Hace un tiempo era para todos Màxim, pero un día decidió recuperar el nombre que está escrito en el DNI y se convirtió en Máximo. A día de hoy le da lo mismo cómo le llamen y se siente cómodo de cualquier manera. Es periodista, escritor y exministro. Se ríe entre dientes cuando dice que lo de su cargo político es tan efímero que no llega ni a ex en estos momentos. Disfruta de su vida en un pueblo de Valencia, no le disgusta el bullicio de Madrid, pero tampoco lo echa de menos. Eso sí, reconoce que está harto cuando le preguntan por temas políticos en las presentaciones de sus libros.
PERSONAL
Edad: 51 años.
Lugar de nacimiento: Utiel (Valencia).
Trayectoria: Es licenciado en Ciencias de la Información. Inició su trayectoria profesional en la radio y su primer contacto con la televisión fue en Canal 9. En el 1999 comenzó a trabajar en Telecinco en una emisión autonómica para Valencia. De los informativos saltó en 2005 al programa de Ana Rosa Quintana, espacio que abandonó hace años. Le gusta escribir y ha publicado con éxito: Que sea la última vez, El susurro de la caracola, Una tienda en París, La noche soñada, No me dejes, Firmamento, Con el amor bastaba y Adiós, pequeño. Durante una semana, en 2018, fue ministro de Cultura.
Parece que le molesta un poco hablar de temas políticos.
Es que me preguntan demasiado por la actualidad política. Creo que voy a tener que escribir un libro y dejar claras algunas cosas. Nunca he sido político y no pienso serlo, nunca. Como dirían los ingleses: No es mi taza de té.
Le recuerdo que fue ministro y ahora nos referimos a usted como exministro.
¿De verdad? Fue todo tan breve que no me considero ni ex. En fin, aquello pasó. No le demos más vueltas.
Acaba de publicar Adiós, pequeño, ¿su libro más personal?
Es la historia de un matrimonio, podría ser la de muchos, que se ven obligados a vivir juntos en una España complicada y cuando no había facilidades para elegir.
Una especie de tortura que muchos llamaron familia, ¿no?
Es una tortura. La familia ha sido a veces hogar y otras veces prisión. Hay hogares que son cárceles y, supongo, que otros son paraísos.
"Hay hogares que son cárceles y otros paraísos”
Esta historia se aleja de las anteriores que ha escrito. ¿Dónde está la motivación?
Últimamente he leído mucho a Landero, a Elvira Lindo... Y me he dado cuenta que sus libros, los últimos, hablaban desde las tripas, desde el corazón. Cuando la literatura es muy verdadera, creo que llega mucho más dentro. Este libro lo empecé a escribir por el miedo a la muerte.
¿La muerte?
Sí. He descubierto que la única manera de paralizar ese miedo es embotellando los recuerdos. Quizá no podamos paralizar la muerte...
Me temo que no.
Es cierto, no la podemos esquivar, pero sí que podemos ralentizarla.
¿Un miedo muy poderoso?
Inmenso, intenso, terrorífico... Me senté en el sillón y no busqué una historia lejana, no me fui a los años 20, tampoco a la dolce vita ni viajé a acantilados en la Costa Brava. Busqué en las historias más cercanas. La literatura, la novela, puede estar a tu lado y ni darte cuenta. Cuando yo me di cuenta pensé: Ha llegado el momento, es la hora adecuada para contar esta historia.
¿Cuánto de usted hay en las páginas de Adiós, pequeño?
Es un libro totalmente verídico, eso seguro. Te puedo garantizar que en este libro está mi verdad.
¿No duele más escribir sobre los sentimientos propios y verídicos que sobre los ajenos e imaginarios?
No. Este libro ya estaba escrito. No lo he buscado, estaba a mi lado. Como decía Proust, hay libros que están ahí, que son tuyos; lo único que hay que hacer es traducirlos. Esta novela me ha invadido y me he dejado invadir por la historia.
Ha cambiado la residencia, ahora vive en Valencia.
