Bogotá - Jon Landaburu (París, 1943) llegó a Colombia en 1967. Lingüista y filósofo de profesión, ha dedicado su vida al estudio de las lenguas indígenas del país sudamericano, convirtiéndose en uno de los principales especialistas en este campo. Antes de jubilarse, trabajó con el Ministerio de Cultura colombiano “propiciando un programa de protección de las lenguas indígenas, que hay muchas, es una diversidad enorme”, explica Landaburu desde Bogotá, donde reside. A Zarautz, donde tiene casa y familia, sigue viniendo a pasar algún verano, pero su vida está desde hace medio siglo ligada a Colombia.

Y allí ha seguido, como un colombiano más, las negociaciones de paz entre las FARC y el Gobierno hasta la histórica firma del acuerdo. “Aunque hay mucha gente que está en contra del pacto, la mayoría está a favor”, sostiene, convencido de la victoria del sí en el referéndum de hoy. “Hay alivio y conciencia de que, por lo menos, van a parar los secuestros, el reclutamiento de niños, las minas antipersona, todas esas cosas horribles, pero también hay desconfianza en la guerrilla”, sostiene. Y es que, si la población respalda la paz en las urnas, se abre un largo y complicado proceso de implementación de los acuerdos. Sobre uno de los puntos más polémicos, como la justicia transicional, Landaburu asegura que “la gente lo está aceptando porque, finalmente, significa que la guerrilla va a entregar las armas”. “Toda la gente que está alrededor del presidente Uribe está en contra y el presidente Uribe tiene el prestigio de ser quien debilitó a la guerrilla, quien fortaleció el ejército y consiguió que se retiraran de muchas partes, y probablemente esa sea la causa por la que se han sentado a negociar, pero mucha gente, aun guardándole respeto, va a votar por el sí, porque piensa que es la única manera de acabar con todo esto”, explica Landaburu. Sobre otro punto conflictivo, la representación política de los guerrilleros, el lingüista afirma que “nadie piensa que tengan mucho futuro como movimiento político”.

Problema rural Sin embargo, y a pesar del deseo de los colombianos de quitarse el lastre de la guerra, el lingüista vasco-colombiano explica que “la guerrilla, probablemente, no sea el principal problema de Colombia”. “A diferencia de lo que era hace 40 años, hoy en día es una sociedad principalmente urbana, más del 70% de la población es urbana, y estos problemas han sido más problemas de campo, y sobre todo de zonas aisladas donde se podía dar el cultivo de coca y la minería ilegal, los dos puntales de financiación de las FARC”. Confía en que, como auguran los expertos, el fin del conflicto lleve a una mayor inversión extranjera, a un crecimiento económico y a que los ingentes recursos que ahora se destinan al Ejército se desvíen a educación y sanidad. “En Colombia los temas fundamentales son la desigualdad, la debilidad del Estado, el problema de la formación, la corrupción, que van a seguir. Los desafíos que tiene a partir de ahora Colombia son los de un país que se va a librar del lastre del conflicto, pero que va a tener los mismos problemas que pueden tener Perú, Brasil, México”, concluye.