No le gusta sentarse en el sofá del confort eterno, sino que prefiere cambiar el paso y aceptar propuestas que rompan con la imagen que nos hemos formado de él. Ser director escénico de ópera no estaba en sus planes, pero en cuanto le ofrecieron el proyecto no lo dudó y su respuesta fue un rotundo sí. Se atrevió con una obra de Henry Purcell y dentro de poco pisará el escenario para meterse en El beso de la mujer araña junto a Eusebio Poncela. Y no es la primera vez que el público le verá dando vida a un personaje teatral, porque hace cuatro participó con uno secundario en Esta no es la casa de Bernarda Alba. Yebra se muestra muy crítico con la situación de la danza, una disciplina que “en este país sigue sin ser una cosa de chicos, porque no ha cambiado mucho esa percepción”, y cree que es un mundo que necesita mucho más apoyo del que recibe. Ha estado tres años en Montevideo (Uruguay) y le ha encantado la experiencia.

PERSONAL

Edad: 49 años.

Lugar de nacimiento: Bilbao.

Familia: Tiene una hija de su relación con la bailarina Oxana Kucheruk. Estuvo casado con Anne Igartiburu entre 2004 y 2006.

Formación: Comienza a estudiar danza en Bilbao. Con 14 años se traslada a Madrid para estudiar en la escuela de Victor Ullate. Allí compagina su aprendizaje con el trabajo profesional, y posteriormente amplía conocimientos con maestros como Karemia Moreno, Angela Santos y Pino Alosa entre otros. Se graduó en el Real Conservatorio de Danza de Madrid con Matrícula de Honor. 

Inicios: Entre 1987 y 1996 bailó como primer bailarín en el Ballet de la Comunidad de Madrid, participando en el estreno absoluto de Arraigo, con coreografía de Víctor Ullate y música de Jerónimo Maesso. A finales de 1996 comienza su andadura en solitario.

Compañías: Ha bailado como artista invitado con el Atter Balleto, Ballet de la Opera de Niza, Ballet Nacional de Cuba, Ballet Nacional de Venezuela, Ballet del Kremlin, Teatros del Bolshoi y Kirov, Scottish Ballet, Ballet de la Opera de Roma, Australian Ballet, Ballet Nacional de Lituania y Ballet de La Arena de Verona. El 31 de diciembre de 2006 fue nombrado bailarín estrella de la Ópera Nacional de Burdeos. Actualmente es el director artístico del Ballet Nacional Sodre de Uruguay. Ha participado en la obra de teatro Esto no es la casa de Bernarda Alba y este año volverá a pisar un escenario de teatro con El beso de la mujer araña en un cara a cara con el actor Eusebio Poncela. Ha sido el director escénico de la ópera Dido&Eneas (Henry Purcell).

Muy personal: En 2006 cumplió uno de sus mayores sueños, abrir una academia en Bilbao. En ella se dan clases de iniciación a niños de entre cuatro y nueve años y a partir de esa edad, formación de ballet clásico, danza contemporánea y baile de salón.

Aficiones: Es difícil sacarle del mundo de la danza, pero cuando deja de bailar o de hacer coreografías le gusta ver pasar el tiempo, aunque tiene poco libre, sin hacer nada. También le gusta leer y animar a su equipo desde la infancia, el Athletic.

Lo suyo es un no parar: ahora también dirección escénica de ópera.

Tampoco es sorpresivo cuando uno ha estado siempre abierto a todo. Me dedico al mundo de la cultura y siempre he tenido mucha curiosidad por todas las artes. Curiosamente, cuando me acerqué a la ópera fue haciendo coreografías. La primera fue con Luis Iturri cuando era director del Arriaga. Fue una Traviata envenenada con Ainhoa Arteta. Mi mundo ha estado vinculado a la ópera desde la danza.

¿Cómo llegó a esa dirección de la ópera Dido&Eneas (Henry Purcell)?

Después de haber estado al frente del Ballet Sodre en Montevideo, un directivo me propuso hacer esa ópera y me puse a ello, ¿por qué no? 

¿Es usted un hombre de retos?

Sí, y digamos que para mí lo importante es lo que estoy haciendo hoy y ahora. 

¿No cuenta lo anterior?

Sí que cuenta, está muy bien y es muy bonito, pero no me ayuda a seguir viviendo, a seguir creciendo, a seguir disfrutando de la vida. Yo encaro la vida a través de los retos, los necesito, necesito empujarme, necesito desafiarme. Sobre todo necesito saber y sentir que estoy aprendiendo y evolucionando. Hace poco, hablando con una persona, le dije: Proponme lo más descabellado que se te ocurra, seguramente me interesará más que si me dices que vamos a hacer más de lo mismo.

