El sentimiento que le produjo saber que iba a recibir el Alfiler de Oro de la Asociación Mujer Siglo XXI fue “una gran emoción; sentí una tremenda alegría y agradecimiento a esta organización de mujeres vascas que luchan por la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos sociales”, dice sonriente la joven y prestigiosa pianista, que ya ha reservado esta fecha en su apretada agenda internacional para poder recibir el galardón en un acto que tendrá lugar el próximo 11 de noviembre en el Hotel Carlton de la capital vizcaína, en donde se darán cita representantes institucionales, culturales, sociales y económicos de Bizkaia y de Euskadi en general. “Nuestras premiadas son ejemplos a seguir para las mujeres empresarias y profesionales del País Vasco y del Estado en general. Son mujeres que, parafraseando a Rigoberta Menchú, con imaginación no solo saben proyectar la vida de una familia y de una sociedad, sino también el futuro de un milenio. Mujeres empoderadas y que practican la sororidad”, explica sonriente la procuradora navarra de nacimiento y bilbaína de adopción Carmen Miral Oronoz, presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias y Profesionales Liberales MSXXI. Hablamos, pues, con Isabel Pérez Dobarro.

PERSONAL

Lugar de nacimiento: Santiago de Compostela, 1992.

Inicios: Empezó a tocar el piano a los tres años y a los cuatro ya dio su primer concierto.

Aficiones: Fue campeona femenina de Ajedrez de Galicia en cuatro ocasiones y quinta nacional en una ocasión, hasta que lo dejó a los 15 años.

Formación: Estudió en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde en 2010 obtuvo el Título Superior de Piano. En 2012 finalizó un máster de Música en la Universidad de Nueva York. En 2017 se graduó en Derecho por la UNED y en 2018 obtuvo un certificado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Harvard.

Docencia: Desde 2012 ejerce como profesora adjunta en la Steinhardt School of Culture, Education, and Human Development de la Universidad de Nueva York. 

Trayectoria: Ha dado recitales en distintas salas de EE.UU., como Carnegie Hall, Steinway Hall, Yamaha Center, Liederkranz Foundation, Frederick Loewe Theater y Columbia University Faculty House; y de fuera de EE.UU., como Rachmaninoff Hall (Tchaikovsky Conservatory, Moscú), Ateneo de Madrid o la Sala Arturo Benedetti Michelangeli (Bolzano, en Italia).

Vemos ir al Conservatorio a los jóvenes y son muchas más las chicas que los chicos. ¿Por qué entonces parece que hay más hombres compositores o intérpretes exitosos que mujeres?

En muchas disciplinas se debe a la falta de referentes, de ahí la importancia de promocionar la labor de compositoras e intérpretes ya desde los años del Conservatorio. 

En la formación de una pianista de éxito, ¿qué suele pesar más, su talento natural o el esfuerzo diario?

Mi antiguo profesor, Antonio Iglesias, decía que el talento era la capacidad de aguantar sentado horas y horas tocando las mismas piezas, mientras que el esfuerzo lo es todo. Los resultados llegan a través del trabajo y de la búsqueda de la excelencia día a día. 

¿Cree que se fomenta lo suficiente la música (el piano en concreto) en la escuela? 

Creo que debería entenderse la música como una parte esencial de la formación, integrada plenamente tanto en la enseñanza Primaria y Secundaria como en la universitaria. En Estados Unidos, donde viví desde mi acceso al Máster de Música con 18 años en la New York University, los colegios e institutos tienen orquestas, bandas y coros. Estas actividades fomentan no solo el estudio de la música desde un plano teórico, sino también práctico, en los centros escolares. En el ámbito universitario la música está plenamente integrada. Al impartir clases como profesora en la New York University he tenido como alumnos también a non-majors, es decir estudiantes de carreras como Medicina o business que escogían como optativa el piano. Esto permitía que estos estudiantes entendiesen mejor la profesión de músico, apreciasen más el esfuerzo que conlleva y se aficionaran a asistir a conciertos. La integración es absoluta. 

¿Resulta fácil vivir de la música, y del piano en concreto?  

