- Decenas de miles de personas bloquearon ayer el centro de Rangún, la mayor ciudad de Birmania (o Myanmar) con más de siete millones de habitantes, como señal de fuerza contra los militares, mientras aumentan las críticas por el juicio secreto contra la depuesta líder Aung San Suu Kyi.
Después de que esta semana las protestas bajaran de participación ante la represión de la Policía y del Ejército, el movimiento de desobediencia civil surgido contra la junta militar tras el golpe de Estado del pasado 1 de febrero volvió a enseñar músculo, especialmente en las calles de la antigua capital.
Decenas de miles de personas se concentraron en diferentes puntos de la ciudad para protestar enérgicamente contra el levantamiento militar y pedir la liberación de Suu Kyi. Bajo pancartas con lemas como Nunca nos pondremos de rodillas ante las botas de los militares o Liberad a nuestra líder, los asistentes, la mayoría jóvenes, desafiaron las amenazas de la junta, que la víspera acusó a los manifestantes de incitar a la violencia. A pesar del despliegue de las fuerzas de seguridad en el centro de Rangún, las protestas transcurrieron en esta ocasión de manera pacífica y sin la intervención de las fuerzas de seguridad, que en días anteriores utilizaron la fuerza e incluso munición real contra los manifestantes.
Desde primera hora de la mañana, coches de particulares, taxis, bicitaxis e incluso un autobús fueron abandonados con el pretexto de que estaban averiados en mitad del asfalto y consiguieron bloquear algunas de las principales arterias de la ciudad de más de cinco millones de habitantes.
El bloqueo dificultó la circulación de los vehículos de las fuerzas de seguridad pero también el acceso de los ciudadanos a sus puestos de trabajo, como parte de la huelga general que está consiguiendo parar la Administración como respuesta al levantamiento militar.
En la segunda ciudad del país, Mandalay, miles de personas también salieron a las calles, incluidos estudiantes, ingenieros, granjeros y monjes. Las de ayer fueron las mayores protestas de esta semana, después de que la afluencia en las manifestaciones se mermara ante el temor a detenciones y a que los soldados y policías reprimieron con violencia las movilizaciones.
Las manifestaciones se celebraron ayer después de que por tercera noche consecutiva los militares bloquearon la señal de internet durante unas ocho horas, mientras el acceso a varias redes sociales, como Facebook o Twitter, continúa restringido.
Una de las principales reclamaciones de los manifestantes ayer volvió a ser la liberación de Suu Kyi y el resto de políticos detenidos desde el golpe. La depuesta líder birmana y premio nobel de la paz, en arresto domiciliario, se enfrenta a la justicia acusada de varios delitos sin defensa, en un proceso calificado de “secreto”.
“No se me permite entrar en el tribunal porque no se me ha reconocido como el defensor de la señora Suu”, denunció públicamente Khin Maung Zaw, el abogado de la premio nobel de la paz.
Condena unánime de la detención de Suu Kyi. Aumenta la presión internacional de denuncia casi unánime sobre el juicio contra Aung San Suu Kyi a espaldas de la opinión pública. El relator especial de la ONU para la Situación de los Derechos Humanos en Birmania, Tom Andrews, calificó ayer de “juicio secreto” al proceso iniciado contra la depuesta consejera de Estado que fue arrestada junto a parte de su Gobierno la mañana del golpe. Por su parte, el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, denunció que los cargos contra Suu Kyi están “fabricados” por los militares y que son “una clara violación de los derechos humanos”. La junta militar justificó el golpe de estado por un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre en los que el partido liderado por Suu Kyi arrasó, como ya hizo en 2015.