La República Popular Democrática de Corea no ha saltado a las portadas este verano por su nombre, sino por la escalada de amenazas entre su mandatario, Kim Jong-un, y el presidente estadounidense, Donald Trump. Corea del Norte es, en realidad, un país pobre, con unos 25 millones de habitantes, pero tras una larga historia de enfrentamientos con Corea del Sur y sus aliados occidentales, la dictadura que ha conformado la saga de los Kim se ha asegurado la bomba atómica. Es, por tanto, un grano en el trasero de las relaciones internacionales.

Es difícil simplificar el “lío enorme” de la trayectoria norcoreana, tal y como la resume el corresponsal vasco en Asia Zigor Aldama. Por un lado, el régimen de Pyongyang se autodefine como un “autosuficiente Estado socialista”, mientras que en Occidente es concebido como una “dictadura totalitaria”. Ciertamente, el ostracismo y gran control de la vida en Corea del Norte llega a mediatizar el uso de internet, los contados medios de comunicación y ¡las conferencias telefónicas! Organismos humanitarios como Amnistía Internacional (AI) tienen grandes dificultades para cuantificarlas, pero es uno de los países que más despunta en la aplicación de la pena de muerte. Y de los que más ejecuta a ciudadanos por discrepar políticamente. Claro que China también. Vayamos, pues, por partes.

Desde la guerra de Corea

La Guerra de Corea (1950-53) se libró entre la República de Corea (Corea del Sur) -apoyada por EEUU y Naciones Unidas- y Corea del Norte -ayudada por la República Popular China y la Unión Soviética-. La península coreana había estado anexionada por Japón, y fue dividida al cabo de la Segunda Guerra Mundial, al concluir la Guerra del Pacífico.

El Paralelo 38 se convirtió en una división física y socio-política, ya que el Norte votó un gobierno comunista y en 1950 invadió el Sur, iniciando así el primer conflicto serio de la Guerra Fría. Stalin puso mucho ahínco en reforzar su presencia en Asia, para lo que apoyó a Pyongyang. Ya en la Guerra de Corea el presidente Truman quiso un bombardeo atómico del Norte de China. El Congreso estadounidense se opuso, al temer la reacción de la Unión Soviética.

La coreana fue una de las guerras más sangrientas: Corea del Sur y sus aliados tuvieron cerca de 778.000 muertos, heridos y mutilados, y el bando norcoreano, entre 1.187.000 y 1.545.000; además originó 2.500.000 civiles muertos y heridos, y más de 2 millones de refugiados.

Pero la gran herida ha seguido abierta. El comunismo y el capitalismo continúan librando una batalla en la península, acentuada los últimos meses. Y eso que en mayo el nuevo presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, tendió la mano en su primer discurso a su homólogo del Norte, Kim Jong-un, afirmando que estaba dispuesto a viajar a Pyongyang y que haría todo lo posible por preservar “la paz en la península”, relató la periodista Georgina Higueras, que ha pasado mucho tiempo en esa península.

Pero el “enorme lío” del que habla su colega Zigor Aldama se ha complicado durante todo el verano, al amenazarse, sobre todo, Trump y Kim. Aldama y Diana Negre, corresponsal en Washington, coinciden en no estar seguros de cuál de los dos son más bravucones. “Washington también tiene la bomba atómica, y tengo mis dudas respecto de que Donald Trump sea un tipo mucho más cabal que Kim Jong-un”, valora a DNA Aldama.

Un régimen cruento

Tras las inundaciones de 1995 y 1996, Corea del Norte cayó en una gran espiral de pobreza: en 1997, según un estudio de Unicef, más de 800.000 niños sufrían de severa desnutrición. En 1999, el propio gobierno de Pyonyang admitió la muerte de cerca de 220.000 personas debido a la hambruna, aunque, según la CNN, las cifras podrían rondar los dos millones.

Hasta los años 90, Corea del Norte contaba con arrozales más productivos que los del Sur, gracias a fuertes subsidios, fertilizantes y obras de irrigación apoyadas por la URSS y China. A principios de la década, esas ayudas cesaron, y la crisis de los Estados Independientes y el posterior colapso de la URSS agravaron los problemas financieros del país. Para más calvario, fuertes inundaciones anegaron las reservas al inicio del mandato de Kim Jong-il, heredero de Kim Il-sung.

