Cualquier persona ajena al mundillo del rock and roll se caería de espaldas al ver en directo a Lie Detectors. ¿Un original y magnético cantante que viste de blanco y se mueve entre espasmos? ¿Letras sobre botas Chelsea, el binomio cerveza/felicidad y un medicamento para tratar la depresión? El cuarteto guipuzcoano, en activo desde finales de 2014, es ya una parte fundamental de la historia reciente del underground musical vasco. Llenan clubes, salas y gaztetxes. Les llaman de todos lados, porque, sencillamente, nadie se los quiere perder. El doble single Masaje Uzbeko + Todo se rompe, editado en vinilo y con cuatro temas en total, es su nuevo lanzamiento discográfico. El sábado 16 de noviembre viajan hasta la mítica sala El Sol de Madrid y el fin de semana siguiente, el día 23, actúan en Bilbao, en la sala Mytho, junto a los locales The Daltonics. El guitarrista donostiarra Eneko Etxeandia ejerce de portavoz del grupo y es quien responde a las preguntas.

En diciembre se cumplirán 10 años del debut de la banda sobre un escenario. ¿Cómo recuerda aquel estreno en Hondarribia?  

-Recuerdo que creamos expectación y que la sala estaba llena cuando empezamos a tocar. Muchos eran amigos y familiares pero nadie sabía exactamente lo que hacíamos, ya que lo habíamos guardado bastante en secreto. La gente se sorprendió porque la nuestra era una propuesta diferente, no se hacía demasiado rock and roll en castellano en esa época, ni nadie se vestía de blanco. Y además, ¡el cantante sonreía y bailaba bien! Que eso sí que es rarísimo, aquí al menos.

Aitor Txiki siempre decía que cuando el grupo cumpliese su primera década de vida se iban a disolver y convertirse en leyenda.  

-Es algo que solemos comentar en la furgoneta. Pero la verdad es que hemos llegado a la década y nadie tiene claro si vamos a seguir mucho tiempo más o si vamos a dejarlo correr. Tenemos ya una edad y estar tocando mucho y compaginarlo con trabajos y familia es agotador. Además, a nosotros nos reclaman mucho fuera de Euskal Herria, con lo que eso supone de cansancio físico, hacer encaje de bolillos para llegar a los sitios, horas de furgo… Es un desgaste. Por otro lado, creo que también está bien que los grupos lo dejen sin esperar a la decadencia total, ¿no? Muchas bandas duran mucho tiempo y son pocas las que haciéndolo mantienen un nivel y una frescura. Ya veremos, igual me como mis palabras. 

Pasa el tiempo, pero el grupo sigue siendo fiel a sí mismo: rock and roll, espíritu gamberro y un directo sin fisuras. ¿Qué ha cambiado, si es que ha cambiado algo, en Lie Detectors? 

-No te sabría decir qué ha cambiado, pero supongo que el factor sorpresa ya no existe porque no somos un grupo nuevo. Aunque creo que las canciones siempre han estado curradas, puede que hayamos abarcado una mayor paleta estilística sin dejar de ser nosotros. 

¿Por qué se decantan por el formato físico del single en lugar de grabar un álbum completo?

-Lo de editar en vinilo es lo que he hecho siempre en todos los grupos en los que he tocado desde mediados de los 90. Hasta en la travesía por el desierto para el vinilo que fueron el final de los 90 y la primera década de los 2000, lo estuvimos haciendo. Y en esa época sí que era un acto de resistencia y romanticismo. Ahora todo el mundo se apunta al hype del vinilo, pero a ver cuánto dura este hype…, y tampoco sé si lo llamaría hype. Es residual en realidad y la inmensa mayoría de la gente ni tiene un tocadiscos en casa. Grabar un álbum completo no es algo que vaya con nuestro ritmo. Hay que juntar muchas canciones y tenemos un ritmo lento. Estamos ocupados con nuestras vidas y el tiempo que podemos dedicarle al grupo es limitado. 

El público no se aburre de ver a Lie Detectors en acción. ¿Cuál cree que es la clave del éxito?  

-Somos un grupo con mucha personalidad, que se parece a muchas cosas pero al mismo tiempo no se parece a nada. Y eso creo que está guay. La gente que viene a vernos suele pasarlo bien, nos transmiten su buen rollo y nos quieren mucho. Y tenemos un repertorio de canciones propias que creo que está muy bien y es bastante variado. Aparte de eso, tratamos de no quemar mucho las zonas donde tocamos. Ni siquiera la nuestra.

"Somos un grupo con personalidad. Y eso está guay”

Durante varios años el teclista Álvaro Turrión fue el quinto miembro Detector, pero ya no continúa en el grupo y han vuelto a la formación original. ¿Qué ha pasado? 

