El progresivo envejecimiento de nuestras sociedades occidentales, especialmente europeas, y muy destacadamente la vasca, ocupa de tanto en tanto nuestras conversaciones.

Se suele centrar la cuestión o bien en el problema de las pensiones futuras (que confiamos paguen los mismos que deben pagar la deuda pública, muy solidario todo con nuestros hijos) o bien en la necesidad de inmigración, profundizando en ese dilema esquizofrénico que tenemos con ese asunto: entre necesitarlo y no quererlo, entre crear las condiciones que lo hacen inevitable y al tiempo rechazarlo.

En otras ocasiones nos centramos en las nuevas posibilidades laborales, empresariales e incluso tecnológicas que este cambio en la pirámide poblacional crea: nuevos servicios, nuevos empleos (que alguien pagará, se entiende) o nuevas aplicaciones inteligentes.

Pero rara vez se toman medidas a largo plazo, quizá por que se teme que hablar de natalidad o familia suene a pasado o conservador, cuando debería ser todo lo contrario: se me ocurren pocas cuestiones tan de futuro y con tantas posibilidades de enfoque progresista, desde la conciliación y la igualdad hasta los derechos o el envejecimiento no sólo activo, sino creativo y enriquecedor para todos.

La revista científica The Lancet, probablemente la revista médica más influyente del mundo, acaba de publicar un estudio sobre el aumento de la esperanza de vida en el mundo de aquí al 2030.

El artículo compara 21 modelos de proyección para hacer una estimación en 35 países. Se prevé con una alta probabilidad que la esperanza de vida media aumente notablemente. Es posible que la máxima esperanza de vida se dé entre las mujeres coreanas (del Sur, obviamente), que podría llegar hasta los 90 años. Tras ellas vendrían las mujeres de Francia, España y Japón. Entre los hombres la mayor esperanza de vida se dará probablemente en Corea del Sur, Australia y Suiza, donde seguramente pasarán de los 80 o incluso los 85.

Los países en que menos aumentará la esperanza de vida de entre esos 35 estudiados están encabezados por Estados Unidos. De forma no sorprendente, el artículo nos señala que la equidad y los servicios públicos de calidad afectan positivamente a la esperanza de vida.

De acuerdo con la tablas publicadas en este estudio, en España también aumenta la esperanza de vida. Desde una esperanza en el año 2010 de 84,83 para las mujeres y 78,66 para los hombres, pasamos a 88,07 y 83,47 respectivamente en 2030.

En este contexto, este mismo año 2017 acaba de entrar en vigor, tras las ratificaciones de Costa Rica y Uruguay, la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, cuyo objeto es “promover, proteger y asegurar el reconocimiento y el pleno goce y ejercicio, en condiciones de igualdad, de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de la persona mayor, a fin de contribuir a su plena inclusión, integración y participación en la sociedad”.

Hasta donde yo sé, se trata del primer tratado internacional centrado en los Derecho Humanos de las personas mayores.

A efectos de esta Convención “persona mayor” es “aquella de 60 años o más, salvo que la ley interna determine una edad base menor o mayor, siempre que esta no sea superior a los 65 años”.

Mientras tanto ha aparecido el inefable Aznar para decirnos que conviene retrasar la jubilación, quizá hasta los 70 años, para mantener el sistema. Lógicamente las redes sociales han saltado a la yugular del irritante mensajero recordando sus privilegiadas condiciones, lo cual no deja de ser un recurso falaz a la argumentación ad hominem (que el sujeto lo merezca no mejora la calidad del argumento). Machado, en boca del maestro Juan de Mairena, dijo algo sobre la verdad, Agamenón y su porquero. Viene al caso, pero no me queda ya espacio para citarlo. Apelo a la memoria de mis lectores? o a su buscador.