Estambul - “Lo que Jamal Khashoggi no consiguió en vida, lo ha conseguido después de morir”. Así resumió su prometida, la estudiante turca Hatice Cengiz, la sensación de ver reunidos en un escenario en Estambul a activistas de derechos humanos, políticos y hasta el hombre más rico del mundo, Jeff Bezos. Una docena de amigos acompañaba a Cengiz en el escenario erigido a apenas 20 metros del consulado saudí de Estambul, donde Khashoggi fue asesinado hace exactamente 12 meses, tras acudir a la legación para recoger unos documentos que necesitaba para volver a casarse. Cengiz relató cómo esperó en la puerta del consulado al hombre que describió como el amor de su vida, hasta que decidió alertar a sus amigos. Pero era tarde: a Khashoggi “lo mataron tras apenas 10 minutos; no tenían intención de interrogarlo ni de secuestrarlo; vinieron para matarlo”, declaró el exdiputado turco Yasin Aktay. “Y lo mataron porque tenían miedo a sus ideas”, agregó.

Khashoggi había mantenido durante décadas excelentes relaciones con la monarquía saudí, hasta el punto de ser considerado la “cara amable” del régimen, pero esto había empezado a cambiar, recordó el activista de derechos humanos Mohamed Soltán desde el podio.

“Yo era escéptico: él había trabajado para el tipo de gente que me encarcelaba a mí”, dijo Soltán, antes de relatar una conversación telefónica entre Saud al Qahtani, entonces asesor cercano al príncipe saudí Mohamed Bin Salmán, y Khashoggi. “Vi cómo le temblaban las manos cuando Saud le dijo que seguían de cerca su trabajo y que les gustaban sus tuits sobre las reformas. Y cómo le temblaban aún más cuando Khashoggi respondió que iba a seguir haciendo críticas constructivas si encarcelaban a escritores. Ahí supe que era un hombre honrado”, dijo Soltán. De hecho, las columnas de Khashoggi en el diario The Washington Post nunca habían sido especialmente radicales; abogaba por reformas moderadas que alinearan la monarquía saudí con las normas internacionales de libertad de expresión. Pero fue suficiente para que alguien pronunciara su condena a muerte. Aunque se desconoce el paradero de los restos mortales de Khashoggi, Arabia Saudí ha admitido que fue asesinado en el consulado, y el Gobierno turco ha confirmado que su cuerpo fue descuartizado después para hacerlo desaparecer. “Nadie salvo el Estado Islámico (EI) podría haber cometido un asesinato así, y solo Arabia Saudí puede hacer algo como el EI”.

“Le mató un régimen canalla” Quienes lo mataron no fueron unos canallas individuales, fue un régimen canalla”, denunció la yemení Tawakkul Karman, premio Nobel de la Paz. “Arabia Saudí envió a sus sicarios a Estambul al igual que envía sus tropas al Yemen. Condenar a los asesinos de Jamal llevará a poner fin a la guerra en el Yemen”, aseguró Karman. “Jamal, tú querías que el mundo supiera de la guerra en el Yemen y hoy el mundo lo sabe”, corroboró Nihad Awad, cofundador del Consejo de Relaciones Islámico-Americanas (CAIR), mientras que el político egipcio exiliado Ayman Nur aseguró que “buscar justicia no es pedir que se castigue a quienes cometieron el asesinato, y ni siquiera a Mohamed bin Salmán o Saud al Qahtani, sino continuar el rumbo de la libertad de Khashoggi”.

“Arabia Saudí no debería poder ostentar la presidencia del G20 (que asumió en junio pasado) mientras no acepte la responsabilidad por el crimen y mantenga a más de 30 periodistas encarcelados”, remachó el representante de Reporteros sin Fronteras, Erol Önderoglu.

Porque el juicio que se sigue actualmente en Arabia Saudí contra 11 de los 15 sicarios enviados a Estambul, “no cumple ni las reglas más básicas, es una farsa, mientras continúa la represión de activistas”, denunció Andrew Gardner, representante de Amnistía Internacional.

“No pararemos hasta que se haga justicia. Ni siquiera un Estado tan poderoso como Arabia Saudí debería poder librarse de las consecuencias de un asesinato”, declaró Agnès Callamard, relatora de la ONU para ejecuciones extrajudiciales.

La “buena noticia” la quiso dar Wadah Khanfar, exdirector de la cadena qatarí Al Jazeera: “Los mejores aliados de la revolución son los dictadores, porque son muy estúpidos. Y los del mundo árabe son extraestúpidos”.

Fred Ryan, director del Washington Post, recordó a Khashoggi como columnista del diario y advirtió de que “en todas partes del mundo hay dirigentes poderosos que quieren silenciar a la prensa, incluso en Estados Unidos”, y para concluir la ceremonia, el dueño del mismo periódico, el multimillonario Jeff Bezos, abrazó a Hatice Cengiz ante las cámaras. “Estoy aquí, rota, pero orgullosa. Quiero saber qué ocurrió con su cuerpo, quiero que se libere a sus amigos encarcelados”, dijo la joven.

Acto seguido, los participantes se dirigieron a una parcela arbolada a una decena de metros de la puerta del consulado en cuyo umbral se vio por última vez con vida a Khashoggi, y desvelaron un sencillo bloque de mármol blanco con el nombre y las fechas de nacimiento y muerte del periodista.