NUEVA YORK -Las imágenes de la victoria de Barack Obama en las elecciones de 2008 están, sin lugar a dudas, entre las estampas icónicas de este comienzo de siglo. El primer mandato del líder demócrata arrancó acompañado de una enorme ilusión, y también de unas tremendas expectativas. El Nobel de la Paz otorgado antes de que cumpliese un año en el cargo fue un buen ejemplo de hasta qué punto la era Obama nacía con halo de mandato histórico. Ocho años después de su primera elección y con el candidato a punto de ceder el puesto de mando, tres expertos del ámbito universitario analizan para este diario los éxitos y fracasos de este periodo.
Si películas como El Mayordomo, en su parte final, reflejaban la enorme ilusión que para muchos suponía la llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca, tras el final de la era Obama queda la duda de si, por ejemplo, el cine reflejará un periodo brillante de la historia o más bien decepcionante. ¿Cómo valorará la historia el legado del líder demócrata? ¿Merece su labor un aprobado o han pesado más los fracasos que sus logros? El profesor y doctor en Historia y Relaciones Internacionales de la Universidad de Deusto Iñigo Arbiol, el profesor de Relaciones Internacionales de la UPV/EHU Felipe González Álvarez, y Vicente Palacio, director del Observatorio de Política Exterior (OPEX) de la Fundación Alternativas y profesor en el Instituto de Empresa de Madrid, analizan los claroscuros de estos ocho años.
un cambio de calado De regreso de EEUU tras una reciente visita en plena vorágine electoral, Iñigo Arbiol considera que “la sustancia real de las políticas internas de Obama y su impacto en el país son poco conocidos”. “Es a menudo criticado por no cumplir con la esperanza de cambio que inspiró a tantos votantes durante su ascenso a la Casa Blanca. Sin embargo, a mi juicio, una revisión de su historial muestra que durante la era Obama se ha producido un cambio mucho más radical que lo que la mayoría de sus partidarios o detractores son capaces de ver”, considera.
Desde su perspectiva, más allá de las apreciaciones que valoran sobre todo un cambio superficial con poca incidencia real, Arbiol ha visto en Obama “un gran ejecutor”. “Es cierto que no ha podido crear el cambio hacia una política apartidista, tal y como prometió. Pero también es cierto que el cambio de política reinventando el enfoque de los Estados Unidos en cuestiones como la salud, la educación, la energía, el clima y las finanzas, se ha producido sin ningún género de dudas. Si bien el presidente es a menudo identificado con el clásico político con pico de oro, aunque de escasos logros, desde que asumió el cargo durante una crisis económica sin precedentes en 70 años, a mi juicio, ha resultado ser un gran ejecutor, aunque lamentablemente haya fallado en comunicar lo que ha hecho”, añade.
En su despacho de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU, Felipe González Álvarez aprecia tanto un cambio rotundo “en las formas”, “mucho menos agresivas y apoyado en una oratoria brillante”, como una apuesta clara por recuperar el peso y el prestigio de los EEUU en el mundo tras la “nefasta” gestión de George W. Bush. “No cabe duda de que su administración ha supuesto un gran soplo de aire fresco, en general, aunque a veces el soplo era, y sigue siendo, de aire contaminado”, sintetiza.
Vicente Palacio, por su parte, se atreve a predecir cómo será recordado. “Como el presidente que sacó a EEUU de la Gran Recesión y que pacificó en parte la política exterior, pero que al mismo tiempo fracasó en reducir la desigualdad social y la polarización partidista en la sociedad y las instituciones”, indica el autor del ensayo Después de Obama. EEUU en tierra de nadie (editorial Catarata).
la política exterior La irrupción de Obama en la Casa Blanca no solamente fue vista con esperanza dentro de las fronteras estadounidenses, sino que buena parte del mundo respiro aliviado con el triunfo de su discurso. Tras el incendiario mandato de Bush, el cambio de los objetivos en política exterior ha sido patente en estos ocho años.
El profesor González Álvarez aprecia en la administración norteamericana una voluntad de “repartirse el control del poder mundial” negociando con otras potencias dentro de un mundo multipolar que en este comienzo de siglo XXI “determinará el equilibrio y la balanza de poder para los próximos cincuenta años”.
