Si lo que dice la prensa ucraniana es cierto, las elecciones presidenciales de este año no las disputan un cómico -Volodimir Selenski- y el multimillonario y presidente saliente Petro Poroschenko, sino dos oligarcas otrora muy amistados: el mismo Poroshenko e Igor Kolomoiski.

Y de seguir creyendo a la prensa de ese país, lo que se disputan esos dos oligarcas es el poder y dos mil millones de dólares? Selenski no sería en ese relato más que un hombre de paja que hace reír a todo el país, menos a Poroshenko.

Kolomoiski es una de las tantas figuras que surgieron con la caída del comunismo de las negruras del partido para hacerse millonarios en un visto y no visto. Y por pasado común, similitud de intereses e idéntico sentido de rapiña, ambos oligarcas militaron en el mismo bando en la revolución del Maidan (2014), que acabó encaramando a Poroshenko en la presidencia de la República. Las coincidencias fueron tantas que el nuevo mandatario nombró a Kolomoiski gobernador de la provincia de Donbas; oficialmente, por “méritos patrióticos”, ya que este último había organizado y financiado de su bolsillo un cuerpo de combatientes antiseparatistas en su ciudad natal, Dniepropetrovsk (llamada hoy Dnipro).

La comunidad de intereses del dúo oligarca duró apenas dos años. En el 2016, cuando Kolomoiski era ya dueño del mayor banco privado de Ucrania -el Privatbank, con un capital social de 2.000 millones de dólares- Poroschenko echó a su colega del Gobierno de Donbas y le expropió el Privatbank por un presunto desfalco de cinco mil quinientos millones de dólares. Muy desencaminadas no debían ser las acusaciones de Poroshenko, cuando se vieron ratificadas por los analistas del Fondo Monetario Internacional y Kolomoiski se sustrajo a la justicia ucraniana fijando su residencia, primero en Suiza y luego en Israel, donde vive actualmente.

En realidad, contra el expropiado dueño del Privatbank se ha querellado más gente, desde un antiguo socio de Kolomoiski -Vadim Shulman-, quien le reclama 500 millones de dólares y los tribunales londinenses, que han decretado un embargo de los bienes británicos del magnate ucraniano por valor de 2.500 millones de dólares.

Todo lo relatado hasta aquí abre la pregunta de qué pinta un cómico de la legua -como Selenski- en la pugna de multimillonarios de cuestionable moralidad. Y la respuesta se halla en un contrato laboral: el de Selenski con la emisora ucraniana de TV 1 + 1, una de las tantas propiedades de Kolomoiski. Desde las estudios del 1 + 1, Selenski ha hecho reír a toda Ucrania; ha alcanzado una popularidad capaz de doblegar a Poroshenko en las urnas (lo que no es precisamente un galardón para la opinión pública ucraniana): y le baila las aguas financieras a su promotor. Porque este vínculo laboral de Serenski con Kolomoiski es tan intenso que el cómico declaró hace poco que él es un auténtico paladín de la moralidad y enemigo mortal de la corrupción y la oligarquía. Por ello, dijo, si ganase la presidencia, devolverá a Ucrania todo el dinero negro huido del país: ¡los defraudadores podrán regresar a la república con su dinero si pagan un impuesto especial del 5%...!