- Las iglesias ucranianas celebraron ayer el día grande de la Pascua ortodoxa, con miles de fieles orando y los sacerdotes bendiciendo la carne, los huevos y los lácteos que tras el recogimiento de la cuaresma comerán las familias, aunque a la mesa no se sentarán los refugiados ni los soldados en el frente y en la memoria estarán los fallecidos.

La celebración fue desigual a lo largo del país: mientras Odesa, en el sur, llora el ataque que mató el sábado al menos a ocho personas, entre ellas un bebé de tres meses, en Leópolis, en el oeste, las calles del centro amanecían animadas, con familias de paseo, las iglesias llenas y las terrazas abiertas.

Solo la presencia de militares y la letanía de las alarmas antiaéreas recordaban a simple vista que, pese a ser día festivo, el país está en guerra desde hace dos meses.

Y la iglesia no es ajena al conflicto. En Ucrania conviven una veintena de confesiones cristianas, con los ortodoxos en cabeza, aunque éstos tienen dos vertientes principales: la del patriarcado de Moscú, fiel defensora de la invasión, y el de Ucrania, que defiende a ultranza la identidad nacional propia.

Esta tiene mayor presencia en la zona de Leópolis, fronteriza con Polonia, donde no hubo influencia rusa hasta 1945. En esa zona se congregan también el grueso de los greco-católicos del país, que son un 10% y que por asimilación cultural siguen el calendario ortodoxo en lugar del gregoriano.

Sus celebraciones son en lengua ucraniana y sus dirigentes son defensores fervientes de la defensa de la identidad nacional frente a lo ruso, hasta tal punto que en las iglesias ondean las banderas nacionales desde mucho antes que empezara la guerra.

Yuriy Vaskiy es uno de los sacerdotes del monasterio dominico del centro de Ucrania, por donde ayer pasaron miles de fieles en los cinco oficios celebrados, uno detrás de otro. Para él es normal que la bandera de su país luzca junto a la del Vaticano.

"Somos católicos y ucranianos. Tenemos presente siempre nuestro país", se explica. Su posición sobre la guerra es también clara: "Juzgamos las agresiones de los rusos porque nos atacan sin razón. El evangelio nos dice que matar es pecado. Sin embargo, proteger a la familia, a la nación y a nuestra gente es una responsabilidad de todos los cristianos".