Nairobi - “Todos rezamos para que haya paz y que el perdedor, sea quien sea, acepte los resultados”, dice Amina, quien no se rinde a pesar de llevar siete horas en una fila del barrio chabolista de Kibera para depositar su papeleta: “Son unas elecciones importantes. Tengo que votar”.

Ejercer el derecho al voto ayer en Kenia fue una odisea para los 19,6 millones de ciudadanos registrados, que desde antes del amanecer empezaron a amontonarse delante de los colegios electorales desafiando el frío y la llovizna matinal envueltos con mantas masais. Pero las horas pasaban y las filas no avanzaban debido a los problemas causados por el nuevo sistema de identificación biométrica implantado por la comisión electoral, que ralentizó notablemente la votación.

Pese al descontento generalizado, todos esperaron sin perder la calma porque lo más importante ayer era decidir el futuro del país. “Me hubiera gustado tener a otros candidatos. Los dos (el presidente Uhuru Kenyatta y el opositor Raila Odinga) llevan mucho tiempo en las política y son corruptos”, criticaba a Efe Amina. Para ella, el problema de fondo está claro: “A Kenia no le importa la política, solo la tribu a la que perteneces. Por eso les costará aceptar una derrota”. No ayuda que ningún candidato haya querido firmar un acuerdo para respetar los resultados.

Aunque todos confían en que Kenia haya aprendido de los errores pasados, el temor a que los resultados desaten choques entre kikuyus (tribu de Kenyatta) y lúos (tribu de Odinga) está en la mente de los votantes.- Jèssica Martorell