siete millones de mujeres en todo el mundo que se calcula que conservan en el armario una prenda de la diseñadora. Como no podía ser de otra manera, en 2019, el Museo Victoria & Albert de Londres le dedicó una merecida retrospectiva. La muestra recogía un amplio espectro del trabajo de la británica.
La llegada de la minifalda, que hoy es una prenda de lo más cotidiana, marcó un antes y un después en la moda, ya que el papel de esta prenda como instrumento de liberación fue crucial y la convirtió en una forma de rebelarse con los establecido. Fue en plenos años 60, una década que llegó para revolucionar tanto el pensamiento como el armario de las mujeres de aquella época. Hasta entonces el largo de la falda no había rebasado la rodilla, pero la agitación y el manifiesto social trajeron consigo un cambio trascendental en el papel de la mujer. No solo porque acortó casi 15 centímetros su falda, sino porque se incorporaba a la vida laboral y por primera vez en la historia tenía acceso a la pastilla anticonceptiva, lo cual significaba la máxima liberación.
Como decíamos antes, durante la primera mitad del siglo XX, la falda sufrió numerosas transformaciones y, con el pasar de los años, su largo se acortó de manera progresiva. La década de los años 20, en los llamados locos años 20, se podría identificar como el momento en que las mujeres incorporan a su diccionario y a su armario el concepto de atrevido y seductor. Sin embargo, todo esto cambió con la llegada de la Segunda Guerra Mundial al final de la siguiente década. Después de años donde la alegría y la opulencia habían llegado el conservadurismo y la austeridad acompañaron a la moda en los años de contienda.
Los liberadores años 60
En medio de este marco histórico llegaron los 60 y su revolución cultural, con nombres como Rolling Stones y The Beatles a la cabeza. Es en ese momento cuando la diseñadora Mary Quant abrió una boutique en Chelsea donde vendía sus diseños, entre ellos la primera minifalda, en 1964. Esta atrevida invención, usada públicamente por la legendaria Twiggy, causó un verdadero revuelo. Hay que tener en cuenta que cuando Mary Quant abrió su primera tienda el Londres, hacía escasos años que se había acabado el racionamiento en Londres y sus diseños coloridos y juguetones son una reacción contra esa austeridad.
Mientas todo esto ocurría en Reino Unido, Francia no estaba dispuesta a quedarse atrás y la minifalda comenzó a ser protagonista de desfiles en prestigiosas casas de moda como la de Emanuel Ungaro, Pierre Cardin y Courreges, de ahí que en alguna ocasión el país galo haya reclamado la autoría de la minifalda y a Brigitte Bardot como su musa, convirtiéndola en la abandera de la prenda.
¿Por qué el nombre mini?
Los que piensen que Mary Quant le puso el nombre de mini por la largura de la falda en cuestión… se equivocan. Ya que eligió esa terminología inspirada en el Mini Cooper, su coche favorito. “El miniauto combinaba perfecto con la minifalda; hacía todo lo que uno quería, se veía genial, era optimista, exuberante, joven, coqueto… todo en su justa medida”, decía Quant en el documental Mary Quant, Mini Cooper, Minifalda.
Aunque tuvo muy buena acogida por parte de los jóvenes y progresistas, no todo el mundo la vio con buenos ojos. Era cierto que la minifalda, prenda con un aire fresco, juvenil y travieso, suponía cierta rebeldía a la generación reprimida de la década de los cincuenta, pero también era el motivo perfecto para convertirla en blanco de numerosas críticas que la tachaban de obscena. Entre sus compañeros de profesión, Mary Quant contó con la aprobación y el rechazo de unos y otros. Mientras Coco Chanel la calificó de “sencillamente horrenda”, Yves Saint Laurent se apuntó a la tendencia y lanzó sus famosos vestidos hiper cortos: Mondrian.
Como le ha ocurrido a otras pendas, una vez aceptada en los armarios femeninos, la minifalda se fue adaptando a las diferentes épocas gozando de mejor o peor salud. Por ejemplo, en los años sesenta la minifalda se usaba con zapatos bajos de correa o botas altas con cierre y medias gruesas con colores fuertes. En los setenta se vio relegada a un segundo plano por la nueva estética hippie llena de pantalones campana y faldas sueltas, pero en la década de los ochenta volvió con fuerza y dio un golpe definitivo encima de la mesa el día que Anna Wintour la introdujo en las editoriales de moda de Vogue.
En España, a otro ritmo
Como ha ocurrido con muchísimas otras prendas o tendencias que en su día supusieron una innovación en los años del franquismo, todo llegó pero tarde… muy tarde.
Las primeras faldas de marca en versión mini se veían solamente en el cine y la televisión, lo que ayudó a la sociedad a irse acostumbrado a tan atrevida prenda. Por curioso que parezca, la clase alta fue la primera que se atrevió con ella poco tiempo después de triunfar en París y Londres. Balenciaga creó un modelo de novia con falda corta en 1964 para la boda del pintor José Caballero con María Fernanda Thomas Carranza, de líneas similares a las creaciones de sus colegas franceses, modelos que hoy en día pueden encontrarse en las líneas retro de firmas como Emilio Pucci Vintage.
Fue Massiel quien sin saberlo (o sí) contribuyó a su normalización. Y lo hizo cuando en el Festival de Eurovisión en 1968 se alzó ganadora vistiendo una minifalda. La cantante había viajado expresamente a París para hacerse con el vestido de Courrèges que luciría en su actuación. Lo cierto es que le dejaron actuar enfundada en ella porque no se consideró que tuviera el carácter subversivo de otras minifaldas cortas gracias a que forma parte de un vestido de aires naif y nada provocativo, con un bajo en ondas y corte evasé.