Con la Knéset disuelta desde anoche y el Gobierno en funciones, los partidos israelíes se dirigen a una nueva contienda electoral en marzo que, según los sondeos, podría arrojar nuevamente difíciles mayorías para gobernar. El desacuerdo de meses entre el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y su principal socio de gobierno, Benny Gantz, para aprobar el presupuesto general del estado llevó ayer al presidente del Parlamento, Yariv Levin, a declarar su disolución.
Los partidos de Netanyahu -el derechista Likud- y de Gantz -el centrista Azul y Blanco- intentaron sin éxito en los últimos dos días un acuerdo que les diese una semana más de plazo, pero la desconfianza entre las partes era ya absoluta. Ninguno quería ir a elecciones, pero tampoco pudieron ceder, lo que lleva de nuevo a Israel a las urnas.
En los próximos días empezará el baile político, con movimientos de uno y otro lado antes del cierre de las listas. El panorama de partidos estará el próximo marzo fuertemente afectado por la irrupción de un nuevo jugador, el partido Nueva Esperanza, del exdiputado del Likud Guideon Saar, que los sondeos pronostican podría erigirse como la segunda fuerza política, pese a haber anunciado su formación este mismo mes.
Hoy mismo se anunciaron cambios, con la decisión de Amir Peretz, líder del Laborismo, de no seguir al frente del partido, que se hundió en los últimos comicios con solo tres escaños pese a haber sido históricamente uno de los más grandes del país.
Hasta tal punto se ha debilitado el Partido Laborista, que las primeras encuestas de intención de voto muestran que podría incluso quedarse fuera del parlamento tras la próxima cita electoral.
"El laborismo necesita una renovación y debe elegir un nuevo presidente y liderazgo", dijo Peretz, el diputado más antiguo de la Knéset y que, aunque no anunció su salida de la política, si aseguró que había rechazado su inclusión en las listas de Azul y Blanco y, según el digital Times of Israel, podría estar buscando ser nombrado presidente del Estado de Israel cuando el actual titular, Reuvén Rivlin, abandone el cargo el próximo verano.
Azul y Blanco, parece ser según los analistas y sondeos, quien pagará un mayor precio por estos siete meses de infructuoso gobierno con Netanyahu. Las primeras encuestas le dan solo 5 escaños, frente a los 14 que tiene ahora.
Además, los medios han criticado duramente a Gantz por su ingenuidad al haber haber aceptado gobernar con Netanyahu pese a que durante tres campañas electorales consecutivas había asegurado que no lo haría.
"La carrera política de Beny Gantz ha llegado a su triste final y por un momento uno puede sentir la satisfacción de que la política contiene recompensas y castigos. Robó los votos de gente que se oponía a Netanyahu para luego unirse a su gobierno, creyó las falsas promesas de una rotación en la jefatura del gobierno, se humilló a si mismo buscando beneficios como un título sin significado y un prestigioso coche oficial", afirmaba hoy Aluf Benn, editor general del diario Haaretz.
"Las elecciones acabarán con la infeliz carrera de Gantz", titulaba su columna el director del digital Times of Israel, David Horovitz, en la que le critica dinamitar la coalición con la que se presentó a las urnas con Yesh Atid y Telem, que se separaron después de que él decidiera unirse al Ejecutivo de Netanyahu.
"Perdió el apoyo de muchos de sus votantes cuando rompió la única promesa unificadora de Azul y Blanco: no sentarse en un gobierno con Netanyahu mientras este estuviese bajo la nube de cargos de corrupción. Y ese apoyo ahora se ha minimizado casi hasta la nada", dice, y le achaca volver a ceder ante el poderoso primer ministro en las negociaciones de los últimos días, cuando trataban de encontrar un acuerdo que impidiese disolver la Knéset.
Esta legislatura estaba condenada, nació con poca fe y eran muchos los observadores que creían que jamás llegaría al punto en el que Netanyahu tendría que traspasar el poder a Gantz, en noviembre de 2021.
Ahora, los cambios en el tablero ponen en duda que este pueda volver a formar Gobierno. Su base electoral se mantiene bastante estable, pero sigue dependiendo del apoyo de entre tres y cuatro partidos para lograr una mayoría absoluta que le permita volver a formar Ejecutivo.
Las primeras encuestas sitúan al Likud como el partido más votado, con entre 28 y 29 escaños. Pero la llegada de Nueva Esperanza redistribuye el mapa de escaños, de modo que con los datos de intención de voto actuales el Likud no llegaría a la mitad más uno juntándose con sus socios habituales: el derechista Yamina y los ultraortodoxos Shas y Judaísmo Unido de la Torá. Y, en un principio, los demás se niegan a apoyarle.
Algunos ya no dividen el mapa político israelí en los tradicionales bloques: izquierda, pacifistas y árabes de un lado y, del otro, derecha y religiosos. Ahora, parece dividido en un factor más simple: quienes están dispuestos a gobernar con Netanyahu y quienes harán lo posible para que abandone el cargo que ocupa desde hace más de una década. Todavía quedan muchos meses para ver hacia qué lado se inclina la balanza.