BRUSELAS - Interpretó el papel principal en la masacre de París el pasado mes de noviembre y, todo hace sospechar que ha encarnado el mismo rol en los atentados indiscriminados registrados ayer en Bruselas. Salah Abdeslam, detenido en la capital belga cuatro meses después de su huida de la capital francesa y cuatro días antes de que la célula yihadista hiciera estallar ayer tres bombas -un cuarto artefacto pudo ser desactivado- ya habría advertido a la Policía y a la Justicia belga de que estaba preparando “algo fresco en Bruselas”.
El nivel de alerta asentado en Bélgica durante todo este tiempo -con despliegue militar en calles y plazas incluido-, no ha sido sin embargo suficiente para prevenir y evitar esta nueva acción terrorista. No han sido pocas las voces que desde finales del año pasado han llamado la atención sobre la fragmentada configuración -conviven seis fuerzas policiales distintas- de un país que se ha convertido en un territorio más que atractivo para islamistas radicalizados.
El propio Abdeslam fue apresado en el barrio de Molenbeek, a pocos metros de la casa de su familia y en la que él mismo vivió durante años hasta que saltó a Francia. Un disparo en una pierna impidió que volviera a escabullirse y desaparecer en el populoso distrito -95.000 habitantes en el centro de Bruselas- donde han echado raíces un buen puñado de ciudadanos enrolados en las filas del Estado Islámico.
Esa fue la razón por la que Abdeslam -francés nacido en Bruselas- decidió volver allí, tras una singular peregrinación acompañado en todo momento por simpatizantes del islamismo más radicalizado. El sábado siguiente a los atentados de París, con Europa en alerta máxima, sorteó un control en la autovía hacia Bruselas ya que no estaba registrado en la base de datos de la Policía. Sin despertar sospechas, y a pesar de que la capital belga estuvo tomada militarmente durante esos días, pudo volver sin mayores problemas a la barriada donde se crió.
Allí planeó la matanza de París y, según se desprende de sus declaraciones tras su detención este pasado viernes, también los atentados de ayer. Y es que, el modus operandi de los ataques de Bruselas parecen llevar el sello de Abdeslam: sembrar el caos en distintos puntos y ocasionar el mayor número posible de bajas civiles; tal y como quedó patente en los atentados múltiples de París en noviembre del pasado año.
No obstante, la reciente detención de este joven de 26 años vinculado con la corriente extremista de Siria habría podido precipitar el desenlace de los planes previstos por Abdeslam y la red de células integristas creada a su alrededor. En cualquier caso, los kamikazes inmolados ayer habrían conseguido uno de los objetivos del Estado Islámico: dispensar la mayor notoriedad internacional posible a sus acciones.
Una huella Los servicios de inteligencia y las policía belgas han seguido durante estos últimos cuatro meses las contadas huellas dejadas por él, que ha logrado escapar de las decenas de detenciones practicadas en la capital belga y extrarradios. Por ejemplo, el 8 de diciembre en el distrito bruselense de Schaerbeek, la Policía belga encontró en un apartamento rastros de explosivos y tres cinturones como los utilizados en los atentados de París, así como una huella dactilar de Abdeslam.
La pista fue solo eso, la señal de que la persona más buscada había estado allí. Finalmente, las autoridades belgas y francesas, siempre colaborando estrechamente desde los atentados, hallaron una nueva pista el pasado martes día 15 en una operación antiterrorista en el distrito bruselense de Forest. La Fiscalía confirmaría poco después que la Policía científica belga había encontrado una vez más las huellas dactilares y trazas de ADN de Salah Abdeslam en una vivienda de Forest. De ahí el rastro llevó de nuevo a las fuerzas policiales a Molenbeek, el barrio que ha sido su hogar y escondite, del que salió para participar en los atentados del 13-N en París y al que fue capaz de regresar para concebir otra macabra acción terrorista, esta vez en la capital que le vio crecer y en la que llegó a trabajar para la empresa de transportes públicos.
La detención de Abdeslam fue realmente un “golpe importante” para el entramado logístico del Estado Islámico. Así lo reconoció el ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, quien no obstante redobló su exhortación a la comunidad internacional para que no bajara la guardia ante la amenaza terrorista. Su afirmación no era trivial ni intrascendente como quedó demostrado ayer en Bruselas. Como tampoco lo fue el comentario que hizo el propio Abdeslam -que según apuntan colabora con la Justicia- cuando sugirió que estaba preparando “algo fresco” en la capital belga.
Huido y oculto La Fiscalía federal y las Policías belgas ya trabajaban con esa hipótesis desde hacía meses. Tantos como llevaba huido Abdeslam y tantos como llevaba oculto en la misma Bruselas. De hecho, la capital belga elevó al máximo su nivel de alerta entre los días 21 y 26 de noviembre, cuando fueron cerrados comercios, escuelas, dejó de funcionar parte del transporte público y se reforzó la vigilancia en instalaciones e infraestructuras vitales para la seguridad nacional como aeropuertos y centrales energéticas.
El propio fiscal federal, Frédéric Van Leeuw, apuntó en unas declaraciones al 15 de enero como fecha en la que podría producirse un atentado. La ausencia de pistas positivas sobre el paradero de Abdeslam desde su espantada de París -itinerante durante cuatro meses por Bruselas, donde hay 19 distritos- hace creíble la hipótesis de que haya sido encubierto durante este tiempo para diseñar los ataques y aleccionar a los yihadistas que ayer sembraron el caos en el corazón de Europa.