Teherán - Las autoridades iraníes restaron ayer importancia a las protestas de la última semana, que ya han dado por finalizadas, y volvieron a insistir en que detrás de las mismas estaban los “enemigos externos” del país. Pese a que durante varios días las manifestaciones antigubernamentales mantuvieron en jaque al país, en esta jornada la calma reinó de las calles de las principales ciudades, que fueron únicamente testigo de marchas pro régimen. En el centro de la capital, Teherán, las principales avenidas y plazas escenario de disturbios regresaron a la normalidad en medio de una presencia policial regular. El ministro del Interior, Abdulreza Rahmaní Fazlí, aseguró ayer que en las protestas y disturbios participaron un máximo de 42.000 personas, lo que consideró poco representativo.

Además, subrayó que si las protestas “pequeñas” duraron varios días fue debido a la “tolerancia de las autoridades”, una opinión que contrasta con la veintena de fallecidos y el millar de detenidos en las manifestaciones.

Por su parte, el fiscal general de Irán, Mohamad Yafar Montazerí, denunció que Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí tramaron hace cuatro años un plan para provocar estos disturbios.

El supuesto promotor del complot era un exmiembro de la CIA, identificado como Michael Andrea, quien contó con la ayuda de un oficial vinculado a la agencia de espionaje israelí Mosad, según el fiscal, citado por la agencia oficial IRNA.

Arabia Saudí habría sufragado los gastos de esta conspiración en la que, de acuerdo a esta versión, también estuvieron implicados la Organización Moyahedin al Jalq, considerada terrorista por Irán, y seguidores del depuesto régimen monárquico. En esta línea, el jefe del Ejército de Irán, el general Abdolrahim Musaví, acusó ayer al “Gran Satán (EEUU) y al régimen sionista (Israel)” de mandar “su infantería”: miembros de Moyahedin al Jalq. “Esta conspiración ciega era tan pequeña que solo con una parte de la capacidad de la policía fue eliminada”, destacó el militar, quien ofreció el apoyo del Ejército a la Policía si fuera necesario enfrentar a “aquellos engañados por el Gran Satán”.

Estas acusaciones se han visto fomentadas por el apoyo otorgado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a los manifestantes con frases en Twitter como “es hora de un cambio”.

Las protestas comenzaron el pasado jueves denunciando el alza de los precios y la corrupción, pero tomaron poco después una deriva más dura contra el propio sistema de la República Islámica, que acabó en disturbios.

Sin embargo, la injerencia extranjera es puesta en duda por muchos. El destacado analista Sadeq Zibakalam publicó la pasada noche una carta en la que denunció que “no es la primera vez ni será la última” que las autoridades relacionan las protestas populares con “conspiraciones del enemigo”. “Todo el mundo tiene una mano en las protestas de Irán excepto el propio pueblo iraní y las políticas económicas y sociales del régimen”, afirmó con ironía el analista y catedrático.

Zibakalam indicó que los jóvenes de entre 20 y 30 años que están desempleados y no tienen futuro “están cansados de los principalistas y han perdido la esperanza en los reformistas”, aludiendo a las dos corrientes políticas de Irán.

Varios jóvenes -estudiantes y trabajadores- consultados afirmaron que comparten las demandas de mejoras económicas y sociales enarboladas durante las protestas.

Algunos de ellos participaron en las protestas reformistas de 2009 contra la reelección del conservador Mahmud Ahmadineyad, pero en esta ocasión prefirieron quedarse en casa al no ver un objetivo claro en las mismas que mereciera la pena el riesgo de la represión policial.

Los que no han tenido ningún problema para salir a la calle han sido los partidarios del régimen, que celebraron por segundo día consecutivo multitudinarias marchas en apoyo al líder supremo, Ali Jameneí.

“Todos somos tus soldados Jameneí” y “muerte a monafeghin (Organización Moyahedin al Jalq)” fueron algunos de los lemas coreados en las calles.