2 Diana Negre
Corresponsal
washington ? En medio de las luchas de Donald Trump con los medios informativos y las divergencias entre lo que declaran el presidente y sus ministros, el Partido Demócrata norteamericano trata de salir el pozo en que se ha ido metiendo en los años de la presidencia de Barak Obama, cuando muchos de ellos creían que se acercaban a una época dorada, en que los progresistas de todos el país conseguirían imponer el “cambio” que había prometido el primer presidente negro en la historia del país.
En una conferencia llena de tensiones, acabó por nombrar a un jefe de nombre hispano, Tom Perez, quien prometió dar al partido la unidad que tanto necesita? pero que brilló por su ausencia en las horas de asamblea.
Perez ? cuyo nombre pronunciado en inglés (“porész) no tiene semejanza alguna a la versión original - representa, como la derrotada Hillary Clinton, el sector más calcificado del Partido Demócrata. Al igual que durante la campaña electoral, se le enfrentaron los más progresistas abanderados por el que fuera candidato en las últimas elecciones, Bernie Sanders.
El aspirante derrotado, Kaith Ellison, tan solo perdió por unos pocos votos en las dos rondas de votaciones y, aunque Perez hizo el gesto magnánimo de nombrarlo inmediatamente vicepresidente del partido, no está muy claro que los demócratas estén en la vía de unidad tan necesaria para restablecer sus maltrechas huestes.. Al contrario, el desarrollo de la asamblea indica que las mismas divisiones de la campaña electoral entre los populistas de Sanders y los cuadros de Clinton continúan y en el panorama del país no parece un buen sistema para recuperar las mayorías que el partido perdió en noviembre: la Casa Blanca el Senado, los gobernadores estatales y los congresos de los diferentes Estados.
Las desventuras demócratas llegan cuando mas necesario es el partido para contrarrestar al nuevo presidente. Por ahora, la mejor esperanza demócrata está ahora en las divisiones que puedan surgir en el campo republicano, donde la victoria de noviembre no parece ayudar a reconciliar a los tradicionales con el ala trumpista-populista.
Y necesitarán a las dos para mantener esta mayoría imprescindible para cumplir con sus promesas electorales: Promesas tan ambiciosas como rehacer el sistema fiscal, reformado por última vez hace 30 años; substituir la reforma sanitaria por una versión más barata y sencilla que garantice cobertura a todos y reducir el “estado administrativo” como Trump prometió.
El “nuevo Trump” Las tribulaciones demócratas se agravaron esta semana con el primer discurso de Trump ante el Congreso, en que el país vio una nueva personalidad que parece haber atraído a gente que no ha jurado fidelidad numantina al Partido Demócrata. Porque el “nuevo Trump” se presentó cortés, respetuoso con quienes no están de acuerdo con él y tendió una mano a la oposición en nombre del bien del país.
En vez de los insultos que tantos esperaban, Trump empezó su discurso de una forma genial, pues obligó a sus rivales demócratas a ponerse en pie y aplaudirlo a la primera frase, cuando apeló a más avances en los derechos civiles.
Los demócratas habían llegado preparados a abuchearlo, a duras penas cumplieron con el protocolo de levantarse para saludarlo a su llegada y las mujeres andaban vestidas de blanco en memoria de las sufragistas ?para denunciar el machismo de Trump?, pero no tuvieron más remedio que sumarse a los aplausos también en otras ocasiones, especialmente cuando honró a la viuda de un soldado caído en combate, invitada de honor en el palco de la familia presidencial.
En el discurso, interrumpido por aplausos (en promedio cada cuatro segundos), Trump habló de sus esperanzas de resurgir económico y dio a entender incluso que está dispuesto al compromiso con los inmigrantes indocumentados. La reacción popular fue muy favorable y puso a los demócratas en el dilema de redoblar sus críticas o sumarse al sentir general. Como era previsible, buscaron los tres pies al gato para denunciarlo, o como mínimo para dudar de su sinceridad, pero su actitud tan solo pone de relieve el desencuentro entre el partido y la población, tanto más grave por tratarse del partido que se llama progresista y defensor del pueblo.
La reacción popular más evidente no se retrasó ni 24 horas, pues las bolsas subieron nada menos que el 1.5%, con 303 puntos para el Dow Jones, que ha ganado más de 2000 desde el día de las elecciones, es decir, casi el 11%. Y las bolsas americanas no son un reducto de “los ricos”, sino un deporte popular para el 54% de la población, que invierte directa o indirectamente los ahorros para su vejez ?más del doble del 21% de españoles? con valores bursátiles.Aunque los demócratas sacaron su artillería pesada con las condenas lanzadas de sus líderes en las dos Cámaras, es probable que consigan lo contrario: dos tercios de la población cree actualmente que es mejor que la oposición colabore con Trump.
En cuanto al 29% que favorece una oposición demócrata acérrima, son los partidarios demócratas incondicionales ?en número insuficiente para ganar elecciones? y no es a ellos a quien se dirigía Trump, quien aparentemente trata de mantener a sus seguidores y atraer a los independientes. l