Berlín - El excanciller Helmut Kohl, jefe del Gobierno alemán entre 1982 y 1998, falleció ayer a los 87 años. Fue el político que convirtió la Alemania dividida en la primera potencia europea y que imprimió su sello en la Unión Europea (UE). Kohl, patriarca de la Unión Cristianodemócrata (CDU) que dirige Angela Merkel, murió en su casa de Ludwigshafen, el lugar donde vivía apartado de la vida pública junto a su esposa, Maike Richter, 34 años más joven y con quien compartió la última etapa de su vida.
Su muerte se produjo 19 años después de su paso a la retaguardia -tras su derrota ante el socialdemócrata Gerhard Schröder en 1998-, aunque desde su retiro siguió levantando la voz, mientras su estado de salud se lo permitió, cada vez que sintió peligrar sus grandes proyectos: la unidad alemana y la europea.
Récord de permanencia en el poder en Alemania (dieciséis años como canciller) y también al frente de la CDU (un cuarto de siglo), Kohl fue un político al viejo estilo, acostumbrado a imponerse con un puñetazo en la mesa, fácil de emocionarse hasta el llanto al primer elogio y con algunos claroscuros en el final de su carrera.
Para la historia pasará como el artífice de la reunificación alemana, mientras que para algunos de sus compatriotas fue la pera o la bombilla, apodo que se le aplicó tanto por su cabezonería como por la forma de su cuerpo, con sus 1,93 metros de altura y unos aproximadamente 130 kilos de peso. Nacido en Ludwigshafen (Renania-Palatinado) el 3 de abril de 1930, fue hombre de pensamiento algo monolítico, que de entrada tuvo que luchar contra la etiqueta de político de provincias. Ingresó en la CDU en 1947 y ese fue su único partido hasta su muerte. En 1958 se doctoró en Ciencias Políticas, Derecho e Historia, época en la que se ocupó de la dirección de las juventudes de la CDU para asumir luego el liderazgo del partido en Renania-Palatinado.
En 1976 se convirtió en diputado del Bundestag y luego en jefe del grupo parlamentario conservador, hasta que en 1982 saltó a la cancillería aprovechando una crisis del gobierno del canciller socialdemócrata Helmut Schmidt. Cuatro ministros liberales, socios en el Gobierno, rompieron la disciplina para sumarse a la moción de censura planteada por los conservadores y Kohl logró la Cancillería.
Schmidt, el otro Helmut, le estrechó la mano en la sesión parlamentaria que le derribó, pero nunca más le habló. Un año después se vio envuelto en el escándalo Flick, en el que se le acusaba de haber recibido ilegalmente fondos de la empresa de este nombre, asunto turbio que nunca le abandonó completamente. En 1989, con la revolución pacífica de la ciudadanía tras el Telón de Acero, llegó su momento histórico.
Asumió como propio el Wir sind das Volk o (Nosotros somos el pueblo) con que los ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA) exigían democracia al resquebrajado régimen germano-oriental.
El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín e inmediatamente después lanzó un Plan de 10 puntos para lograr la unidad alemana, lo que implicó convencer a las potencias aliadas que derrotaron a Hitler de que una nueva Alemania fuerte no era una amenaza. El 3 de octubre de 1990 se firmó el Tratado de Unidad, por el que el territorio de la RDA quedó absorbido por la RFA.
Unos meses después, fue reelegido en las generales y se convirtió en el primer canciller de la Alemania unificada. A partir de ahí, desplazó su interés hacia lo que fue su otro proyecto: la moneda única y la ampliación de la UE. No llegó a liderar ni lo uno ni lo otro, puesto que en septiembre de 1998 su era tocó a su fin.