La Agencia Meteorológica de Japón (JMA) decidió este jueves levantar el aviso por el riesgo de que se produjera un 'megaterremoto' en la costa del Pacífico de la mitad oeste del país, emitido después de que un seísmo de magnitud 7,1 sacudiera el sudoeste nipón el pasado jueves.

Las autoridades niponas decidieron anunciar ese mismo día de la semana pasada un aviso por las posibilidades de que se produjera un terremoto de magnitud 8 o 9 generado en la fosa de Nankai, una zona de actividad sísmica activa sumergida bajo aguas del suroeste de Japón.

Este aviso se basó en recomendaciones de expertos y en las estimaciones que sitúan entre el 70 y el 80 % la probabilidad de que haya un seísmo de la citada magnitud en las próximas tres décadas, un fenómeno que tendría consecuencias catastróficas para el país pese a su alta preparación antiterremotos, y que podría cobrarse más de 300.000 víctimas, según cálculos oficiales.

La JMA tuvo en cuenta las estadísticas que demuestran una mayor probabilidad de terremotos fuertes después de un seísmo de magnitud 7 o superior en una zona próxima a la fosa de Nankai.

En base a este aviso, el Gobierno pidió a más de 700 municipios de 29 prefecturas del país, desde la suroccidental Okinawa hasta Tokio, en el centro, que revisaran sus medidas de preparación para un posible desastre de gran magnitud.

También se recomendó a la población que actualizara sus planes en caso de terremoto, entre lo que se incluye comprobar dónde se encuentran las instalaciones de evacuación más cercanas, e incluso contemplar la evacuación voluntaria para los hogares que cuenten con niños pequeños o ancianos.

Pero el aviso, el primero de este tipo desde que se puso en marcha este sistema en 2017, ha generado también críticas de algunos expertos que lo consideraron una medida excesiva y alarmista, debido a la elevada dificultad de prever terremotos con exactitud y al impacto económico e incluso psicológico que podría tener en el país y su población.

Y es que el aviso tuvo lugar en pleno período vacacional del Obon, en el que se da un gran número de desplazamientos, sobre todo desde grandes urbes como Tokio a zonas rurales, lo que genera también ingresos importantes al sector turístico.

El terremoto del pasado jueves de 7,1 golpeó las costas frente a la prefectura de Miyazaki, en la isla meridional de Kyushu (sudoeste), donde llegó a observarse un tsunami de medio metro de altura.

Aquel seísmo dejó cerca de una quincena de heridos y una decena de casas derrumbadas.

Japón se asienta sobre el llamado Anillo de Fuego, una de las zonas sísmicas más activas del mundo, y sufre terremotos con relativa frecuencia, por lo que sus infraestructuras están especialmente diseñadas para aguantar los temblores.