- Una hilera de tanques quemados se ve a la entrada de Bucha, símbolo de la derrota rusa a las puertas de Kiev, pero también escenario de supuestos crímenes de guerra ante el reguero de cadáveres de civiles que siguen apareciendo en calles, sótanos y en fosas comunes, una matanza que ha conmocionado al mundo.
Ayer mismo los servicios de emergencia levantaron seis cuerpos encontrados la noche anterior en un patio de un barrio residencial a las afueras de Bucha. Aún los deben identificar, pero corresponden a un niño, tres mujeres y dos hombres. No se sabe si eran familiares o vecinos. “Tras analizar los cuerpos pensamos que los mataron y luego los quemaron. Al menos dos tienen tiros en la nuca. Este es el tipo de crímenes que cometen los rusos a su paso por Kiev”, indicó a Efe el jefe de la policía en la región de Kiev, Andrii Nebytov, desde el lugar donde se hallaron los cadáveres.
Desde que la ciudad fue liberada de tropas rusas, el pasado fin de semana, se han encontrado alrededor de 200 civiles muertos, algunos maniatados y con tiros en la nuca, otros con trozos de tela blancos que indicaban que estaban desarmados.
Las decenas de cuerpos que había en plena calle ya han sido retirados -algunos miembros siguen despedazados por el suelo-, pero siguen apareciendo cadáveres en sótanos o en los patios de las casas, además de las decenas que ya había en fosas comunes. Los propios vecinos los enterraban así en pleno asedio porque el cementerio estaba a tiro de los rusos.
No hay un alma por las calles de Bucha, los pocos residentes que quedan están asustados, digiriendo el trauma de lo que vivieron durante la invasión rusa, que se cebó especialmente con esta localidad de unos 35.000 habitantes a 30 kilómetros de la capital.
Cerca del supermercado arrasado por la lluvia de misiles, decenas de personas, la mayoría ancianos, esperan la llegada de furgonetas con ayuda humanitaria. Han pasado hambre, muchos estuvieron días o semanas escondidos en sótanos, sin nada que llevarse a la boca.
Llegan dos furgonetas con barras de pan, aceite, fruta y latas de comida. La gente se abalanza porque no hay suficiente para todos. “No me ha quedado nada. A mi hijo lo mataron y me he quedado sola, sin casa ni familia”, cuenta Ana, de 80 años, angustiada ante el futuro.
Tatiana Sergueina relata que su barrio, conformado por elevados edificios de apartamentos, se llenó de francotiradores rusos en las ventanas de los pisos más altos. “Mataron a mi vecino delante de mis narices”, dice aún con el susto en el cuerpo.
Los bombardeos tampoco cesaron y el edificio de al lado es un amasijo de ruinas, del que solo quedan los cimientos bañados de hollín. “Por suerte mi casa está casi intacta, solo se rompieron las ventanas”, indica,
Un paseo por las calles de Bucha muestra las huellas de un tanque que arrampló con todo al entrar al jardín de una vivienda; coches quemados por el impacto de misiles; otros tiroteados cuando aparentemente los residentes trataban de huir; prendas de ropa, almohadas, zapatos, mesas esparcidas por el suelo: heridas de la batalla que tardarán de cicatrizar.
En la calle Voknalna permanece la columna de tanques rusos cuyo avance frenó el fuego ucraniano a las puertas de Kiev, impidiendo su entrada en la capital. Convertidos en un amasijo de hierro, son una muestra de la resistencia ucraniana. “Llevan aquí casi desde los primeros días de la invasión, no pudieron ir más allá. Pero antes de verse acorralados, llegaron disparando indiscriminadamente a todo, a la gente a las casas...” cuenta uno de los vecinos de esa calle donde todavía huele a quemado.
Desde el repliegue de las tropas rusas, más de 410 cuerpos de civiles han sido retirados de diversas localidades de la región de Kiev, como Bucha, Irpin, Hostomel o Vorzel, las más castigadas por los combates.
140 cuerpos ya han sido examinados por forenses, fiscales y especialistas, confirmó en Bucha la fiscal general de Ucrania, Iryna Venediktova. “Vamos a seguir investigando la zona para recabar evidencias que prueben crímenes de guerra, e incluso de lesa humanidad”, indicó la fiscal, quien pidió una investigación internacional para demostrar que Rusia es el autor de las matanzas y se refirió al presidente ruso, Vladimir Putin, como “el mayor criminal de guerra del siglo XXI”.
Antes de la guerra, Bucha era una ciudad residencial en la periferia de Kiev, donde muchas familias buscaban la comodidad de vivir junto a la capital y, a la vez, la cercanía a la naturaleza. Allí acudían los niños de toda la provincia a campamentos de verano, y precisamente el sótano de uno de ellos fue utilizado como lugar de torturas por parte de los rusos, cuentan los vecinos.
Ahí, en ese sótano, permanece la silla donde supuestamente habrían llevado a cabo los interrogatorios las fuerzas rusas y como testigo y recuerdo de ello, los restos de sangre que aún son visibles. Ya han recogido los cinco cuerpos que se encontraron la víspera, pero la fiscal está convencida de que saldrán más y que lo ocurrido en Bucha es solo la punta del iceberg.
Civiles y Rusia
Las fuerzas rusas no están avanzando más rápido en Ucrania porque tratan de “salvar al máximo número de civiles”, dijo ayer en el Consejo de Seguridad el embajador ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, que comparó la actitud de sus soldados con los norteamericanos en Irak y Siria, donde “aplastaban ciudades sin compasión”.
Boicot
La mayoría de los representantes de los 57 países miembros de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) abandonaron ayer una reunión cuando el embajador ruso tomó la palabra para negar la masacre de Bucha. Rusia introdujo una petición para hablar de lo que calificó de “atroz provocación escenificada por Kiev”.