- La invasión de Ucrania ha hecho que la OTAN renazca de la situación de coma en la que la describía el presidente Macron hace tres años. La apuesta de Ucrania para integrarse en la OTAN ha sido la razón esgrimida por Putin para hacer realidad sus amenazas de invasión sobre Ucrania. La pertenencia a la OTAN ha vuelto a convertirse en garantía para evitar ser invadido por una Nueva Rusia que parece haber hecho retroceder al mundo a los oscuros períodos de la Guerra Fría, con amenaza nuclear incluida.
Moldavia y Georgia, países vecinos de Rusia y antiguos miembros de la URSS, llaman a golpes a las puertas de la UE y la OTAN para buscar protección. Pero los casos más llamativos son los de Suecia y Finlandia. Ambos miembros de la Unión Europea, pero autodeclarados neutrales en lo militar, siempre han evitado el ingreso en la OTAN. El caso finlandés es quizás el más llamativo. La ambición rusa sobre el territorio ha sido constante a lo largo de la historia, llegando a protagonizar una guerra con la URSS en 1939, la famosa Guerra de invierno. En ella, los bravos finlandeses consiguieron crear una línea de defensa en las zonas boscosas, la conocida como línea Mannerheim, que logró parar a los soviéticos, obligándoles a llegar a un acuerdo de paz, a pesar de la pérdida de territorio para los fineses.
Desde entonces Finlandia ha mantenido una posición de neutralidad respecto a todo aquello que pudiera poner de mal humor a su vecino ruso, especialmente en cuestiones militares. Esta situación llegó a crear su propio término político, la finlandización, que implica la neutralidad de un país para no provocar a su vecino más poderoso. Una neutralidad asumida históricamente por los finlandeses, pero que por primera vez en décadas, parece resentirse a nivel gubernativo y a nivel ciudadano, empezando ya a plantearse a nivel de calle y del gobierno la necesidad de integrarse a la Alianza Atlántica.
Sobre lo que no hay duda es que desde el 24 de febrero, parafraseando al canciller alemán Olaf Scholz, “nos encontramos en una nueva era”. Una nueva época en la que la OTAN ha vuelto a superar de nuevo su crisis de identidad respecto al sentido de su pervivencia. Incluso Macron, rectificaba sus palabras de 2019, ha llegado a decir hace pocos días que “la invasión rusa de Ucrania ha dado a la OTAN un electrochoque”, afirmando que la maniobra de Putin ha dado a la OTAN la claridad estratégica que le había faltado estos años.
Pero queda otra crisis por superar para la OTAN y sus aliados europeos. Si realmente nos encontramos ante una nueva Guerra Fría, es hora de que, al mismo tiempo, Europa sea capaz de reforzar sus lazos con su valioso aliado norteamericano, sin olvidar la necesidad de reforzar la capacidad estratégica y defensiva de la propia UE. Más cuando parece que se acercan tiempos difíciles...