Tegucigalpa - ¿Por qué ingresaste en la mara?

-Por falta de amor.

Este joven guatemalteco de 25 años entró a formar parte de la Mara 18 con apenas 11 años. Sus padres y un hermano habían sido asesinados “y con el resto de la familia no había buena relación”, así que vivía solo en una casa abandonada. “La mara me pagó dos años de estudios”, apunta. Sin embargo, cuando el éxodo centroamericano rumbo a Estados Unidos pasó por Guatemala, vio la oportunidad de dejar atrás la violencia que había marcado su vida. Llevaba meses apartado de la mara, escondido, huyendo para salvar la vida.

Junto a él, fuera del recinto habilitado en Guadalajara (México) para acoger a los migrantes de la caravana, se encuentra otro joven salvadoreño de 22 años. Estuvo en “la otra mara” de los 13 a los 15 años. “Yo andaba siempre en la calle y empecé a hacerles mandados”, explica. Pero esa no era la vida que él quería, así que huyó a Estados Unidos. Vivió en Houston cinco años, pero “me pillaron manejando borracho y me deportaron”. Él no quiere estar en su país, no quiere volver a caer en la misma situación, así que está intentando llegar de nuevo a Estados Unidos. Entre los dos amigos hay complicidad y risas. “Estáis locos”, les advierte un tercero, hondureño. “Hablar con uno de la otra mara en Honduras es traición y muerte”, deja claro.

Las maras se ha convertido en la principal causa por la que los jóvenes centroamericanos huyen de sus países. “Un chico de un barrio conflictivo lo dijo muy bien cuando le preguntaron por qué quería irse de Honduras. Porque en el barrio tengo más posibilidades de que me peguen un tiro a tener un trabajo, respondió”, ilustra Yolanda González, una de las coordinadoras de la Red Jesuita con Migrantes de Honduras. “¿Quiénes están en esa caravana? Los jóvenes que leen, como salió en El Heraldo, que en ocho meses mataron a 400 jóvenes”, explica. También el diario hondureño informó de que, en la última década, ocho de cada diez víctimas de muertes violentas en el país han sido jóvenes.

Según las cifras oficiales, de enero a octubre de este año, México ha deportado a 7.562 menores no acompañados. Y es que, en muchas ocasiones, cuando una familia ve que la mara empieza a rondar a uno de sus hijos, su única opción es sacarlo del barrio y enviarlo a Estados Unidos. “La extorsión y el reclutamiento son las principales causas por las que la gente sale de Honduras”, apunta Yolanda González.

Estigmatización Falta de oportunidades, desintegración familiar y estigmatización son el caldo de cultivo de las maras en Honduras. En el país centroamericano, casi un millón de niños están excluidos del sistema escolar. “Solo el 20% termina la secundaria, uno de los principales factores de prevención de la violencia”, apunta la coordinadora de la Red Jesuita con Migrantes.

“Cuando terminan el sexto grado (primaria, gratuita), no pueden continuar con sus estudios porque sus familias no tienen recursos y entonces ya no tienen oportunidad”, certifica Leslie, directora de un centro de atención a jóvenes en riesgo social ubicado en una zona con presencia de maras. “También está el hecho de que hay mucha mamá soltera y cuando se van a trabajar quedan los chicos solos en casa, ahí es cuando llegan las invitaciones de los amigos cercanos. La mara los hace sentir bien, acogidos, importantes, por eso los muchachos optan por entrar en este tipo de grupos”, continúa.

“La otra cuestión es que cuando van a buscar un empleo y dicen que viven en zonas en las que hay maras, no les aceptan en el trabajo”, concluye su análisis Leslie, que deja en evidencia la difícil realidad de estos jóvenes. “Hay estigmatización, se les mira con desconfianza, con recelo, haciendo esa vinculación entre juventud y maras”, lamenta Yolanda González.

En el centro educativo de Leslie, los jóvenes dicen ser felices en Honduras, pero sus rostros reflejan otra realidad; la mayoría de ellos está pensando en emigrar.