a guerrilla es tan vieja como la pobreza y las guerras y tan insuperable actualmente para los grandes ejércitos como en tiempos de Aníbal o Napoleón. Pero los Estados Unidos -principal objetivo de la mayoría de los atentados terroristas de los siglos XX y XXI- siguen buscando cómo acabar con el problema.
Aún no han encontrado esta respuesta, pero sí han logrado después de los atentados -"guerrilla urbana"- contra las torres gemelas de Nueva York (septiembre 2001) reducir los horrendos costes que generaba la lucha antiterrorista. Y también han logrado reducir drásticamente el número de los ciudadanos estadounidenses asesinados por los terroristas : apenas un centenar en el último lustro. A ello hay que añadir que en los últimos años no se ha producido ningún atentado terrorista en los EEUU mientras que en el resto del mundo el número de víctimas y daños materiales se ha quintuplicado en comparación con 2001.
Estos éxitos - que distan muchísimo de la erradicación del terrorismo - los han logrado los EEUU después de un ruinoso proceso de aprendizaje. Desde el 2001 y hasta hoy, Washington ha desembolsado cerca de cuatro billones de dólares en combatir el terrorismo y la guerrilla en todas partes. Si se analiza esta cantidad cronológicamente, los desembolsos han caído vertiginosamente en los últimos 5 o 6 años. Mientras las campañas de Afganistán o Irak suponían un desembolso anual de 200.000 millones de dólares, la guerra contra Estado Islámico (2014-2019) rondó solo los 1.000 millones. Y las acciones contraterroristas en el Oriente Medio -principal enemigo, Irán- no requieren más de 60.000 millones anuales.
Pero pese a la enorme reducción de gastos, los éxitos operacionales han sido deslumbrantes: el 80% de los dirigentes de Al Qaeda y el Estado Islámico han sido eliminados y el sistema de identificación, localización y exterminación de los altos mando de las organizaciones y unidades operativas más peligrosas del terrorismo funciona cada día mejor.
Así y todo, la actual estrategia norteamericana contra el terrorismo sigue basándose en el minimalismo presencial. Se invierte, ante todo, en redes de espionaje, unidades operativas altamente especializadas... ¡ y en la cooperación de las fuerzas locales ! Ya en las campañas bélicas de Irak y Siria contra el Estado Islámico, los EEUU reclutaron gran número de tropas locales para luchar contra los fundamentalistas. La experiencia fue positiva para el Pentágono y ahora la aprovecha el contraterrorismo. La labor de base y las operaciones masivas van a cargo de las fuerzas de seguridad locales, financiadas y entrenadas -en mayor o menor grado- por los norteamericanos. Hoy por hoy, es la opción más eficiente al menor precio.
Lo que no impide que Washington sea muy consciente de que el terrorismo y la guerrilla solamente se pueden suprimir por la vía política y económica. Eliminar la pobreza -en regiones míseras, la guerrilla suele ser una buena alternativa laboral- y eliminar la imagen de los EEUU como potencia invasora significaría dejar sin argumentos ni motivación a terroristas y guerrilleros.
Claro que si la meta es evidente, la puesta en práctica es ya harina del otro costal.