Ya entonces miles de norcoreanos huyeron a China, donde fuerzas de seguridad vecinas los repatriaban o encarcelaban en algunos casos. Hoy, numerosos norcoreanos intentan escapar del férreo régimen de Kim y afirman sufrir maltratos diversos en China. Fue viral el relato de Yeonmi Park, niña que narraba cómo su madre fue violada y ella vendida por 200 dólares, tras huir de Corea del Norte. País donde, denunció, no podía ver una película estadounidense, una historia de amor, una revista... ni cantar, ni vestir libremente. “El único país del mundo donde ejecutan gente por hacer llamadas internacionales no autorizadas”, afirmó. Esta historia fue puesta en tela de juicio, mientras Suecia investigaba la de un adolescente que decía haber huido de un campo de concentración, pero luego cambió partes de su relato.

A los organismos humanitarios les cuesta constatar las cifras norcoreanas, pero sí cuentan Corea del Norte entre los países con más violaciones de derechos fundamentales. AI destaca su uso de la pena de muerte para reprimir la disidencia, si bien en 2015 registró que el mayor número de ejecuciones tuvo lugar en China, Irán, Pakistán, Arabia Saudí y Estados Unidos, en ese orden. En Arabia, China, Corea del Norte, Irak... suelen obtener “confesiones” mediante tortura.

En un Estado impío y hermético, “es imposible verificar nada. Es evidente que es un régimen autoritario terrible, pero también lo es que existe mucho interés entre sus enemigos para hacer creer que es peor de lo que realmente es. La propaganda surcoreana y estadounidense es más sutil pero existe. Así, se ha demostrado varias veces que los servicios de Inteligencia surcoreanos han fabricado informaciones que luego se han demostrado falsas: ejecuciones extravagantes, desapariciones misteriosas y también el testimonio exagerado de desertores”, apunta Zigor Aldama.

“Estrategas, politólogos, psiquiatras y un sinfín de agentes de inteligencia de Corea del Sur tratan de descubrir los entresijos de la personalidad de Kim Jong-un, campeón de los horrores de un régimen que cada vez que cambia de líder se ceba más en su población”, narra Georgina Higueras.

La amenaza nuclear

Quién diría que Kim Jong-un fue educado en Berna (Suiza) y que habla inglés y alemán. Tras la muerte de su padre, Kim Jong-il, en 2011, con 28 años de edad fue declarado “líder supremo” de la RPDC, y es Presidente del Partido del Trabajo de Corea y general con cuatro estrellas. Y autonombrado mariscal. Su pueblo es pobre, pero quiso ganarse el aprecio de los militares aumentando el gasto en Defensa. Georgina Higueras añade que “ha sorprendido al mundo por el descaro con que mandó asesinar a su hermano paterno Kim Jong-nam, en febrero pasado”.

En marzo de 2013, el mandatario declaró el “Estado de guerra” a Corea del Sur, aumentando las posibilidades de una guerra nuclear debido a los bombarderos B-2 Spirit de Estados Unidos que sobrevolaron la península durante esa crisis.

Este verano, Pyongyang amenazó con atacar la isla de Guam, mientras estadounidenses y surcoreanos hacían ejercicios militares en la península, pero Kim decidió retrasar dicha acción al anunciar Pekín que cumpliría “a rajatabla” las sanciones. Las amenazas de Trump han sido vistas también en su país como excesivamente peligrosas. “Listo para el combate”, habló de desatar “fuego y furia”. Y esta semana muchos japoneses se despertaron a las 6.02 horas, ante las sirenas que advierten de un ataque inminente. Zigor Aldama recuerda que, ante un fallo de Pyongyang, Japón está a tiro. Mucho más que Guam. De ahí que el viernes pidiera a China ayuda con las sanciones.

La ONU no ha logrado que Pyongyang cese en sus pruebas. “Desde la Guerra de Corea, Corea del Norte no ha invadido ningún país. EEUU, unos cuantos. Sabemos cada misil que prueba Corea, pero no los que prueba EEUU...”, enumera Aldama. ¿Se quedará todo en una tensión?