-Álvaro se fue de Donostia hace 2-3 años, vive a 500 kilómetros y es imposible que esté en el día a día del grupo. En un principio entró como un colaborador puntual, pero con el tiempo acabó formando parte de la banda. Cuando decidió irse a vivir a otro lugar, no nos apeteció buscar a nadie para sustituirlo y volvimos a los orígenes de cuarteto. Llevamos ensayando sin él desde que se fue. De todas formas, Álvaro sigue estando presente ya que tocó en dos de las cuatro canciones que grabamos en Gijón y suele venir a muchos conciertos. De momento, nos arreglamos así. 

Todos tienen más de 40 años. ¿La falta de relevo generacional amenaza con la supervivencia del rock o la edad no es un impedimento para empuñar una guitarra?  

-Siempre habrá grupos que practiquen estilos enmarcados dentro del rock. Pero el nicho imagino que cada vez será más pequeño. Hay gente joven haciendo cosas interesantes. Lo que no sé es qué se tiene que sentir siendo un chaval, tocando en una banda de rock y que el público se componga de gente tan mayor. Lo guapo sería que se mezclaran más los estilos, edades… ¿La edad y las guitarras? Hay un montón de bandas muy mayores que siguen viniendo de gira por el Estado, y si vuelven es porque la gente responde. Si yo, pasados los 65 años, tuviera un país en el que me montaran una gira, me invitaran a todo, me pagaran y la gente fuera a mis bolos, igual haría lo mismo. 

Masaje uzbeko es el tema que abre el nuevo doble single. El sonido garaje rock del grupo parece haberse endurecido y toma nuevos matices psicodélicos y oscuros. ¿Van a ir por aquí los tiros en los próximos lanzamientos?  

-No se sabe. Por el momento esto es lo que ha salido, ya veremos qué pasa con lo siguiente. Las primeras canciones del grupo salieron en un ambiente de fiesta total y, aunque había variedad, eso se notó en el resultado. Hoy en día ya no ensayamos los viernes por la noche, han pasado 10 años, el mundo está bastante más revuelto, hemos pasado una pandemia que ha dejado todo vuelta al aire… Que salgan cosas más oscuras o algo más pesimistas me parece lo normal. Pero las canciones siempre han hablado de situaciones que surgen por la vida que llevamos. De todas formas, el single Todo se rompe/Golpe de suerte me parece popero e incluso hay algo de influencia latina, por supuesto, llevada a nuestra forma de tocar. 

Liam Gallagher sostiene que no se pueden componer buenas canciones y vestir “como el culo”. ¿Debe haber un equilibrio entre la imagen de un grupo de rock y su música? 

-Está bien que las canciones molen y que al mirar la foto de la banda la cosa vaya en consonancia, ya que está claro que la imagen es también una vía de expresión. Pero que sea demasiado uniforme tampoco creas que me seduce. Hay veces en las que me parece un poco chiste cuando la cosa está tan calculada. Hay gente que llevando una pinta horrible, de alguna manera, también está transmitiendo un mensaje y puede llegar a gustarte el conjunto. Jonathan Richman, por ejemplo, me parece que es parte de su concepto. Lo que me da un asco que flipas son los plumíferos; eso sí, depende en qué contexto me parecería una declaración de intenciones. Mira, igual me pillo algo en esa línea para tocar en algún festival sixties. ¿Qué más da? ¡Está todo tan mascado!

Fin de semana, me voy (o no) de fiesta 


Los primeros versos de su single de debut, Chelsea Boots, configuraron la imagen retro y fiestera del grupo: “Fin de semana, / me voy de fiesta. / Yo me visto / y me preparo. / ¡Uh! / Mis pantalones / y mi calzado. / Todo bien puesto / Todo brillando / Son elegantes y visten muy bien”. La canción con la que tradicionalmente han arrancado sus conciertos es una manera de presentarse ante el mundo para Txema Babón (voz), Eneko Etxeandia (guitarra), Aitor Castillo Txiki (bajo) y Urko Roa (batería). Cuatro hombres adultos que a partir de 2015 empezaron a vivir una frenética segunda juventud que, con los años, se ha ido calmando. 


Al principio, ensayaban los viernes por la noche en su local de Astigarraga y muchas veces terminaban de redondear la noche en el desaparecido bar Eiger de la Parte Vieja donostiarra. Los siguientes singles (Pínchalo, Me gusta la calle, Sin ti no puedo estar) fueron llegando a cuentagotas y ahondaban en su particular forma de ver la vida con un estilo musical en el que se mezclaba el garaje, el punk y el yeyé. Como unos Tequila vascos mucho más atrevidos y potentes. En verano de 2019 grabaron su primer LP en el estudio Garate de Andoain, pero el recorrido de álbum Long Play (2020, Folc Records) se vio interrumpido por la pandemia. El grupo se paró en seco y se dieron un respiro, también de la ajetreada vida nocturna.