Desde el punto de vista del profesor Arbiol, “restablecer las relaciones exteriores” con el resto del mundo era, junto al objetivo económico de prevenir una segunda Gran Recesión, el reto primordial cuando Obama accedió al poder. En síntesis, considera que la acción del líder estadounidense en el plano exterior se puede calificar como “prudente” y de un “éxito considerable”. “Ha logrado recomponer la relación con aliados estratégicos, gestionar un liderazgo menos prepotente en Afganistán e Irak tras la muerte de Bin Laden y, más recientemente, resetear las relaciones con Irán y Cuba, así como firmar el tan necesario acuerdo climático global”, indica. Además, coincide con el profesor González en que la administración Obama ha buscado con éxito implicar a sus socios en asuntos globales. “Más allá de la tan ajada desconexión de EEUU de los asuntos globales, si bien Estados Unidos ha gastado menos en defensa, Obama ha sabido implicar política y financieramente a sus socios en la gestión de los asuntos globales, respondiendo al sentir de la mayoría que le aupó a la presidencia, cansada de guerras que lastraban la economía y ni siquiera alcanzaban a comprender”, explica Arbiol.
Bajo el punto de vista de Vicente Palacio, los principales logros han sido la normalización de relaciones con Cuba y el acuerdo nuclear con Irán, así como el acuerdo climático de París. Sin embargo, también habla con rotundidad de “decepciones”. “Son debidas a posiciones algo erráticas en asuntos, no obstante, muy difíciles de gestionar. Principalmente, los retrocesos en Afganistán e Irak, la incapacidad para influir en el proceso Israel-Palestina, así como la crisis de Libia y Siria, que han derivado en catastróficas, aunque por supuesto no sólo por error de Estados Unidos”, señala.
la recesión En lo que se refiere a la política estrictamente interior, además de la reforma sanitaria, el principal caballo de batalla del mandatario demócrata ha sido hacer frente a la recesión. “La primera economía mundial perdía 800.000 empleos al mes cuando Obama asumió el cargo; hoy acumula un récord de más de 70 meses consecutivos de crecimiento de la población activa en el sector privado, si bien el crecimiento salarial aún es moderado. Por si fuera poco, todo ello se ha llevado a cabo al tiempo que el déficit público se ha reducido en cerca de 1 billón de dólares”, señala Iñigo Arbiol.
las desigualdades Felipe González también reconoce a Obama sus aciertos en materia económica, aunque con muchos matices. “Desde un prisma ultra liberal, que no es el mío, ha resuelto favorablemente para los intereses de su país aspectos de macroeconomía que muchos economistas destacados le reconocen. Todo lo contrario a lo realizado por la Unión Europea, que no ha sabido, o querido abordarlos con otro enfoque socio-político y ha dejado que el modelo social europeo se hundiese”.
Las políticas económicas de Obama, no obstante, han exigido el pago de un alto peaje en opinión de González: “Miles de familias estadounidenses de clase media son más pobres, y los más pobres viven casi en la indigencia. La Administración Obama rescató a los bancos, pero dejó empobrecidos a miles de ciudadanos”.
Desde el punto de vista de Arbiol, la pérdida de la mayoría en el Senado y el Congreso ha sido una de las claves que ha impedido un mayor alcance de los objetivos de su mandato. La hostilidad política y presupuestaria hacia Obama en las Cámaras obstaculizó cuestiones como el control de las armas o la reforma migratoria.
González remarca, precisamente, la incapacidad de Obama por resolver el “gravísimo” problema de las armas, aunque concluye con un moderado reconocimiento de su labor: “Dije cuando fue elegido presidente en 2008, y mantengo ahora, que Obama era el mejor presidente para los estadounidenses, y el líder político de una superpotencia como los EEUU menos malo para la comunidad internacional, con matices importantes”.
Iñigo Arbiol incluso muestra su perplejidad por la falta de reconocimiento desde algunos ámbitos: “Es sorprendente cómo, a pesar de la frecuencia con la que Obama ha conseguido acercarse a los objetivos que se pretendían desde hace décadas por los demócratas, las cuestiones más mediáticas han hecho sombra a numerosas políticas exitosas, que han pasado desapercibidas”.
Desde su punto de vista, la propia comunicación, que tan bien ha manejado en algunos momentos, ha podido ser uno de sus puntos débiles. “Quizá ese balance se deba a un problema de comunicación y marketing sobre los logros, que otra administración como la de Clinton entre 1993 y 2001, hubiera explotado hasta la saciedad, o quizás la falta de acierto de un Obama que fue aclamado como Nobel antes de ser elogiado como gestor doméstico en un país que vive y vota hacia dentro”, concluye.