Vuelve a repetir la locura del teatro y con el mismo actor, Eusebio Poncela.

Hay gente que lo ve así, una locura, pero no es ese mi punto de vista. Mis locuras, a pesar de que me gusten mucho los retos, son medidas. Cuando uno lleva desde los catorce años bailando, entiendo que pueda parecer un poco locura. Me voy a subir a un escenario junto a uno de los mejores actores, la obra la va a producir Cimarro, uno de los mejores productores españoles, y la va a dirigir Carlota Ferrer, un genio en la dirección de teatro, una de las mejores que además me conoce. El texto es de Manuel Puig y es maravilloso.

"Soy de las personas que pueden decir que han cumplido su sueño”

El beso de la mujer araña está a punto de cumplir 40 años.

Y sigue vigente, porque es un texto maravilloso. Y te pregunto: ¿dónde está la locura cuando uno se rodea de gente buena, tan maravillosa? Ellos creen que tengo capacidad para llevar a cabo este proyecto. ¿Qué puede ocurrir? ¿Que no salga bien? Si no lo intentas no sabes lo que puede pasar, pero cuando uno se rodea de gente buena sabe que va a aprender una barbaridad.

Pero no es esta la primera vez que se sube a un escenario para estar en una obra de teatro...

Lo hice hace cuatro años y también con Eusebio Poncela. La obra se titulaba Esto no es la casa de Bernarda Alba y ahí tenía un rol pequeñito. Era el personaje de la abuela, la madre de Eusebio. Fue una experiencia increíble, funcionó muy bien y tuve que dejarla porque en aquel momento me llamaron de Montevideo para dirigir la compañía de danza.

Va a entrar en los cincuenta años, una cifra en la edad de una persona que suele producir vértigo, e incluso desazones.

Da más vértigo no llegar o llegar sin haber sentido que uno no ha recorrido camino o ha vivido sin retos. Me dará pena el día que tenga que dejarlo todo por la edad, pero es ley de vida. Lo he dicho siempre, y ahora más que nunca, la vida es el hoy y el ahora. Es lo que tenemos que disfrutar y a lo que debemos sacar el máximo provecho. Yo soy así.

¿Y el futuro, el mañana?

¡Quién sabe! No sé si habrá un mañana o un pasado mañana. No sé lo que vendrá. Lo que sí sé es que venga lo que venga, yo quiero estar explotándolo, pisando al máximo y dándolo todo. Si tengo la suerte de echar una mirada atrás el día que tenga que decir hasta luego, quiero pensar que me sentiré contento y orgulloso de todo lo que he hecho.

¿Sigue dentro el niño curioso que inventaba historias?

Soy un afortunado. El niño que jugaba con los Playmovil y ese tipo de cosas ahora está trabajando, bueno, jugando, con personas que dan vida a una historia. Ahora voy a subirme a un escenario a reinventarme en un personaje. El niño sigue ahí, y que no desaparezca. A veces hemos tenido malos momentos, todo el mundo los tiene, y ese niño se pierde o la sociedad quiere que se pierda.

¿Ha cumplido los sueños que tenía cuando a los trece años decidió que los suyo era bailar?

No sé cuántas personas hay en el mundo que puedan decir que han hecho realidad su sueño, pero yo soy una de esas que puede decirlo, aunque a veces las realidades no son como las pensabas y te sientes más feliz con cosas que ni te imaginabas que pudieras hacer, que ni siquiera soñabas que pudieran cruzarse en el camino. Sí soy de la creencia de que estar peleando por tus sueños hace que determinadas cosas se cumplan y que se creen otro tipo de paralelismos. Yo siempre digo: Hay que soñar y pelear. Y pelear significa trabajar.  

¿Se necesitan también apoyos para seguir en un mundo que no es el habitual?

El mundo de la danza, el de los libros o el de la música, no eran desconocidos para mí gracias a mis padres. Pero gracias a ellos tampoco el mundo del fútbol o el del baloncesto quedaron al margen. Tuve unos padres amplios de miras que me dieron un montón de ofertas, no me crearon estereotipos. Con ese abanico de posibilidades, me dije: Por aquí. Y allí estuvieron ellos para apoyarme.

Yebra se queja del poco apoyo a la cultura, y a la danza en particular.

Yebra se queja del poco apoyo a la cultura, y a la danza en particular. Oskar González

Hace 37 años, cuando empezó a bailar, la danza no parecía ser lo que gustaba a los chicos.

La danza en este país sigue sin ser una cosa de chicos. Es la tierra en la que estamos, aunque no tendría por qué ser así. Aquí los dantzaris se supone que son hombres. ¿Quién baila el aurresku? Pero la sociedad sigue con esa cerrazón mental y dice que la danza no es de hombres, que es cosa de mujeres. Y hay algo que me indigna mucho más todavía: menospreciar la danza en general, no valorar la importancia social que debería tener. Todos los niños, cuando son pequeños, bailan, y las niñas también.