El mundo de la música ofrece muchas posibilidades, no solo en el ámbito de la interpretación de conciertos, sino también desde el punto de vista de la pedagogía, investigación, producción musical, musicoterapia… Hay que desechar esa imagen bohemia de que de la música viven unos pocos, porque no es cierta. La música es una profesión con muchas salidas profesionales de gran nivel. 

¿Le gusta interpretar más a clásicos o a músicos actuales?

Como pianista disfruto interpretando a todos ellos. Creo que el legado de los grandes compositores del pasado se ha de preservar y redescubrir. Por otra parte, tocar música contemporánea permite mantener la música viva. Mi deber como intérprete es presentar muy distintos estilos y transmitir al público las grandes obras, tanto del pasado como del presente. 

Jazz, rock, blues, swing... versus Chopin, Mozart, Mahler... ¿Es posible combinar todo porque música es música?

No creo que tenga que ser una música versus la otra. Al contrario, la convivencia de muy distintos estilos, el eclecticismo actual, es una fuente de inspiración y una gran riqueza. Cada música tiene su lugar y su tiempo. En Nueva York voy siempre que puedo a escuchar jazz y lo toco en cuanto tengo ocasión, porque me fascina. Conocer más sobre este género ha expandido mi comprensión armónica y me ha hecho mejor intérprete clásica. Como artista, una se puede nutrir de muy distintos estilos. 

¿En qué interpretaciones se encuentra más a gusto? 

Me siento muy cómoda con la música de los siglos XVIII y XIX. Mi próximo gran proyecto versará sobre Marianna Martínez, compositora de raíces españolas afincada en Viena, contemporánea de Mozart, a quien él admiraba. He estrenado en España y en Italia su concierto en Sol Mayor con orquesta y me embarcaré en los próximos meses en un proyecto discográfico y de investigación sobre su figura. También me hace mucha ilusión interpretar la integral de piano de la compositora Soledad de Bengoechea y la obra Facetas Vascas de Ignacio Tellería en la gala del Premio Alfiler de Oro. 

Usted rescata creaciones de mujeres compositoras olvidadas o poco recordadas. ¿Por qué lo hace? ¿Solo por recuperar su memoria? 

Creo que es necesario generar referentes y descubrir el importante legado de muchas de estas artistas injustamente olvidadas. Me fascina rescatar del olvido joyas que han sido obviadas en planes de estudio y programaciones de conciertos. 

¿La música tiene género? 

Ese ha sido uno de los grandes debates desde los primeros postulados de la musicología feminista, particularmente en los escritos de Susan McClary o Marcia Citron. En mi opinión, la música en sí no es femenina ni masculina, a pesar de que existan determinados códigos que la tradición musical ha asociado a uno u otro género. 

¿Compondrán los ordenadores algún día mejor música que nuestros grandes compositores?

Soy muy positiva en cuanto a los importantes avances que nos proporciona la tecnología, y en vez de ver estas inteligencias artificiales como amenazas, me gusta entenderlas como oportunidades de descubrir posibilidades de interpretación y composición nuevas. 

Hoy son tiempos de violencia, ¿si nos dejáramos envolver más por la música cree que sería menor entre nosotros? 

Ojalá los músicos tuviéramos ese poder y con alguna obra pudiéramos acabar con tanto horror. No obstante, creo que las artes sí pueden tener un papel positivo en la sociedad a través de cuatro ámbitos: la concienciación, la innovación, la creación de espacios de diálogo y la educación tal, y como escribo en un reciente artículo para el instituto de investigación IIASA de Viena. 

Musicoterapia. ¿Cree que la ampliación de su uso podría reducir las patologías del espíritu y también del cuerpo?

En Estados Unidos la musicoterapia es una disciplina académica, hasta tal punto que del mismo modo que yo me doctoré por la New York University en Interpretación y Composición musical, muchos de mis compañeros se graduaron en Musicoterapia. Un buen número de ellos trabaja en los principales hospitales de Nueva York como parte del staff. Poco a poco, veo que gracias a los esfuerzos de artistas como la fantástica Marta Espinós y su organización Cultura en Vena, con la que colaboro, esta disciplina está comenzando a desarrollarse con más fuerza en España.