Sí, pero no en Valencia, vivo en un pueblo, en el que viví de niño, Utiel. Allí escribí esta novela...
Siempre se ha declarado muy gregario, ¿no echa de menos Madrid?
En algunas cosas, pero te puedo decir que ahora me marea todo el jaleo que hay en esa ciudad. Estoy en una casa que mira al campo, paseo a mi perra y hay mucho silencio. Hay poco tráfico. Ahora, cuando vuelvo a Madrid, pienso: ¿Cómo podía vivir yo con todo este ruido? Quizá era más joven y no lo oía. Es verdad que siempre he presumido de cosmopolita. Ahora ya no, uno tiene una edad.
Le gustaba salir por Madrid a tomarse unas cañas con amigos. ¿Ahora?
Las tomo con mis amigos del pueblo y son más baratas, 0,50. Me da para tomarme más. La vida me da para todo ahora que vivo en el pueblo. Creo que en los pueblos hay más horas que en la ciudad, aquí el día se estira mucho.
¿Le ha resultado duro enfrentarse con los recuerdos de infancia?
Es necesario. No tenemos futuro...
¿No?
No. El futuro no existe. El presente es muy vulgar, supongo que el tiempo lo literaturizará y lo adornamos con glamour. Pero lo único que tenemos es el pasado, es nuestro patrimonio y tenemos que saber de dónde venimos.
¿No le tienta escribir una novela en presente, sobre la pandemia, los sonidos de la guerra...?
Para nada. Eso es muy aburrido. La pandemia no me tienta nada y, de hecho, cualquier libro que vea que pone pandemia, no lo compro, me provoca rechazo.
Hablemos de televisión...
Sigo en À Punt. He cogido una pausa para promocionar la novela, pero seguro que volveré a la televisión valenciana en octubre.
Está acostumbrado a las grandes cadenas. ¿Hay muchas diferencias?
Sí. Los inconvenientes son la tecnología y que no hay tanto presupuesto, pero hay algo que lo supera, que los equipos están más entregados y se convierten en familias.
Se fue de Televisión Española con mal sabor de boca y enfadado.
Me supo mal por todo el equipo de A partir de hoy. Prometieron al equipo que tras el confinamiento, cuando comenzara la normalidad, se volvería con el programa. Mi caso es diferente porque seguí adelante con otras cosas, pero había mucha gente implicada, gente que necesita un trabajo para poder vivir. Eso era lo que más me importaba. Sobre todo por las formas, fueron malas formas.
"Mi momento más feliz del día es el de la comida, un placer”
¿Nunca ha echado de menos El programa de Ana Rosa?
Ha pasado mucho tiempo de eso. Nunca lo eché de menos, es algo que está olvidado por mi parte. Ojo, no la experiencia, pero si te soy sincero, no tengo muy buenos recuerdos. Ya está, lo dejamos aquí.
¿Qué tiene entre manos ahora mismo?
Voy a seguir durante todo el tiempo que pueda con la promoción de mi último libro. Quiero que trascienda al verano. Quiero un libro que se quede con los lectores y por eso voy a poner todo mi empeño en que se conozca bien.
Volvamos de refilón a su cargo como ministro...
¿Ministro? Casi ni me enteré. Ja, ja, ja...
La cultura sigue siendo un instrumento electoral que se olvida al día siguiente de las elecciones.
A pesar de esto que dices, que no te voy a decir que no sea cierto, la cultura nos sobrevive. Que la utilicen, que la bailen, que la aplaudan... da lo mismo. Lo importante es que se hable de ella. Nos moriremos todos, pero la cultura siempre quedará ahí. La literatura, la gastronomía, las obras de arte, el patrimonio cultural... todo eso continuará existiendo. Nunca acabarán con ella.
Ha metido la gastronomía es su listado...
Es que la gastronomía es cultura, habla de una zona, de un lugar, de las personas. Me interesa mucho, demasiado, diría yo. El momento del día más feliz para mí es el de la comida. Es un placer intenso.