Imran Khan ganó las elecciones paquistaníes con la promesa de un “nuevo Pakistán”, la lucha contra la corrupción y la mejora de la vida de los pobres, pero la grave situación económica y las acusaciones de fraude electoral se interponen en los planes del impredecible exjugador de críquet. El partido Pakistán Tehreek-i-Insaf (PTI) de Khan llega al poder sin experiencia en el Gobierno nacional de esta potencia nuclear de 205 millones de personas, tras solo haber gobernado la provincia de Khyber Pakhtunkhwa (noroeste) los cinco últimos años.
En las elecciones del 25 de julio el PTI se impuso con 116 de los 270 escaños en juego y formará una coalición con varios partidos pequeños y candidatos independientes para crear un Gobierno en las próximas dos semanas. En su discurso por la victoria, Khan afirmó que el país se enfrenta al “mayor desafío económico de su historia” debido al proceder “disfuncional de las instituciones” y enumeró algunos de los problemas que sufre el país como la dura vida de los agricultores, los millones de niños sin escolarizar o las mujeres que mueren dando a luz. Pero ¿podrá el héroe paquistaní que capitaneó a la selección del país asiático a una inesperada victoria en la Copa del Mundo de críquet en 1992 crear un “nuevo Pakistán”?
“Los desafíos son enormes y no será fácil que Khan cumpla sus promesas”, dijo a Efe el escritor y columnista del prestigioso diario Dawn Zahid Hussain. El analista citó como uno de los principales problemas a corto plazo la posible crisis de pagos a causa del déficit comercial y a una deficiencia de divisas que probablemente llevará al nuevo Gobierno a acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI) en busca de un rescate. El país asiático arrastró un déficit comercial de 17.990 millones de dólares en el último año fiscal (del 1 de julio de 2017 al 30 de junio de 2018), y las divisas han caído a 9.000 millones de dólares, la mitad que hace dos años.
Un rescate del FMI impondría probablemente restricciones en el gasto para paliar el déficit fiscal, lo que dificultaría la promesa de mejorar la vida de los pobres con nuevos hospitales y colegios. Hussain sí cree que Khan podrá limitar la corrupción en las altas esferas del Gobierno, pero remarcó que esta lacra está “profundamente” institucionalizada en el país por lo que no será tan fácil acabar con ella.
Como solución a los problemas económicos y la corrupción Khan dijo en su discurso que es necesario “arreglar el sistema de gobierno”, pero de nuevo se trata de una difícil misión. Raza Rumi, director del diario paquistaní Daily Times y profesor en la Universidad de Cornell de Nueva York, señaló que para cambiar el sistema de gobierno son necesarios cambios estructurales profundos, como el sistema de impuestos o la burocracia del país. “Los burócratas y los jueces son corruptos también, ¿cómo van a cambiar nada?”, señaló Rumi, quien afirmó que ve muy difícil que Khan pueda llevar a cabo sus promesas.
El analista cree que esos cambios estructurales serán difíciles de aplicar dada la inestabilidad política tras unas polémicas elecciones plagadas de acusaciones de fraude electoral para favorecer al PTI. La Liga Musulmana de Pakistán (PML-N) del ex primer ministro encarcelado Nawaz Sharif que obtuvo 64 escaños y el Partido Popular (PPP) de Bilawal Bhutto, con 43, se han unido junto con otros partidos para formar una oposición conjunta ante lo que consideran fraude electoral. Estos partidos han denunciado que sus representantes fueron expulsados de colegios electorales durante el recuento de votos y los resultados se hicieron públicos con dos días de retraso.
La Comisión Electoral de Pakistán (ECP) achacó el retraso a problemas técnicos y rechazó las acusaciones de fraude. Además, durante la campaña el PML-N y el PPP denunciaron que el poderoso Ejército estaba interfiriendo para apoyar al PTI, unas acusaciones que los militares rechazaron. A todo ello, se suma cierto elemento de imprevisibilidad de Khan. “Es impredecible y sus políticas son impredecibles”, aseguró Rumi, quien afirmó que espera que la oficina de primer ministro imponga cierta responsabilidad sobre Khan.
Por ejemplo, el exjugador de críquet afirmó en el pasado que desea reformar las madrasas en las que estudian millones de paquistaníes, pero al mismo tiempo ha defendido la peligrosa ley de la blasfemia que se usa contra las minorías religiosas. “Hay cierta confusión acerca de las políticas que seguirá”, remarcó Hussain.