Bailar sí, pero como ocio. El pensamiento cambia cuando se profesionaliza, ¿no?

¿Por qué luego dejamos de bailar? ¿Por qué la sociedad solo lo considera un hobby y no le da la importancia que tiene? Hasta en el mundo de las artes creo que no se le da la importancia que tiene. Bailar, no solo profesionalmente, no deja de ser de lo más sano que hay y produce un gran bienestar físico y psíquico. En las escuelas debería haber clases de danza. Fíjate en las romerías que hay en nuestras plazas. Verás la felicidad que se refleja en las caras de las personas mayores y de los niños que están bailando. No siento que mi profesión sea respetada, para nada.

¿Pone el cuerpo fecha de caducidad a bailar profesionalmente?

A nivel profesional todo tiene fecha de caducidad. Luego está el cómo cada uno sepa reciclarse según pasan los años. También cómo cada uno sepa seguir su pasión. Yo no voy a volver a bailar El lago de los cisnes, pero tampoco te digo que no voy a subirme a un escenario a bailar. Probablemente en la obra de teatro acabe bailando de alguna determinada manera. Al final, uno va uniendo las cosas, las limitaciones nos las ponemos nosotros.

¿Hay muchas renuncias en la danza para mantenerse en forma?

¿Qué no tiene sacrificio en la vida? ¿De qué prescindes en la vida en otras profesiones cuando las llevas a niveles pasionales? No hay un trabajo que no exija sacrificios. Lo que ocurre es que yo la danza, la cultura en general, la vivo y la disfruto mucho. ¿He hecho sacrificios, esfuerzos? Sí, pero al mismo tiempo soy el hombre más afortunado del mundo, porque me siento como si no hubiera trabajado, y he trabajado como una mula.

"Siento como si no hubiera trabajado y lo he hecho como una mula”

Da la sensación de que su vida laboral ha sido un viaje muy placentero y pasional.

¿Placentero? Ha sido un viaje movidito. La gente no sabe lo que ha sido mi vida ni de cerca ni de lejos. Se queda con lo que ve desde fuera, con ese momento de triunfo. Pero claro que mi viaje tiene momentos muy bajos, muy malos… Estar en casa y preguntarte: ¿Volveré a trabajar? De plácido no ha tenido nada. Lo único que se ajusta a tu definición es el ser ese afortunado que hace algo que le motiva, le apasiona. La mayor parte de los viajes son movidos, así es la vida, y yo he vivido mi viaje con una pasión extrema.

¿Ha tenido alguna vez ganas de tirar la toalla?

Sí, sí, claro que sí. Soy muy reservado en algunos temas y no he dicho nada. La gente no lo sabe porque tampoco nos sigue mucho, no somos jugadores de fútbol, pero durante seis meses de mi vida no me agarré a una barra de ballet, pensaba que lo iba a dejar. Salí de aquello gracias a muchas cosas. Para cualquiera que me conozca, saber que no me estaba poniendo las zapatillas le hacía suponer que me pasaba algo muy importante, que algo estaba ocurriendo ahí.

¿Por qué se fue a Montevideo?

Siempre lo digo: me tuve que ir de mi casa, y no porque quería hacerlo, sino porque no me quedó más remedio. La situación sigue en el mismo lugar que cuando me fui. Las veces que he vuelto aquí a trabajar ha sido porque me inventado cosas. Cuando hicimos un espectáculo en el Guggenheim en una Aste Nagusia, la concejala de fiestas de Bilbao estaba asustada y decía: No va a venir nadie. Y vaya si fue gente. Fue una locura por la que se apostó. Me llaman de otros lugares, pero no me llaman de casa. A Montevideo y a Uruguay en general le voy a estar siempre eternamente agradecido. Allí tienen una parte muy especial de mi corazón. Me fui con todos los premios que me podía dar ese país.

Tiene otra pasión, el Athletic.

Sí, sigo siendo de este equipo. El que es desde pequeñito del Athletic lo va a ser toda su vida, aunque vivo el fútbol sin fanatismos, con una perspectiva clara de dónde está la importancia de las cosas en esta vida. Lo miras y ves lo privilegiados que son los que están metidos en ese mundo. Ojalá no nos cegaran el fútbol y otro tipo de pasiones para poder pedir otras cosas. Soy el primero al que le encantaría que mi equipo ganara, bla, bla, bla… Pero señores, no hagamos un drama si pierde. Me parece más dramático que la gente no tenga una educación como la que debe tener, que haya problemas en los hospitales o que no se apoye la cultura. A veces dimensionamos muy equivocadamente las cosas.