La cosa más oscura sobre África ha sido siempre nuestra ignorancia de ella”. Así decía el geógrafo estadounidense George Kimble en el siglo XIX y en la actualidad no es muy diferente. Ya sea porque han quedado en el olvido o porque han sido silenciados, la mayor parte de los conflictos que se dan en el continente africano apenas trascienden a la agenda pública occidental, como podrían ser los que acontecen en el Gran Cuerno de África.

Un país sin Estado

Piratería, marineros secuestrados, hambruna, catástrofes humanitarias y atentados yihadistas. Esos son los mensajes que llegan a Occidente de este país situado al este del continente en el llamado Cuerno de África. Sin embargo, que Somalia ocupe parte de la información de actualidad por sucesos como el atentado de Mogadiscio, acaecido el pasado mes de octubre y que se saldó con 512 víctimas, hace olvidar los problemas crónicos de este territorio.

Reconocido como un estado fallido, Somalia obtuvo la independencia de Italia y Reino Unido el 1 de julio de 1960. La actual República Somalí surgió a raíz de la unión de los territorios del Protectorado de la Somalilandia Británica y la Somalia Italiana. No obstante, en 1969 un golpe militar estableció una dictadura con Mohamed Siad Barre a la cabeza durante dos décadas con el apoyo de la URSS primero y de EEUU después -cuando la URSS favoreció a Etiopía, rival de Somalia-.

En 1987 surgió una oposición armada en el norte que en 1990 obtuvo el control de la mayor parte del país. Esto provocó la disolución del Estado y uno de los países étnicamente más homogéneos de África se dividió todavía más que durante la dictadura. Como consecuencia se crearon diferentes estados autoproclamados: al norte Somalilandia, que obtuvo la independencia de Somalia en 1991; al noreste Puntlandia, en 1998; al sur la ya desaparecida Jubalandia, en 1998; y Galmudug, en 2006. Actualmente, no cuentan con reconocimiento internacional.

En 1991 tuvo lugar el golpe de estado definitivo que echó a Siad Barre del gobierno, pero la situación no mejoró por ello. El país quedó sumido en el caos de una guerra civil entre clanes en la que la ONU, Etiopía y Estados Unidos han intervenido y que ha sembrado el perfecto campo de cultivo para el auge del yihadismo de la mano de Al-Shabaab, el grupo islamista somalí surgido de la extinta Unión de Tribunales Islámicos que se hizo con Mogadiscio en 2006 y que ha jurado oponerse a la presencia de tropas extranjeras. En la actualidad Somalia está formada por un Gobierno Federal de Transición, presidido por Sheikh Sharif Ahmed desde 2009, pero el conflicto continúa.

Sudán del Sur

Un país derrotado

Desgarrado por intermitentes guerras civiles desde que se independizó de Gran Bretaña en 1956, el mayor país en extensión de África nunca ha abandonado del todo las violentas rencillas entre el norte, árabe e islamista, y las comunidades negras del sur, cristianas y animistas. Sin embargo, por mucho que Sudan del Sur alcanzara la independencia en 2011, no por ello terminaron los enfrentamientos, aunque en este caso dentro de su propio territorio.

Desaparecido el enemigo común del norte, que unió a las facciones del sur, las rivalidades ancestrales fomentadas por los líderes rivales Kiir y Machar volvieron a la agenda sursudanesa, desembocando en diciembre de 2013 en un fallido golpe de estado que dio comienzo a la guerra civil.

Los combates más violentos se dan en las regiones de Ecuatoria Oriental y Unidad, que son las más ricas en yacimientos de petróleo. Según la ONU, en Sudán del Sur hay 1,86 millones de desplazados internos y otros 2,1 millones se han refugiado en países vecinos.

El conflicto que nunca se cierra

Sin desplazarnos demasiado se encuentra también la zona de Darfur, donde paralelamente a la guerra entre el norte y el sur de Sudán se originó una guerra de guerrillas entre la milicia árabe Yanyauid -traducido, los jinetes armados- y la población negra de la región. A diferencia del conflicto norte-sur del país, la disputa en este territorio tiene motivos étnicos en vez de religiosos, dado que la mayoría de los habitantes de Darfur son musulmanes.

Aunque tiene raíces bastante más antiguas, el actual conflicto se inició cuando concluía la Segunda Guerra Civil Sudanesa. Las primeras tensiones que darían lugar a este conflicto afloraron a finales de los años 80, cuando la población árabe -nómada y que trasladaba su ganado hacia el sur en primavera para pastar- comenzó a moverse con mayor antelación, lo que conllevó serios problemas a los negros, dedicados a la agricultura, ya que sus cultivos fueron comidos por las hordas de camellos. Esto ocasionó múltiples enfrentamientos, que se intensificaron con la llegada al poder en Sudán de un régimen militar de corte islamista hasta que en febrero de 2003 estalló oficialmente el conflicto.

Aunque no existe un acuerdo en cuanto al número de muertes producidas por el conflicto, generalmente se considera creíble la cifra de 400.000 víctimas dada por la organización no gubernamental Coalición para la Justicia Internacional. Asimismo destaca que la violación y demás formas de violencia no son una mera consecuencia de la guerra, sino que se están utilizando como arma de guerra, según Anmistía Internacional. Este conflicto ha ocasionado otros en el continente africano, como la guerra civil en Chad o la primera guerra civil de la República Centroafricana.